La superioridad moral de la participación

Con la polarización del discurso aparecen respuestas reaccionarias y mensajes simplificados.
Frank Gehry, en su nombramiento como Premio Príncipe de Asturias 2014, respondía con una peineta al preguntarle qué opina de aquellos que consideran que sus obras no pasan de ser arquitectura espectáculo. | “Make America Great Again” fue el eslogan de campaña utilizado en las últimas elecciones presidenciales de EE.UU en 2016 por Donald Trump.
Edición collage: Pascual Pérez | Idea original collage: Roberto Ros y Pascual Pérez | Fotografía: Faro de Vigo

 

Tras casi medio siglo de una arquitectura mayoritariamente icónica y alejada de un discurso político crítico, se daba paso a una segunda oleada1 de arquitectos y arquitectas comprometidas política y socialmente con el desarrollo urbano. Con origen a principios de los 00’ en movimientos sociales de base, e impulsados más tarde por movimientos políticos globales -15M u Occupy Wall Street, entre otros.- se constituye, principalmente en España2 , un discurso en torno a la problematización de aquello que nos abocó al desastre: la construcción y el objeto arquitectónico.

Ya sea desde el cuestionamiento de los orígenes y fines de dicho objeto -autoconstrucción o el movimiento DIY-, desde la experimentación del objeto más allá de cuestiones técnicas o funcionales -reflexiones y acciones en torno a la idea de dispositivo urbano3   -o desde la negación a su desarrollo -minimización, reciclaje o consultoría técnica4 -, lo cierto es que “construir no está de moda” (ZAERA-POLO, A. 2015).

 

Desde entonces han sido muchas las ocasiones en las que he escuchado a diferentes profesionales de la disciplina devaluar el desarrollo de la arquitectura o la figura del arquitecto/a y todo lo que ello representa.

Mi crítica hacia esto y el título del presente texto ni son una enmienda a la totalidad ni pretenden despreciar todo lo avanzado por el movimiento en los últimos años, menos aun sintiéndome parte del mismo. Simplemente, considero que es importante advertir de los peligros que, malentender dicho hilo discursivo o no profundizar en él, podrían presentar.

En primer lugar, existe el riesgo de adentrarnos en discursos polarizados donde, con la incorporación de la participación ciudadana y el compromiso social en el diseño urbano, cualquier otro acercamiento a la disciplina quede catalogado como “no ético” o “inmoral”.

Por otro lado, puede conducirnos a narrativas algo ingenuas, ofreciendo “únicamente” el bien común, tan ilusionante y necesario como genérico en ocasiones, conformando una visión de la participación ciudadana ajena de todo conflicto (MIESSEN, M. 2011). Aparecen frustraciones internas al no ser capaces de entender cómo, si proporcionamos los procesos y espacios más justos y sostenibles, carecemos de la trascendencia esperada. No profundizamos en las dinámicas de construcción de la ciudad y evitamos enfrentar la complejidad propia de los contextos sociales, políticos o territoriales que afrontamos. Convertimos, así, la participación ciudadana en una visión parcial e incompleta de la sociedad, enfocada en contextos que le son favorables (FREYBERGER, G. 2016).

Por último, y es probablemente la cuestión que más dudas e inquietudes me provoque, nos lleva y encierra en un escenario de escasez debido a la aceptación del discurso basado en la negación de la disciplina constructiva y en la asociación de ésta con el ostento y el despilfarro.

 

El discurso construido en torno a la arquitectura del star system nos ha encorsetado entre palets, bidones reciclados y lonas de tela (AURELI, P.V. 2013, pp 8-9), y nos vemos imposibilitados a la hora de crear nuevos lenguajes e imaginarios.

¿Es posible generar un desarrollo práctico que sea capaz de ir más allá de las dinámicas de resistencia fruto de los orígenes “activistas” y nos conduzca a un nuevo imaginario de transformación y experimentación de lo urbano, sin renunciar a los valores de apertura ciudadana y sostenibilidad urbana?

Trabajar no sólo por la construcción de nuestras propias economías sino buscando afectar las existentes.

Un desarrollo que incorpore la participación, no como condición sine qua non para la práctica de la adecuada arquitectura, sino como sensibilidad aceptada social y disciplinariamente por entendernos todos agentes políticos parte de una colectividad más compleja.

Entender los diferentes acercamientos a la profesión como partes de ese engranaje colectivo. Generar acuerdos y lenguajes más inclusivos, que transmitan un desarrollo de la disciplina diverso pero focalizado en unos valores consensuados y exigiendo los recursos y los escenarios suficientes que lo posibiliten.

Este texto recoge reflexiones y conversaciones compartidas con compañeros de profesión como Marco Rizzetto, Roberto Ros, Pedro Alcántara o Luis G. Sanz.
Agradecer así mismo, junto a estos cuatro compañeros, a Irene Reig, y Artemi Hernández por sus comentarios y aportaciones al debate tras su revisión del texto.
El título del texto es una reapropiación del que da nombre al libro “La superioridad moral de la izquierda”, SÁNCHEZ-CUENCA, I (2018).

 

Documentación y bibliografía

 

  • AURELI, P.V. (2013). Less is Enough, Strelka Press, pp. 8-9.
  • FREYBERGER, G. (2016) “El arte como paliativo social. Limitaciones y fracasos de la intervención artística en las periferias de Sao Paulo”, (Brasil), p. 203 en ARICÓ, G.A.; MANSILLA, J.A.; STANCHIERI, M.L. (2016) “Barrios Corsarios. Memoria histórica, luchas urbanas y cambio social en los márgenes de la ciudad neoliberal”, Pol·len Edicions, pp 197-214.
  • MIESSEN, M. (2011). “The Nightmare of Participation” at the University of Southern California School of Archicture, en https://vimeo.com/31127013
  • OUROSOFF, N. (2008). “It Was Fun Till the Money Ran Out”, New York Times.En https://www.nytimes.com/2008/12/21/arts/design/21ouro.html.
  • ZAERA-POLO, A. (2015). “Ya bien entrado el siglo XXI ¿Las arquitecturas del post-capitalism?”, TEORÍA GIL CASAZZA, en https://teoriagilcasazza.files.wordpress.com/2013/02/zaera-polo-2.pdf

Por:
(Águilas, 1987) Socio cooperativista y cofundador de la Oficina de Innovación Cívica S. Coop. Miembro de la red internacional CivicWise.

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