Revistas depredadoras. El negocio de las (falsas) revistas académicas.
Me gustaría empezar negando una afirmación que desde hace tiempo daña la imagen de la universidad y de los profesores en relación a la publicación de artículos científicos en revistas académicas. Creo que no es cierto que los profesores universitarios pierdan un tiempo valioso en escribir y conseguir que lo escrito sea publicado para no luego no ser leído por nadie. Muy al contrario, me parece que el ámbito académico ha recibido con interés la eclosión de las revistas académicas aunque, al menos en lo que concierne a España, haya sido una consecuencia de un cambio abrupto en la regulación de la difusión de los resultados como requisito previo a la defensa de las tesis doctorales, para alinearse así con el ya conocido liderazgo del mundo anglosajón en el mundo universitario. Creo que no son pocos los profesores que leen estas publicaciones y sólo la falta de tiempo hace que no sean más leídas.
Bien distinto es el asunto del florecimiento de lo que se conoce como predatory journals o incluso, extendido a toda una organización y no a una única revista, predatory Publishers, es decir, revistas o editoriales depredadoras. Varios autores coinciden en señalar al bibliotecario americano Jeffrey Beall como la persona que acuñó dicho término en el año 2010, y su definición y la de otros ayudan a entender que existe un gran número de revistas depredadoras cuyas malas prácticas han minado la reputación del conjunto de revistas académicas.
La primera señal de que nos encontramos ante una de estas revistas cuyo único fin es el beneficio económico propio es el hecho de que los autores han de pagar una tasa por la publicación de sus textos e incluso por la mera revisión de los mismos por unos supuestos expertos que, lógicamente, probablemente no lo son. La gran mayoría del resto de revistas académicas serias (no podría hablar de la totalidad porque es algo que desconozco y tampoco sé si hay una regulación en contra, más allá de lo que la propia ética podría dictar) no se sirven de la buena intención de aquel que desea publicar, por las razones que sean, y su vinculación a una institución que es la que tiene el verdadero interés en difundir el conocimiento de otros es la que garantiza en primer lugar la transparencia del proceso que, a partir de ahí, se rige por reglas muy similares en todos los casos empezando por los formatos y continuando con la revisión por pares ciegos y demás asuntos regulados y conocidos.
Parece así muy sencillo distinguir una revista depredadora pero por desgracia se ha instalado una urgencia y una necesidad de publicar en la comunidad universitaria que hace que incluso parezca lógico que hasta las publicaciones serias cobren una tasa para pagar, por ejemplo, sus costes de producción, entre los que se encontrarían los revisores externos, y así satisfacer la creciente demanda de profesores universitarios e investigadores que se ven forzados a publicar con mucha frecuencia sus investigaciones y textos de carácter científico. Esta urgencia ha animado a muchas revistas a bombardear a través del correo electrónico a todo aquel susceptible de estar interesado y así todos los que participamos de la vida universitaria recibimos un gran número de correos electrónicos (spam) invitándonos a enviar nuestros textos para su evaluación y posterior publicación en un sinfín de revistas internacionales cuya verdadera intención es, ahora sí, generar una enorme cantidad de ruido que contribuye a la pérdida de confianza en un sistema que ya antes estaba bajo sospecha.
En el fondo de todo ello subyace la impotencia de las nuevas tecnologías para hacerse un hueco fiable en el mundo de la enseñanza universitaria, mientras siguen proliferando negocios de todo tipo que hacen un servicio dudoso y poco transparente al objetivo de la difusión del conocimiento. Pero de ello hablaremos dentro de unas semanas.