Hubo una época en que la necesidad de la Arquitectura o la autoridad del Arquitecto no precisaban explicación. ¡Qué tiempos aquellos!
Sin embargo, nadie nos informó que el ejercicio de esa ARQUITECTURA, de esos grandes arquitectos, tenía mucho que ver con el estatus de algunas clases y élites con las que muchos de nosotros no tenemos nada que ver. La universidad nos abre las puertas en masa pero la realidad –endurecida además por la crisis actual- nos las cierra. ¡Qué gran perversión!
Así que, ahora lo que toca es lamentarse y arremeter contra todo y todos: los COAs, las universidades, las administraciones… Pero todo esto es inútil, ya que ninguno de estos va a cambiar en un corto plazo de tiempo. El sistema está lleno de prejuicios y nosotros los primeros. Algunos presumimos de defender nuevos valores sociales, de democracia urbana, de participación ciudadana, de un nuevo entendimiento de lo político desde la arquitectura… pero en muchos casos no dejan de ser estrategias que imitan a las de nuestros idolatrados “arquitectos” y que justifican su relevo (“matar al padre”): ya sea para convencer a las administraciones de que nos contraten o para entrar en determinadas élites intelectuales. En lo más profundo de nuestro ser, todavía añoramos una idea elitista de la arquitectura que nunca hemos vivido.
Sin embargo, sí que podemos iniciar el cambio. Y entendemos que el primer punto es equilibrar de nuevo la balanza entre el número de productores de arquitectura y sus consumidores. La socialización de la Arquitectura llegó a la Universidad, pero, paradójicamente, no ha llegado a la sociedad, la cual se muestra totalmente ajena a la misma.
- Proponemos que nuestro primer esfuerzo “colectivo” sea no sólo en la educación de nuestros “potenciales clientes” -los niños- si no también en nosotros mismos. Hoy somos muchos los que intentamos educar en valores urbano-arquitectónicos como el de ciudadanía, democracia, identidad, igualdad, etc. o incluso la Belleza. Sin embargo, si pensamos en la sostenibilidad “real” de la Arquitectura proponemos realizar 2 sustituciones en el objeto y el contexto:Cambiar el “colectivo” de personas –que habitan el espacio público, la ciudad…- como centro de nuestro interés por el “colectivo” de arquitectos. Así, antes que la ciudadanía y para evitar la hipocresía proponemos auto-educarnos en ciertos valores perdidos de pertenencia, democracia, identidad, etc. que nos dotarían de la misma capacidad de acción, decisión e intervención que ansiamos para nuestros ciudadanos.
- Cambiar las Administraciones, Medios de Comunicación, Curadores, el propio colectivo de Arquitectos, etc. como elemento a “educar” interesadamente en nuevos valores, por los niños. Sería algo así como invertir no sólo en nosotros sino también en el futuro de la profesión.
Los niños tienen la capacidad de imaginar un futuro posible que va mucho más allá de nuestro entendimiento1. Necesitamos que ellos, constituidos en sociedad, nos exijan, como “consumidores,” producir una arquitectura de calidad para nuestros entornos en la que valores como igualdad, justicia, democracia, identidad o, insistimos, Belleza sean tan “ordinarios” que incluso puedan formar parte de un futuro Código Humano/Humanístico de la Edificación (C.H.E.) -mucho más necesario, por cierto.infancia
Así que sirva este pequeño texto –también lleno de prejuicios, errores, hipocresía, frustraciones y ambiciones- para instar a las administraciones públicas, a los COAs, a las universidades y escuelas, etc. o incluso a nosotros como agentes individuales a invertir con generosidad en la educación arquitectónico-urbana de aquellos que todavía pueden conseguir que el ejercicio de la Arquitectura sea sostenible: los niños.
Iván Capdevila, Agosto 2014.