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Viajar no es solo “trasladarse de un lugar a otro, generalmente distante, por cualquier medio de locomoción” como nos indica la RAE. Viajar es reconocer, repensar, experimentar… en definitiva un método de conocimiento más.
Así lo dejaron por escrito los grandes (y no tan grandes) arquitectos a lo largo de la historia; cada uno con sus inquietudes viajan despacio y atentos a todo, posando sus miradas hasta en el más nimio detalle, material o inmaterial.
Sin embargo, con el paso de los años, Mariano Marín, apuntaba lo siguiente
“cada vez viajo a menos lugares pero más a los mismos”
para revisar lo aprendido. Esta puntualización, hizo que junto con dos buenos amigos Cristina y Ramón, viajásemos por el entorno inmediato.
A pesar de nuestro ojo desconocedor, encontramos arquitecturas anónimas de interés y otras de autores tan relevantes (para nuestra pequeña comunidad) como Antonio Palacios, Desiderio Pernas y de Agustín Pérez Bellas. Este último redescubierto gracias a la generosidad de la redcuando lanzamos la pregunta en twitter, y Antonio S. Río tuvo la amabilidad de ponernos en contexto las dudas que teníamos.
La reforma sobre la vivienda daría para hablar de los intereses compartidos del arquitecto (si lo hubo) y el propietario, sobre patrimonio, rehabilitación o restauración, urbanismo, etc. Muchos abordados en este espacio y a buen seguro se seguirán debatiendo y escribiendo sobre ellos.
El que hoy nos atañe es la ausencia de protección de este tipo de inmuebles, que no gozan de la misma salvaguarda que una buena casa de piedra, un petroglifo o buen dolmen, bueno a veces… no.
Inmuebles que, en el mejor de los casos, pasan a formar del imaginario colectivo (generalmente de los arquitectos) y, en el peor, caen en la saca de las arquitecturas perdidas. Esto no es nada nuevo, hasta los más grandes han sufrido reformas similares (recordemos la villa Besnus) y/o otras muchas que estarán y/o sufrieron en el punto de mira de la piqueta. Por tanto, ¿qué futuro le pude esperar a estas arquitecturas más humildes, pero no menos importantes en una región donde escasean?
Es por tanto una labor colectiva, no solo de los propios arquitectos al ser cirujanos, si no de todas las instituciones velar por este patrimonio y ponerlo en valor. Poner valor y explicar a la sociedad por qué este rico patrimonio arquitectónico tiene el mismo valor que una obra de arte. Porque, ¿a qué a nadie se le ocurría retocar una obra de Picasso?
Este debate recuerda al bárbaro Droctulft y a la cautiva, personajes de la Historia del guerrero y la cautiva, de Jorge Luis Borges, donde su decisión personal muestra el reverso y anverso de una misma moneda… héroes y villanos.
Quizás debamos empezar por explicar, de un modo más cercano, la arquitectura a la sociedad, porque al final aunque el arquitecto siempre trabaja para un cliente particular, su actuación afectará al conjunto de la sociedad.
Un buen comienzo sería recordar las sensatas palabras de Manuel Gallego:
“A lo mejor no te gusta mucho pero espero que vivas mejor ahí”…
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