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Casavella, Francisco. Elevación, elegancia y entusiasmo, Barcelona: Círculo de Lectores, 2008.

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Talent Shows y TFMs. Lo que cuesta la fama.

 

Kanye West performing for a concert at TD Garden on September 9, 2016 in Boston, Massachusetts on the Saint Pablo Tour. Imagen Wikipedia

Hoy hablaremos del sudor, de la esperanza, de la ansiedad, del narcisismo y, por supuesto, de la fama. Sin dejarnos nada, ni un paso,  en esa indestructible cadena de montaje. Hoy hablaremos del cruel vínculo entre los TFM (o, para los no entendidos, los Trabajos Fin de Máster con que se culminan muchos títulos universitarios) y “La voz Kids”, o “Master Chef”, tanto da.

Al respecto de los “talent shows”, un pulquérrimo comentarista, cuya lectura requirió siempre de su buena dosis de omeprazol, decía: “`las factorías de artistas´, o lo que es lo mismo, coger un elemento cualquiera y en un sentido figurado y dicho con todo el cariño, desasnarlo, despiojarlo, permanentarlo, lanzarlo al mercado perfectamente desnaturalizado y manipulado, se limita desde siempre a grupos infantiles, a semifracasos de temporada, o a la línea muy fina, pero definitiva, que hay entre Alejando Magno y Alejandro Sanz”1. Aunque cualquier parecido entre los concursos televisivos y los TFM suene a pura coincidencia, la biología animal y el darwinismo enseñan que las coincidencias de forma terminan por arrastrar coincidencias de fondo.

¿De quién es la culpa de esa evidente desnaturalización de los participantes? ¿Es de ellos mismos y su cacareada blandura generacional? ¿De sus “coaches”? ¿Del “sistema”?… Como son bien conocidos, no explicaremos los extraños avatares por lo que pasan los “concursantes” de un TFM, salvo mencionar que un considerable número acaba necesitado de una visita a cualquier facultativo que expenda antidepresivos con generosidad. (Y tristemente esto no es una licencia narrativa).

Pienso en Le Corbusier mismo. (Sí. Ya sé. Le Corbusier otra vez. Sin embargo, para lo que sigue, tanto vale su caso como muchísimos otros).

Parece evidente que Le Corbusier, decía, tan poco ejemplar en muchos aspectos, y que no necesitó siquiera de un título para ejercer como arquitecto, cambió bastante desde sus inicios como grabador de relojes en su pueblito natal de los Alpes suizos. Pero lo que parece más claro es que si a aquel enclenque y barbilampiño sujeto, por entonces todavía conocido entre sus vecinos como Charles-Édouard Jeanneret-Gris, le hubiesen dicho lo que tenía que hacer, cómo actuar, donde viajar, como dibujar para transformarse en uno de los clones, no de Perret, o ni siquiera de Peter Behrens, sino de cualquiera de los arquitectos del Art Nouveau, que era lo que por entonces se llevaba, y hubiese hecho caso a los desinteresados consejos de sus tutores de TFM, ahora, con suerte, sus obras derruidas podrían ser contempladas en un rincón de internet gracias a un par de artículos suciamente indexados.

El caso es que cualquiera que conozca la historia de Le Corbusier sabe que se lo dijeron, pero que no es lo mismo que te dé lecciones Le Platenier, que un tutor de TFM. Sobre todo porque esos tutores, muchos de ellos arquitectos esforzados y capaces, hubiesen puesto muy mala cara si en sus tiempos mozos, alguien se hubiese plantado frente a ellos y les hubiese maullado algo sobre su insuficiencia, inteligencia o talento (es decir, a sembrar dudas sobre sus capacidades) o sobre la necesidad de adecuar sus proyectos a los gustos del mercado(es decir, a atender al concursismo entre participantes o, al encubierto, entre profesores).

Eso es lo primero que en cualquier inicio de curso debería comunicarse a todos estos alumnos que hoy entregan sus transpiraciones reconcentradas en bonitos paneles “dinaunos”. Que acaben. Cuanto antes. Que nada los desnate. Que resistan y se endurezcan. Que sus tutores, aunque bienintencionados, puede que se equivoquen, que nos equivoquemos. Que en realidad un TFM no es “Operación Triunfo”. Ni mucho menos. Ni muchísimo menos.

Notas de página
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Casavella, Francisco. Elevación, elegancia y entusiasmo, Barcelona: Círculo de Lectores, 2008.

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Por:
Arquitecto y docente; hace convivir la divulgación y enseñanza de la arquitectura, el trabajo en su oficina y el blog 'Múltiples estrategias de arquitectura'.

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