Triodos Bank Building, RAU Architects . Fotografo: Ossip van Duivenbode. via
Dezeen
En estos días post COP26 en los que el mundo de la sostenibilidad se encuentra entre contrariado y decepcionado, es importante analizar toda la información que se ha generado. ¿Realmente funcionan las COPs? ¿Son sostenibles todas las propuestas presentadas?
Las respuestas, según quién se haga la pregunta, están claras. Las COPs son un instrumento legal más bien mediático que hace tiempo que dejó de conseguir sus objetivos, a pesar de sus innumerables intentos. Bien es cierto que hace falta un consenso para establecer pautas comunes, pero la realidad se vive más “en las calles”, y tanto las empresas como los ciudadanos tenemos un papel muy importante para solucionar este caos climático. Y si no fuera por el esfuerzo realizado hasta ahora, estaríamos bastante peor.
En cuanto a lo sostenible de las propuestas, no es “verde” todo lo que reluce. En anteriores posts he hablado sobre el lado oscuro de la sostenibilidad, sus paradojas, y el frágil equilibrio entre los beneficios de algunas actuaciones “sostenibles” y sus inconvenientes, frecuentemente obviados. Y la economía circular no iba a ser menos.
La sostenibilidad es un enfoque sistémico que considera factores medioambientales, sociales y económicos, sus impactos y sus interacciones, para obtener un crecimiento equilibrado del sistema. Dado que comprende todo el ciclo de vida y la cadena de valor, un elemento del sistema no puede ser sostenible por sí solo. Por ejemplo, un edificio no será completamente sostenible si todos sus elementos y procesos también lo son, o si no se han tenido en cuenta sus impactos sociales y económicos. Si sustituimos la palabra sostenible por circular, se atisba la primera oscuridad. El ejercicio de desgranar los componentes y tratar de optimizarlos uno a uno es bueno y siempre será mejor que no hacer nada, pero debemos ampliar nuestra visión y considerar el sistema de una manera más holística. Siguiendo con los edificios, focalizamos en exceso en emisiones de carbono y eficiencia de materiales e instalaciones y obviamos aspectos ambientales tan importantes como la biodiversidad o la ecotoxicidad de los materiales, igualmente esenciales.
Jan Konietzko. Via
GRI
Por esta razón, una solución circular en sí misma no garantiza la sostenibilidad, ya que algunas soluciones calificadas como “circulares” no siempre tienen un impacto social, económico o medioambiental positivo. Por ejemplo, el uso de madera procedente de especies en peligro de extinción, de materiales extraídos violando los derechos humanos de los trabajadores o con sustancias tóxicas para el medio ambiente o las personas. No obstante, como es un término de moda, en ocasiones tiende a ser mal utilizado provocando cierto greenwashing.
Por otro lado, existe un riesgo importante llamado “efecto rebote” (“rebound effect”), que aparece al mejorar la eficiencia del sistema: los costes de producción bajan y en consecuencia se incrementa la demanda y la guerra de precios, lo que aumenta el consumo y el impacto absoluto. Se trata de una seria amenaza si no se controla el umbral de crecimiento del sistema, ya que éste puede colapsar si se exceden sus capacidades de recuperación o de gestión de residuos. Y esto no es nuevo, porque ya estamos “sobrepasados” desde hace tiempo (es lo que se conoce como “overshoot” y al cual se atribuyen muchos de nuestros problemas).
Para solucionarlo, necesitamos un cambio de diseño y de comportamiento, que nos permita ser más resilientes y además generar impacto positivo. No basta solo con ser circular, si no contribuir a que todo el sistema lo sea. Ya lo decían los japoneses en uno de sus proverbios: Una visión sin acción es soñar despierto. Una acción sin visión es una pesadilla. Actuemos antes de que sea demasiado tarde y no podamos despertar.