Tanto como la línea que separa las esferas privada y pública en nuestros entornos urbanos se ha vuelto cada vez más difusa, también lo hacen los límites entre vida y trabajo. La pregunta es si este cambio de paradigma servirá para repolitizar el ocio, el trabajo y las relaciones sociales en el espacio doméstico, o para que éstas sean capitalizadas por una minoría de actores económicos. Un proceso de empoderamiento y construcción de nuevas libertades colectivas e individuales, o de pérdida de derechos y aumento de la desigualdad.
Aproximándonos a este asunto desde un análisis tipológico de la vivienda encontramos diferentes ejemplos que visibilizan las desigualdades a causa de las formas en las que vida y trabajo se distribuyen y organizan en nuestras casas y ciudades.
Ya en los años 80 la arquitecta Dolores Hayden señalaba cómo gran parte de la vivienda de principios de siglo, producida en masa para la incipiente clase trabajadora industrial, no hacía sino apuntalar determinados roles y sesgos de género vinculados al desarrollo económico y laboral al que intentaba dar respuesta, que situaba al hombre al frente del sustento económico de la familia.
En la actualidad, Dogma problematiza el imaginario de intimidad y relaciones genuinas aún hoy presente en la vivienda como uno de los ingredientes que posibilita la idea de “labor doméstica” como tarea asociada a la privacidad y al deber familiar, y por tanto, no remunerado. Por otro lado, reflexiona sobre las consecuencias de un mercado laboral cada vez más precarizado y nuestra relación actual con el trabajo, difícilmente encajable en tipologías de vivienda rígidas.
Communal Villa, collective house for about fifty artists. Bruxelles, 2015 Dogma + Realism Working Group
Otros, como Cierto Estudio o Harquitectes, también manifiestan en sus trabajos su interés por el análisis tipológico de la vivienda, buscando desjerarquizar el espacio doméstico e incorporar nuevos espacios y estructuras de circulación que permitan repensar usos vinculados a labores productivas y reproductivas en el hogar.
136 viviendas sociales en Gavá, Barcelona. 2020 Harquitectes
A la luz de los ejemplos, y considerando además otros debates de escala urbana en torno al modelo de ciudad compacta y densidad, atravesado también por particularidades contemporáneas de carácter global, como la crisis sanitaria de la Covid19 o la situación de emergencia climática, vemos la vivienda colectiva como una cuestión central que requiere de nuevas soluciones tipológicas.
Hablar de vivienda colectiva es hablar de vida en común, y por consiguiente, del conflicto como herramienta que nos construye socialmente. Asumir dicho conflicto como parte natural del espacio intermedio que surge entre dos o más partes.
Gran parte de la arquitectura residencial de los últimos años ha optado por negar ese espacio de conflicto. Sin embargo, y como hemos visto, pueden existir formas de asumirlo y trabajarlo. La vivienda del futuro será así la que se materialice como discusión permanente. Recomponer ese binomio (vida-trabajo) establecido por la ciudad industrial y renunciar al imaginario de vivienda dormitorio en favor de una nueva idea de espacio compartido en el que vivir, trabajar, disfrutar y cuidar acompañados.
En definitiva la vivienda colectiva contemporánea será tal sí, y sólo sí, es capaz de dar respuesta a esa condición social de vida en común.