Academia vs profesión (y II): El necesario relato profesional

Norman Foster siendo investido como Doctor Honoris Causa en la UPM en 2012. Fuente: Anatxu Zabalbeascoa para El Pais

 

Siempre parece que estamos en crisis. Que cualquier tiempo pasado fue mejor. Pero parece verosímil afirmar que –una vez más- vivimos tiempos clave para la profesión de arquitecto.

Y es que, aunque suene a tópico, parece que el mundo gira cada vez a más velocidad. Y no es tanto que ocurran más cosas por segundo, sino que la capacidad de hacerlas circular y divulgarlas que nos otorga la tecnología en un contexto de globalización creciente crece exponencialmente. En este caldo de cultivo de red de neuronas en permanente efervescencia, el conocimiento, las ideas, la técnica, el arte, la cultura… circulan a velocidad de vértigo. Amplificando las libertades, y a la vez obligando a una hiper-regulación que ponga límites.

Los arquitectos nunca hemos tenido tanto acceso a una cantidad ingente de información, ni hemos dispuesto de tanta tecnología para hacer posibles proyectos impensables hace tan sólo una década.

Los cambios son tan rápidos que sólo la calle puede adaptarse a ellos, el mercado es a fin de cuentas quien dicta su ley implacable y gobierna todo.

En este mar tormentoso las chalupas –que son nuestros atomizados Estudios- luchan contra las grandes olas –las que vemos y las que están por venir. Sólo la revolución que la tecnología BIM está suponiendo, y la que implica la adaptación a las Directivas sobre Eficiencia Energética y Sostenibilidad –todas ellas de obligado cumplimiento progresivo hasta 2020- implicarían un cambio de embarcación –tal vez debiéramos pasarnos a goletas, si queremos sobrevivir a un futuro abocado a la galerna permanente…

 

Necesitaremos buena formación y buenas cartas de navegación, pero no estamos seguros de que ni la Universidad ni los Colegios Profesionales estén dispuestos a encontrarse más allá de gestos y necesarias relaciones institucionales… La Arquitectura es a la vez una Bella Arte, una disciplina académica y una profesión. Nuestra identidad pasa necesariamente por estos distintos espejos, y sin ella no podemos proyectarnos eficazmente hacia la sociedad, y contar lo que somos.

Dice Jordi Ludevid, en su discurso Un relato profesional para los arquitectos, que “mucha gente no sabe para qué sirve un arquitecto, más allá de su dimensión artística. Pero sí sabe para qué sirve un médico. Porque los médicos sí tienen una relato profesional reconocible y claramente establecido. Una misión social clara. Pero deberíamos ser conscientes de que si una disciplina no tiene una misión social clara, no puede decirse de ella que sea una profesión. Porque una profesión es una misión”.

 

Pensando en el panorama que espera a los futuros –y los presentes- arquitectos, nos gustaría pensar que las Escuelas serán capaces de adaptar sus planes de estudios a los tiempos que corren; y que los Colegios podrán cumplir sus necesarias funciones de formación continua y control deontológico. Y que ambos lo harán en estrecha colaboración para transmitir a la sociedad lo que somos, y para formar profesionales capacitados para hacer frente a ese horizonte tormentoso y cambiante al que hacíamos referencia.

Porque, según los datos de Unión Profesional, actualmente somos más de tres millones de arquitectos en el mundo, pero sólo un 15-20% firman proyectos.

Por:
- Luis Llopis i Eva Chacón - @luisbonsai, arquitecto ETSAM 1992: Tengo varios másteres y bla, bla. Me apasiona la arquitectura de Fallingwater, viajar tomando apuntes en mi cuaderno de dibujo, y desconectar sumergiéndome en el mundo submarino. @evabonsai, arquitecta ETSAG, 2006: Yo también tengo másteres, doctorado, etc. Soy curiosa por naturaleza, amante de la 'cocina' arquitectónica y la buena música. Si no me encuentras, búscame subida a alguna cubierta, árbol o montaña con buenas vistas. Nos vemos en las redes y en www.bonsaiarquitectos.es

Deja un comentario

Tu correo no se va a publicar.

Últimos posts