¿Qué tienen en común el Salk Institute y la Casa Gilardi? Seguramente encuentres muchas similitudes, pero ninguna tan sustancial e insustancial al mismo tiempo como el hecho de que fueran diseñadas y construidas persiguiendo un claro objetivo; que el habitante experimentara el máximo confort.
Es sabido que los colegas Kahn y Barragán, compartieron opiniones sobre formas de construir, y que tal y como nos cuenta nuestro compañero Raúl García,1 Luis Barragán le desaconsejó llenar la explanada del Salk Institute de naranjos, y qué gran acierto. El mundo pétreo de uno y las masas de color del otro tienen un denominador común; el SILENCIO.
Visita al Salk Institute, Ana Mombiedro. Marzo 2016
No son los únicos arquitectos que han abogado por el silencio como material de construcción. Ya nos recuerda Alberto Campo Baeza2 que otro uso ejemplar es el que Chipperfield hace en el Museo Jumex de Méjico, definiendo el edificio como volúmenes retranqueados, moles pétreas y huecos que comunican vistas. Donde las cualidades atmosféricas del edificio no vienen dadas por sus materiales sino por cómo viaja el sonido por el entorno.
Y es que, si algo hemos aprendido de este año de confinamiento, es que los sonidos de los espacios que habitamos nos acompañan tanto como los objetos con los que interactuamos. En materia de diseño por y para el silencio, no puedo dejar de nombrar a Barry Blesser y Linda-Ruth Salter, que hablan de las esferas aurales que conforman los espacios como esas burbujas invisibles que comprenden los sonidos que escuchamos en cada momento.3 Algo similar a la propuesta de Stloterdijk, quien opina que «estamos en un exterior con muchos interiores».4
Para entender el silencio necesitamos entender el sonido. De esta vibración de partículas que viajan por el espacio y que llegan hasta nuestros oídos surge un componente importante de la experiencia de la arquitectura. Dependiendo del tipo de material del entorno, las partículas llegarán a nosotros con mayor o menor intensidad, (resulta que con el entrenamiento adecuado podemos averiguar muchas cualidades de espacio que nos rodea con los ojos cerrados, como hace Daniel Kish, que utiliza el sonido para construir mapas cognitivos).5
Alain Corbin parafrasea a Gastón Bachelard diciendo que «la noche amplifica las resonancias auditivas que compensan la aniquilación de los colores»6 y me lleva a pensar en nuestros oídos como los ojos de la noche. ¿Qué pasaría si la imagen pasara a un segundo plano e intentáramos proyectar arquitectura desde estos ojos de la noche? Quizá saldrían a relucir los múltiples beneficios del silencio. Quizá tomarían más importancia las conversaciones y la música. Quizá surgiera una aplicación para escuchar espacios.
¿Escuchamos la arquitectura? puede que hoy sea un buen día para empezar.
No sé si lo conozcas, pero el museo Judío o el Felixbaum museum, los dos de Liebeskind, entran perfectamente en tu escrito.
Fantástico,
Muchas gracias Ana!
Hola Andrés, gracias por tu comentario y por nombrar la obra de Daniel Libeskind.
La verdad es que tengo sentimientos encontrados con sus edificios; no he visitado el museo judío, por lo que no conozco cómo es la experiencia sensorial el espacio. En cambio, visité el museo que tiene en Toronto y reconozco que, desde mi experiencia, la forma compite mucho con las atmósferas aurales. Formas muy agresivas, en ocasiones fuera escala, zonas de circulación donde el techo bajaba muchísimo… cierto abuso de materiales como el vidrio y el metal que resultaban poco agradables para disfrutar del material que había expuesto, dificultan las comunicación acústica. Y no hablo de la distonía con el contexto en el que se encontraba…
Dicho esto, ¿qué viste en ese edificio que te hiciera pensar que está conectado con la arquitectura de Kahn o de Barragán? Me encantaría saberlo.
Por mi parte, espero poder viajar a Berlín y rehacer mi opinión sobre el trabajo de este emblemático arquitecto. Un saludo!