Ley de Calidad de la Arquitectura: aspirar a lo diverso
2022 arrancó con una importante noticia para la arquitectura: el Consejo de Ministros aprobó, para su posterior para su posterior remisión a las Cortes Generales, el Proyecto de Ley de Calidad de la Arquitectura, impulsada por la Dirección General de Agenda Urbana y Arquitectura del MITMA, y resultado de un largo proceso de participación y debate abierto.
Sobre el papel, esta Ley tiene como objetivo principal “proteger, impulsar y fomentar la calidad de la Arquitectura”, con especial importancia a los aspectos referentes a la “rehabilitación del parque público edificado”, entendiendo que la calidad de los entornos que habitamos impactan en la calidad de la vida misma.
Con su aprobación, el futuro cercano de nuestras ciudades y territorios tiene un marco lo suficientemente amplio y sólido para aspirar a lugares más justos, sostenibles y resilientes. Algo que sin duda hay que celebrar.
Sin embargo, y por la propia terminología establecida en su redacción, es conveniente volver a recordar que no debe confundirse que calidad equivale únicamente a valores estéticos; tampoco que la arquitectura debe reducirse a lo edificado, o a Arquitectura, así, en singular y con mayúscula, tal y como la nombra la Ley.
Esa sería una visión limitada y limitante, que la disciplina ha estado durante muchos años perpetuando y que lleva tiempo intentándose cambiar. Ya lo hemos dicho antes: hoy en día es urgente hablar de arquitecturas, de múltiples miradas a lo disciplinar, que amplíen cualquier mirada única y la problematicen; que hagan de la profesión un saber abierto, transversal.
En ese sentido, el nuevo documento busca también propiciar el encuentro más allá, apoyando, difundiendo y desatacando aquellos casos y proyectos especialmente excepcionales que recojan esos valores de calidad. Esto se concreta, a su vez, en la creación y definición de una futura Casa de la arquitectura, lugar de encuentro desde el que hacer comprensible a la disciplina dentro de la sociedad. Quizá esta ha sido siempre una de las grandes demandas de muchos arquitectos.
Más allá de la emergencia o necesidad de espacios y documentos que acerquen la arquitectura de calidad a la sociedad, sería mucho más estimable construir y defender también el camino inverso: uno que aproxime a la sociedad a la arquitectura, con el que la profesión pueda crecer y alimentarse desde fuera, en el que la calidad de nuestros entornos se construye desde los deseos, conflictos e intereses diversos.
Al defender actuar así, en esa diversidad, la arquitectura puede dejar de ser vista como un conocimiento que se ofrece desde arriba, y pasar a ser una responsabilidad social, un ejercicio de mediación, en donde se concreten la mayor cantidad posible de disciplinas e indisciplinas (entendidas como saberes no disciplinares).
Para ello, se tiene que dejar de ver la disciplina como un saber acotado a lo edificado y establecer, desde ya, nuevos enfoques y metodologías profesionales que se empapen del conocimiento colectivo. Algo que nos parece especialmente importante cuando se aspira a crear mejores ciudades y pueblos.
Al parecer sobre el papel una ley necesaria y muy acertada.