La reflexión de Elisa Carrasquilla nos cuenta que estos meses de confinamiento parecen haber sido el detonante para que el hecho de que la arquitectura haya de adaptarse al usuario, y no al revés, caiga por su propio peso. Resulta que no sólo los usuarios habíamos hecho de nuestros hogares meros lugares de paso, sino que este uso extendido del hogar como hospedería personalizada había colonizado el proceso de diseño. Y no sólo en el caso de la arquitectura doméstica.
Hace varios años una de mis abuelas enfermó gravemente y tuvo que pasar los dos últimos años de su vida en el hospital. Hasta el último momento buscamos alternativas para que cuando llegase su adiós eterno lo hiciera en una atmósfera de amor y recuerdos entrañables donde pudiéramos estar con ella, con el menor sufrimiento posible, el olor de su habitación (su pequeño reino), y el murmullo de sus seres queridos. Pero no sólo su hogar no la pudo recibir, sino que el hospital la despidió entre pitidos y sollozos desconocidos.
Seguramente el equipo detrás de la ejecución de aquel hospital hizo el mejor trabajo con las herramientas de las que disponían. A día de hoy han proliferado herramientas que sistematizan la producción arquitectónica pero que nunca tendrán la habilidad de ponerse en la piel del habitante.
Si algo diferencia a la arquitectura es que, como nos recuerda Pallasmaa, “la tarea ética (de la arquitectura) es defender nuestra esencia biológica y nuestra historicidad para enraizarnos en las realidades mentales esenciales de la vida” 1. La habilidad que tenemos de anticiparnos a las vivencias que surgirán en el espacio proyectado es lo que marca la diferencia en nuestro trabajo. La buena técnica es irrelevante si la concepción de la idea del proyecto está disociada de la vida que surgirá en el proceso de habitación.
Sin abandonar la idea que comparto con María Auxiliadora Gálvez que nos dice que “somos un organismo vivo y la multitud de sistemas que nos componen están interrelacionados… Todo ocurre en estrecha relación con los entornos que nos rodean” 2, durante estos días de confinamiento me he preguntado cuáles serán raíces de esta desconexión entre la arquitectura y su habitante. Pues, ¿no es este mi rol como arquitecta? Como Aulis Bloomsted decía “El talento de imaginar situaciones humanas es más importante para un arquitecto que el don de fantasear espacios.”3
Esta reciente sacudida que el mundo entero estamos viviendo me lleva a pensar si conseguiremos desarrollar medios de expresión arquitectónica que nos transporten a las sensaciones del espacio. ¿Es posible pensar menos en el carácter fotogénico del proyecto y, en cambio cuidar la dimensión emocional y humana de la arquitectura? ¿Ha llegado el momento de plantearse los espacios arquitectónicos como el abrazo que necesitamos en cada ocasión?
Excelente y actualizado aporte al nuevo manejo del espacio.
La adaptación es sinónimo de supervivencia…