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Por María Oliver Desde Clack-Blog
“Hasta hace poco, cuando un niño le decía a sus padres que quería ser arquitecto, éstos se ponían muy contentos, porque la de arquitecto era una profesión respetable, segura y bien remunerada.
Hoy en día, si a un niño se le ocurre decir que quiere ser arquitecto, todo el mundo, incluidos sus padres, se quedan más preocupados que otra cosa.
Y es que los padres no tienen ni idea de lo que es ser arquitecto. Ser arquitecto no tiene nada que ver con salidas laborales, burbujas inmobiliarias o sesudos cálculos. Ser arquitecto, el niño lo sabe muy bien, es construir espacios para que las personas sean felices.
Llevo tiempo defendiendo la importancia de la divulgación de la arquitectura como la única fórmula posible para que los ciudadanos aprendan a amar los espacios que habitan, respeten su entorno y exijan edificios y ciudades de calidad.
En el caso de los niños, no hay que convencerlos, ellos todavía saben lo que es la arquitectura y disfrutan con ella. Se trata de conseguir que conserven el placer de construir, el instinto de proteger, la capacidad de soñar espacios y paisajes. (…)”
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