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Punto de inflexión

Fotografía tratada por la autora, exposición sobre la obra de JULIO VILAMAJÓ , Obra Ventorrillo Buena Vista, 1947, Uruguay.

Gerald Raunig, en su proyecto transform, manifiesta que para que se dé un punto de inflexión o cambio de paradigma es necesaria la confluencia de al menos tres circunstancias: resistencia, revuelta y nuevas prácticas instituyentes.

‘Resistir’ en tanto no dejarse llevar por la inercia y el incesante empuje que un paradigma dominante impone sobre cómo ser arquitecta y arquitecto. Desde la arquitectura, resistir es practicar la parresia con un doble sentido estratégico: como proceso de autocuestionamiento y como réplica constructiva. Resistir en estos términos es trabajar en arquitectura como una práctica cotidiana, cuestionadora de asunciones culturales y profesionales instauradas, que a través del diseño y mediación tanto espacial como material se dispone a resolver problemas del día a día, en una coyuntura local y a su vez global.

‘Revuelta’ entendida como re-volver y reconocer cómo se ha desempeñado la práctica de la arquitectura en una historia reciente y en contextos no muy distantes. Volver, para aprender de aquellos episodios donde arquitectura e innovación industrial se autoalimentan, identificando qué agentes económicos y qué recursos tecnológicos han hecho y hacen posible la investigación y el diseño, para una fructífera puesta en práctica y testeo de su transferencia a través de la arquitectura.

Revisitar las etapas donde arquitectura y gestión socio-espacial se unen, para identificar cómo se articula el papel de los arquitectos y arquitectas en tanto mediadores y gestores de nuevos contenidos, necesidades y proyectos en contextos tan trascendentes como la educación, la vivienda, el espacio público y la negociación del espacio privado.

Volver a conocer e identificar espacios donde arquitectura y producción cultural cuidan la memoria espacial y material, de forma que se evidencien la profundidad de lo permanente, sea tangible o intangible, ante un paisaje de uso inmediato de los datos y lo efímero de la imagen.

Para que un punto de inflexión o cambio de paradigma sea posible, es necesario idear ‘nuevas prácticas instituyentes’, que la arquitectura aporta como prácticas intelectuales, espaciales y materiales, esto es, trabajo por proyectos. Son numerosos las arquitectas y arquitectos implicados en esta inflexión del paradigma que se centra en la reutilización, la optimización de los recursos, así como el uso y beneficio compartidos.

Trabajar por proyectos, en lo que estamos sobradamente entrenados, implica instituir el entorno de trabajo que hace posible una producción espacial y material crítica, esto es, recorrer un proceso de aproximación sucesiva, abierto a lo contingente y a lo cotidiano, que es el proyecto de arquitectura.

Pero, en un presente percibido como suma de instantes ¿cómo poner en práctica precisamente este gerundio de instituir? Es cada vez más visible que junto a la máxima conectividad, fluencia de información y libertad en las producciones, se desarrolla contradictoriamente una mayor homogeneidad, conflicto, precariedad y servidumbre de nuestras prácticas, ambas caras de la misma moneda.

Son proyectos-instituyentes aquellos que proponen trascender a aquella moneda de cambio, compartir y proponer otra red de prácticas radicales que instauren un acuerdo entre los agentes y las producciones que confluyen en la arquitectura.

Por:
Co-fundadora del Estudio de Arquitectura MEDIOMUNDO Arquitectos y jurado en la VII Edición Arquia/Próxima 2018-2019, representante de la zona sur. Doctora arquitecta (ETSA Sevilla) y profesora de proyectos arquitectónicos desde 2007 en la misma escuela. Es coordinadora y profesora de Cátedra Blanca Sevilla, desde 2007.

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