Yo, arquitecta, hago huelga el 8 de marzo de 2018
“Yo no deseo que las mujeres tengan poder sobre los hombres sino sobre ellas mismas”.
Mary Wollstonecraft (1759-1797)
“Todas las desgracias del mundo provienen del olvido y el desprecio que hasta hoy se ha hecho de los derechos naturales e imprescindibles de ser mujer”.
Flora Tristán (1803-1844)
El 8 de marzo1 es el día internacional de las mujeres, en realidad de la mujer, pero me gusta utilizar el plural, porque somos muchas y diversas, y como sabréis hay una convocatoria mundial desde los movimientos feministas para que nosotras paremos de trabajar tanto en la esfera de los cuidados o la reproducción como en la esfera del trabajo remunerado o de la producción.
Sí, voy a escribir sobre arquitectura y mujeres, y porqué ir a la huelga. Para muchas personas en nuestro colectivo profesional no hay diferencias entre hombres y mujeres, y, por lo tanto, no es necesario hablar ni de género ni de mujeres, ni es necesario, por lo tanto, ir a la huelga; yo considero que sí e intentaré dar algunas razones.
La presencia de las mujeres en la arquitectura, en sus diferentes ámbitos, está totalmente desequilibrada. No se trata de tiempo, de pensar que ya llegará el momento de igualar la representación femenina y masculina. Los avances conseguidos por las mujeres a lo largo de la historia nos enseñan que no es el tiempo sino la lucha lo que nos ha permitido conseguir los derechos que tenemos. La presencia de mujeres en la arquitectura no es nueva, se remonta a los mismos inicios de la profesión estudiada, y también podemos encontrar ejemplos de cuando la profesión era aprendida en viajes y gremios. De estas últimas, son ejemplo Katherine Briçonnet (1494-1526), Plautilla Bricci (1616-1690) o Elizabeth Wilbraham (1632-1705).
Las primeras que estudiaron arquitectura fueron Mary Louisa Page en la Universidad de Illinois en 1878, y Margaret Hicks en la Universidad de Cornell en 1880 en Estados Unidos de América. En Europa las primeras mujeres arquitectas se formaron en Finlandia a finales del siglo XIX, en 1887 Signe Hornborg (1862-1916) fue aceptada como estudiante “especial”, siendo la primera mujer graduada en 1890.2
En España desde 1757 se expedían títulos de arquitecto en la Academia de San Fernando en Madrid a partir de los cursos de pintura, escultura y arquitectura. A partir de 1847 se crearon los Estudios Especiales de Arquitectura, que evolucionaron hasta que en 1857 se creó la Escuela de Arquitectura, actual ETSAM. En Barcelona entre 1817 y 1850 existió la Clase de Arquitectura cuyos estudiantes tenían que ser convalidados por la Academia de San Fernando, entre 1850 y 1870 funcionó en Barcelona la Escuela de Maestros de Obra hasta que en 1875 se creó la Escuela de Arquitectura de Barcelona.
Sin embargo, para que una mujer se graduara en España de arquitecta hubo que esperar hasta 1936, año en que lo hizo Matilde Ucela y Maórtua (1912-2008) en la ETSAM; en 1940 le siguió Rita Fernández Queimadelos (1911-2008), y hasta 1960 que egresó Milagros Rey Hombre (1930-2014) no hubo otra arquitecta egresada de dicha Escuela. En la ETSAB, la primera arquitecta fue Mercedes Serra Barenys, quien obtuvo el título en 19643.
En América del Sur la primera mujer en obtener el título fue Julia Guarino (1897-1985) en la República Oriental del Uruguay en 1923, no es de extrañar sabiendo que el derecho al voto de las mujeres en este país es reconocido por la Constitución de 1917, si bien tuvieron que esperar hasta 1938 para poder ejercerlo. La primera arquitecta en recibir el título en Argentina, fue Filandia Pizzul (1902-s/d) en 1927 por la Universidad de Buenos Aires, cuando la carrera llevaba creada más de 50 años, desde 1874.4
En las universidades de América del sur desde los años 80 la mitad de los estudiantes son mujeres, en el caso de las dos escuelas de arquitectura de la UPC (ETSAV y ETSAB), esta proporción se alcanzó al final de la primera década del siglo XXI.
Sin embargo, no se trata solamente de la cantidad, sino que entre todos tenemos que trabajar en la visibilidad y el reconocimiento de quienes nos precedieron para no cometer el error de pensar que cada generación es la primera o de las primeras.
Los problemas laborales, de reconocimiento y de salarios, así como los problemas de acoso y violencia que se denuncian en otros ámbitos también están presentes en el mundo de la arquitectura.
Según la encuesta Women in Architecture realizada por el The Architects’ Journal de Gran Bretaña, y sobre una base de 1500 encuestas, más de la mitad de las mujeres, y una quinta parte de los hombres, dicen haber sufrido algún tipo de discriminación o acoso sexual. La encuesta refiere también situaciones de presión por estar embarazada. Seguramente todos hemos oído o conocemos casos de desestimación a la hora de emplear a una arquitecta al saber que es madre o que tiene intenciones de hacerlo, a pesar de estar prohibida esta pregunta en una entrevista de trabajo.
Según el informe del estado de la profesión de 2016, la presencia femenina en las aulas no se ve representada en igualdad de condiciones en el mundo laboral. En Europa hay unos 600.000 arquitectos, de los cuales un 38% son mujeres; en el caso de España, el porcentaje baja al 28%. Los análisis a largo plazo de los ingresos por género muestran que persisten importantes diferencias entre hombres y mujeres. Este estudio señala que los hombres que trabajan a tiempo completo ganan un 48% más que las mujeres en esa situación. Los ingresos de los hombres han aumentado más rápidamente que los de las mujeres, por lo que la diferencia entre ambos géneros ha aumentado en los últimos años.
Por supuesto, como en otras profesiones, en la arquitectura las mujeres son mayoría en los trabajos a tiempo parcial. Las mujeres se colegian menos que los hombres, y desde la crisis se han dado más de baja que los hombres, según datos del COAC elaborados por Carla Habif-Hassid en septiembre 2016. Las arquitectas están también infra-representadas como profesoras en las universidades. Esta escasa representación influye negativamente en los modelos profesionales que reciben las mujeres en las aulas. De alguna manera, las mujeres tienen que elegir, cuando tienen descendencia, dedicarse al trabajo profesional fuera de las aulas, y dejar la docencia como un lujo que no pueden abordar; no así los hombres que pueden más fácilmente combinar dos trabajos profesionales, en la profesión y en la docencia, con tener descendencia.
También, existe brecha de género en las pagas que reciben arquitectas y arquitectos, remitiéndonos nuevamente al estudio de The Architects’ Journal , según datos en Gran Bretaña los directores hombres ganan de media 13.000 libras esterlinas más y en el caso de socios o personal situado en la máxima posición la brecha se abre aún más, de las 70.000 libras esterlinas para las mujeres a las 120.000 para los hombres.
El tener hijos se convierte en un obstáculo para la carrera de las mujeres ya que debido a la organización del sistema laboral hace imposible la compaginación de tiempos y es a las mujeres a quienes les cae la obligación, mayoritariamente, de la conciliación o el abandono laboral para poder cuidar de sus descendientes.
Como decía al comienzo, nos sobran razones para ir a la huelga:
El 8 de marzo de este año se desarrollará una acción internacional inédita. Mujeres de todo el mundo convocan una Huelga Feminista. Una huelga para acabar con el riesgo de pobreza, con las tasas de paro insoportables y de un 3,5% más alto entre las mujeres, con la brecha salarial y con la violencia machista. Esto significa situar en el centro la vida de las personas, dar valor a los cuidados que cada día ponen en marcha a niños y niñas, hombres y mujeres, a todas las personas que habitan el planeta. Estos cuidados, tanto en el ámbito doméstico como en los ámbitos laborales feminizados, son una base de la humanidad para alcanzar la capacidad de avanzar en los conocimientos y la ciencia, para alimentar la máquina productiva.5