En enero de 2020, poco antes de que la pandemia de coronavirus paralizase nuestras vidas, una de las más prestigiosas revistas internacionales digitales sobre arquitectura, interiorismo y diseño, Dezeen, publicó su guía de eventos para ese año. En nuestro país se mencionaban el Madrid Design Festival, Concéntrico, OFFF Barcelona, el fórum Future is Now… Pero ni rastro del Festival arquia/próxima. Apenas once meses después, en diciembre de 2020, y tras haber tenido que anunciar primero la posposición y luego la cancelación de cualquier acto presencial tal y como estaba concebido en todo el mundo, la misma revista elaboró un listado de los diez eventos virtuales que mejor habían respondido a las circunstancias, bajo el criterio de la originalidad y la ambición (sic). Y tachán, tachán, ¿adivináis quién aparecía en segundo lugar?
El éxito del VII Festival arquia/próxima se debe, como casi siempre que toca atribuir méritos, a la suma de muchos factores. El primero, prepandémico, fue el acierto de la Fundación Arquia al confiar el comisariado de esta edición a Gonzalo Herrero Delicado, que por edad bien podría encontrarse entre los participantes, y cuya juventud sin duda resultó determinante para entender mejor y antes que nadie cuál era el desafío y cómo afrontarlo. Si a ello le sumamos esa mezcla de seguridad y entusiasmo que transmite, no es extraño que cuando recibí un whatsapp suyo proponiéndome moderar una de las mesas redondas como miembro del jurado representante de la zona norte, mi respuesta inmediata fuese “sí, claro, me apetece muchísimo, cuenta conmigo para lo que sea!!!”, aún antes de conocer los detalles concretos.
Desde ese mismo instante, pasé de la frustración por la anulación del enésimo evento al que tenía previsto asistir a lo largo del año, a una mezcla de curiosidad y… Sí, a pesar de mi pronta asunción de la propuesta de Gonzalo, tengo que reconocer que nerviosismo. A quienes hemos estudiado la carrera de Arquitectura en los 90, lo digital nos llegó a una edad ya adulta, y por tanto aún sentimos en general un cierto malestar hablándole a la cámara del ordenador. Moderar desde mi estudio precisamente esa mesa redonda, “Posiciones experimentales”, formada por una nueva generación de arquitectos excepcionalmente creativos y vanguardistas, era sin duda un reto.
Con el cruce de mails con “mis” participantes para irnos conociendo un poco mejor, con la gente de la Fundación y con el comisario, todo fue haciéndose más consistente. Y llegó el 21 de octubre y pudimos ver el documental Punto de inflexión, y descubrir la plataforma diseñada por Space Popular e inspirada en Barcelona, ciudad donde habría tenido lugar el Festival presencialmente. Y aunque los nervios seguían ahí, ya podía más la curiosidad por descubrir todas las posibilidades de comunicación y encuentro del nuevo escenario virtual.
No voy a hablar sobre la fantástica moderación de mis compañeros de jurado, ni de las interesantísimas presentaciones de los estudios seleccionados en esta edición. Tampoco de los gritos de Ander Bados al enterarse de que junto a su compañera María Montenegro había ganado el Premio arquia/próxima 2020, mientras el resto compartíamos su contagiosa alegría y nos ratificábamos en lo acertado del fallo, porque todo esto lo podéis volver a ver en los videos alojados en la web de FQ.
Pero sí quiero dejar constancia de que la experiencia me hizo sucumbir a las bondades de lo virtual en estos tiempos de aislamiento pandémico y desde entonces me comunico con regularidad por Instagram con Déborah López (ganadora del Premio arquia/innova), Paula Vilaplana y Ander Bados. Eso sí, les he arrancado la promesa de que en cuanto podamos organizaremos unas “arquicañas”, a las que invito a sumarse a todas aquellas personas que, de una u otra manera, contribuyeron al éxito del Festival; quiero daros al enhorabuena (y las gracias) mirándoos a los ojos.