

Profesor de Historia y Teoría de la Arquitectura, University College of London.
La investigación histórica en arquitectura no es una de las atribuciones profesionales exclusivas del título de arquitecto/a. Cualquier otro investigador puede trabajar sobre historia de la arquitectura, a pesar de que la historia hecha por arquitectos se diferencia claramente en su enfoque metodológico, y de que una gran parte de las investigaciones y tesis doctorales de arquitectos se centran en la historia de la disciplina.
Exceptuando aquellos que elijan un grado especializado en historia y teoría de la arquitectura.
El termino eurocentrista a menudo es mal utilizado como un desprecio a la cultura europea, incluso dentro de estos círculos especializados. En principio, criticar lo Eurocentrista es poner en duda el discurso unidireccional de la historia occidental de la arquitectura y buscar narrativas históricas alternativas. En principio no busca restarle valor, ni sugiere que en Europa ya hayamos “terminado de hacer la historia” y que a continuación toca trabajar sobre otros continentes. Aun así, el término nunca me ha terminado de convencer. Me recuerda a aquellas posiciones típicamente modernas en la que “A era malo, B es bueno, hagamos B”.
Coautores junto a D.K. Ching a raíz de la segunda edición del clásico “A Global History of Architecture” en 2017.
“Drop your pencil, study Brunelleschi, and load your Molotovs”
Esta es la frase que utiliza Mario Carpo 1 para describir el área de historia y teoría de la arquitectura como un espacio de resistencia, que se enfrentaba en los setenta a la deriva estilística de los grandes proyectos asociados a empresas y fortunas del mundo anglosajón. Aunque la situación persiste, hoy en día el área de historia está en retroceso en la mayor parte de las escuelas de arquitectura del mundo. Se acepta sin pestañear que las nuevas tecnologías desplacen a las materias que son vistas como “de apoyo” a “la labor del arquitecto” 2. El problema es aún más evidente en los grados norteamericanos de tres años, en los que los estudiantes apenas reciben uno o dos cursos de historia que comprimen un repaso desde la antigüedad hasta el siglo XX, nada menos 3.
Al tiempo que los profesores en historia ven reducido su campo de acción, no dejan de crecer los retos culturales, institucionales y sociales que se pueden enfrentar desde la formación del arquitecto. El mundo contemporáneo, cada vez más conectado y complejo, exige expandir la cultura histórica asociada a la arquitectura y trascender el breve repaso con el que siguen funcionando la mayoría de los programas. La tarea de sensibilizar a los estudiantes respecto a la historia, que de por sí es difícil, se vuelve aún más complicada cuando se cuestiona el árbol genealógico de la arquitectura y se procura escapar de los planteamientos lineales eurocentristas según los cuales “Grecia” entonces “Roma”, luego “Renacimiento” 4.
Como el problema es global y no hay solución sencilla, algunos profesores han empezado a asociarse en redes como la Global Architectural History Teaching Initiative (GAHTC), fundada en MIT por Mark Jarzombek y Vikramaditya Prakash 5. El debate dentro de estos grupos es intenso. Talar el árbol de la arquitectura es toda una aventura porque, al tiempo que se abandona la historia “correcta”, se entra en territorios para los que no hay referentes. Que el arquitecto del siglo XX conociera la catedral de Florencia, pero ignorara el templo budista de Borobudur, es algo aceptado. Que el arquitecto del siglo XXI conozca el segundo, pero ignore el primero, resulta polémico. Claro, sería ideal que conociera los dos, pero la realidad es que los cursos no dan para más.
Uno de los pocos acuerdos en esta discusión es que la historia global de la arquitectura habla de procesos, no de productos. Busca los espacios de contaminación, aquellos en los que las categorías tradicionales no funcionan. Bajo su lente, los edificios no son construcciones de tal estilo terminadas entre tal y tal año, sino superposiciones centenarias de técnicas, sensibilidades y saberes. Cada planta, alzado y detalle constructivo está asociado a redes de relaciones globales que es posible dibujar. Los matices de cómo poner en práctica una teoría así siguen sin estar claros, pero trabajamos con la convicción de que esta sensibilidad, existente también en otras ramas de la historia, hará posible superar el panorama de etiquetas, estilos y marcas nacionales bajo el que aún sigue presentándose la arquitectura.
Profesor de Historia y Teoría de la Arquitectura, University College of London.
La investigación histórica en arquitectura no es una de las atribuciones profesionales exclusivas del título de arquitecto/a. Cualquier otro investigador puede trabajar sobre historia de la arquitectura, a pesar de que la historia hecha por arquitectos se diferencia claramente en su enfoque metodológico, y de que una gran parte de las investigaciones y tesis doctorales de arquitectos se centran en la historia de la disciplina.
Exceptuando aquellos que elijan un grado especializado en historia y teoría de la arquitectura.
El termino eurocentrista a menudo es mal utilizado como un desprecio a la cultura europea, incluso dentro de estos círculos especializados. En principio, criticar lo Eurocentrista es poner en duda el discurso unidireccional de la historia occidental de la arquitectura y buscar narrativas históricas alternativas. En principio no busca restarle valor, ni sugiere que en Europa ya hayamos “terminado de hacer la historia” y que a continuación toca trabajar sobre otros continentes. Aun así, el término nunca me ha terminado de convencer. Me recuerda a aquellas posiciones típicamente modernas en la que “A era malo, B es bueno, hagamos B”.
Coautores junto a D.K. Ching a raíz de la segunda edición del clásico “A Global History of Architecture” en 2017.
EDICIÓN
Fundación Arquia
Arcs, 1, 08002 Barcelona
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DISEÑO GRÁFICO
FOLCH
ISSN 2605-3284
© de esta edición,
Fundación Arquia, 2018 © del texto e imágenes, su autor
La edición de esta publicación ha sido patrocinada por Arquia Banca.
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Gerardo García-Ventosa López