Imagen superior: Cuadro ‘The Oyster Gatherers Of Cancale’, de John Singer Sargent,e imagen realizada por Jaime Jones como arte conceptual para la realización de la película Star Wars: Episodio VIII – Los últimos Jedi.
Recientemente he conocido a un artista digital, Jaime Jones, que trabaja para la industria del cine y los videojuegos. En los últimos años ha transformado su forma de trabajar, ha buscado nuevas herramientas y reinventado procesos de trabajo, para adaptarse a importantes cambios en su profesión, en la que el cliente particular ha pasado a ser algo muy puntual, prácticamente anecdótico.
Ha sustituido pinceles y lienzos por una tableta digital, y en su estudio, en lugar de cuadros apilados y tubos de pintura, hay discos duros con pegatinas marcando la fecha de cada uno. Pero ¿Qué hay de viejo en este nuevo medio? Me ha resultado curioso comprobar cómo, habiendo cambiado tantas cosas, siguen siendo importantes los temas de siempre: la utilización del color, el trazo, los límites de las figuras o la composición, en definitiva la atmósfera generada, la visión particular de la realidad que el artista quiere transmitir, y que en este caso, servirá para ser recreada en una película.
Ni siquiera recuerdo cuando fue la primera vez que escuché decir que los arquitectos nos encontramos en un momento crucial, de cambio para la arquitectura, que todo ha de ser diferente o nuevo, que tal y como hacemos las cosas no vale.
La arquitectura evoluciona de la mano de la sociedad y sus necesidades. La sostenibilidad, considerada actualmente como paradigma que ha de cambiarlo de todo, no es más que un conjunto de decisiones lógicas, diría que intrínseco al buen ejercicio de nuestra profesión.
No creo que ser sostenible haya de implicar una estética específica, ni que deba ser el ‘leitmotiv’ de todo proyecto de arquitectura. Caeríamos en un peligroso reduccionismo. Hoy en día (igual que siempre en realidad), un buen proyecto de arquitectura no puede ser un despilfarro absurdo de medios y recursos, un objeto inhabitable y de alto impacto, pero no solo en el medioambiente sino también en su entorno y en la sociedad; también esto lo haría insostenible.
Muchos buenos proyectos pueden surgir tomando estas ideas como premisas principales previas, bienvenidos sean. Pero no podemos dejar que una parte, independientemente de la urgencia adquirida en medios de comunicación o por muy de moda que esté, se convierta en el todo. Han cambiado los usuarios, sin duda, pero sus necesidades básicas no han cambiado tanto. Han cambiado nuestras herramientas de trabajo, pero no el propósito de estas, su fin último.
La arquitectura está al servicio de la sociedad y sus cambios, y ha de asumir los nuevos programas de necesidades, las nuevas circunstancias sociales, económicas y culturales, los parámetros medioambientales, evolucionadas herramientas, pero sin perder nunca de vista su vinculación al lugar, a la memoria y a la experiencia, ya que es el nexo de unión entre las personas y las ciudades, el paisaje, el territorio.
¿Vivimos realmente en un momento puntual de inflexión?, ¿Siempre hemos estado en un momento de cambio? Creo que los límites de nuestra profesión se amplían continuamente debido a su estrecha vinculación con la sociedad y su evolución y estamos preparados para ello.
Los cuadros que realiza Jaime en la actualidad tienen que satisfacer demandas de una nueva industria, han de realizarse de manera digital y en tiempos muy diferentes a los que realizaba John Singer Sargent (por nombrar una de sus mayores referencias), pero el fin último es el mismo, la recreación en los ojos del espectador de una atmósfera particular.
El cambio constante es nuestro medio natural.