Publicidad de la aerolínea Avianca, publicada en la revista colombiana de arquitectura Proa n. 162, noviembre 1963.
El mundo sigue teniendo puertas. A pesar de crisis mundiales como la actual, la globalización sigue su curso y tarde o temprano llega el momento de cruzar una de ellas. A los arquitectos nos ocurre cuando debemos firmar un proyecto en el extranjero y caemos en la cuenta de que nuestro título no sirve. La puerta a la firma es el proceso de homologación. Conseguirla conlleva superar ciertos requisitos a cambio de acceder a nuevos beneficios.
Dentro de ese grupo de puertas hay unas con mayor interés que otras. Por ejemplo, conseguir un título reconocido en la Unión Europea puede abrir más caminos que uno exclusivo de un solo país. Esta es una de las razones que llevan a muchos arquitectos y arquitectas de América Latina a interesarse por la habilitación en España. Una vez cruzado el Atlántico, el resto del trayecto parece más fácil. Además, el uso compartido del español facilita las cosas, al menos en principio.
Sin embargo, la realidad nunca es tan simple. De los cientos de muestras de interés que reciben los programas de másteres habilitantes españoles, son pocas las que se traducen en arquitectos que se inscriben y consiguen su habilitación. ¿Por qué sucede? Los arquitectos que la han logrado, los que aún están en ello y los que decidieron no terminarla detectan al menos tres retos a enfrentar.
Reto número uno: comprender la utilidad de la habilitación y planearla en consecuencia.
Para ello es necesario saber que la habilitación es siempre útil, pero no siempre necesaria. Es útil porque va aparejada a un sello de prestigio, ya que existe consenso en que los arquitectos españoles tienen una formación muy completa con una fuerte carga técnica. Acceder al permiso necesario para firmar en España requiere una dedicación superior a la de la mayoría de carreras de arquitectura del mundo. Por tanto, los arquitectos que deseen obtenerlo deberán volver a estudiar a cambio de recibir un mayor reconocimiento profesional, valorado tanto en España y Europa como en América del Norte y de regreso en América Latina.
Sin embargo, ese valor añadido no siempre se traduce en la aplicación directa del recién adquirido poder firmador. Los propios arquitectos españoles suelen combinar proyectos que exigen la firma con otras labores que podrían realizar sin la habilitación profesional. Por otro lado, arquitectos latinos que ya la consiguieron identifican que donde mejor se prepararon para la redacción de proyectos en España no fue en las escuelas sino en sus oficinas, trabajando. Otros ya traían una larga experiencia profesional, pero aun así debieron regresar a la universidad para certificar sus conocimientos dentro del sistema español.
Por estas razones, merece la pena planear el momento de la habilitación para que el esfuerzo sea lo más rentable posible. Si el candidato tiene clientes y proyectos esperando a su llegada, la habilitación será prioritaria para poder desarrollarlos con autonomía. Si, por el contrario, se llega sin una conexión tan clara, quizás sea prudente sondear las posibilidades y comenzar a tejer una red profesional antes de volver a las aulas. En cualquier caso, el proceso de habilitación debe planearse como una actividad con objetivos específicos, en sintonía con el proceso de formación y desarrollo empresarial de cada uno.
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Este artículo ha sido elaborado a través de entrevistas con diversos arquitectos y arquitectas. Entre ellos se encuentran: Rafael de Lacour, subdirector de la ETSA de Granada – UGR y coordinador del máster habilitante en arquitectura; Raquel Martínez, coordinadora del grado en fundamentos de la arquitectura de la Universidad Rey Juan Carlos; Johanna Díaz, arquitecta colombiana graduada por la Universidad Nacional de Colombia con grado de arquitecta homologado y estudiante del Máster habilitante de la ETSA de Granada – UGR; Olga Sánchez, arquitecta venezolana egresada de la Universidad de Los Andes de Mérida, con grado de arquitecta homologado por la UGR; Paz Molinari, arquitecta argentina graduada por la Universidad de Buenos Aires y habilitada como arquitecta en la ETSA de Madrid – UPM; María Antonieta Loaiza, arquitecta Venezolana graduada por la Universidad Central de Venezuela y habilitada como arquitecta en la ETSA de Barcelona – UPC; y Alejandro Henríquez, arquitecto colombiano graduado por la Universidad de Los Andes con 15 años de experiencia profesional en Barcelona.