No me interesa la Arquitectura.
Foto: Bleah, this leaf didn’t taste good.CC-BY Tambako de Jaguar.
Después de soltar esta fresca y haber captado algo vuestra atención —ya sea por verdadero interés sobre el cómo alguien como yo puede decir algo así o por puro desprecio ante mi estulticia—, me explico.
Esa barbaridad es una frase que le escuché a una gran arquitecta, y mejor amiga, durante muchísimos años. Cada vez que se la escuchaba, yo montaba en cólera:
¿Cómo puedes decir esa barbaridad con los proyectos tan increíbles que hacéis?
No la entendía. No me parecía coherente hacer una arquitectura de la calidad de la suya y decir al mismo tiempo que no le interesaba. Si os digo la verdad, me parecía incluso que iba de sobrada (lo que conociéndola me irritaba más aún por saber perfectamente que eso en ella no era posible).
Ahora, años después y desde una situación muy distinta a aquella, puedo decir que creo que la entiendo perfectamente y que comparto su idea. O quizás no, quizás mi frase tenga otro sentido.
No me interesa la Arquitectura.
Desde que mi esposa/socia/compañera (no necesariamente en ese orden) y yo tuvimos a nuestro hijo y emigramos a Alemania, sucesos casi coincidentes en el tiempo, nuestra forma de ver la profesión ha cambiado en muchos aspectos.
Hemos pasado de ser autónomos a ser asalariados. La gráfica de nuestros ingresos ha pasado de ser una la propia de una montaña rusa diabólica, con caídas en picado, planicies desérticas interminables y pocas pero abrutas remontadas, a tener la regularidad propia de un tren de suizo…
Hemos pasado de tener que luchar —y aquí sabéis a lo que me refiero— día a día, a poder dedicarnos a trabajar. Podréis decir que todos trabajamos pero os puedo asegurar que, ni siendo autónomo, he trabajado con tanta intensidad y continuidad como en estos últimos dos años.
Hemos relativizado las heroicidades. En mi último empleo, he llegado a trabajar cinco semanas en meses de cuatro… En mi nuevo empleo (y dejaré para otro artículo el hecho de que he pasado menos de un mes en situación de desempleo voluntario) he negociado una reducción de jornada para poder dedicar más tiempo a mi familia (y a la tesis…).
Hemos pasado a tener sueldos muy dignos. Como nos gustaría poder decir que teníamos como arquitectos en España, pero por desgracia sabemos que no es así. No conozco a ningún compañero con contrato indefinido en España que cobre siquiera la mitad que nosotros. Perdón, no conozco a ningún compañero con contrato indefinido de arquitecto en España…
Hemos visto que el valor de nuestro trabajo se puede proteger, protegiéndonos a todos. El mito de que los honorarios están protegidos aquí por los HOAI 1 es cierto a medias. Europa también los tiene en el punto de mira, pero si consiguen eliminar la obligatoriedad, creo que la ética profesional alemana hará que las cosas cambien muy poco.
Y qué tiene que ver eso con el desinterés por la Arquitectura. Pues la certeza de que muchos de los males de nuestra profesión, que son los que no me interesa volver a sufrir, van falazmente de la mano de esa A mayúscula.
No me interesa ser un héroe. Me interesa hacer bien mi trabajo, ser un buen profesional, satisfacer las expectativas de mis jefes y/o clientes, llegar pronto a casa para poder cenar con mi familia en horario europeo, poder dedicar el fin de semana completo a ir al parque de picnic, poder permitirme un capricho de vez en cuando… Me interesa vivir de mi trabajo, pero no que una profesión me cueste la vida.
Es lícito que muchos crean que hay que sacrificarse para conseguir la grandeza. Perfecto.
¿Es moralmente reprobable que este quijotismo se defienda como La Forma de ser Arquitect@s? Para mí, después de lo vivido, manifiestamente.
Cuando pienso en este tema me acuerdo de una querida amiga que nos tenía metidos en una lista de twitter entre muchos otros fanáticos. Ojo al nombre de la lista…