Le bon sauvage
“Gardez-vous de la pureté, c’est le vitriol de l’âme… » . Paul Valéry
A contemporary architect’s status.
En el imaginario de la profesión de arquitecto han aparecido históricamente diversos paradigmas. No tan lejano está el del genio cosmopolita globalizado, defendiendo la globalización y, en sus palabras, lo genérico, y proponiendo sin cesar nuevos horizontes, encontrándose éstos en Atlanta o en China. En el clima intelectual del fin de siglo esta figura profesional emergió, con sus correspondientes sacerdotes (pienso en Rem Koolhaas) y una amplia legión de, en muchos casos, menos sofisticadas figuras que se lanzaban apresurada y glotonamente sobre el amplio mercado en donde el estilo personal icónico, la confianza en la bondad extraterritorial de la técnica (ecos del high tech) o simplemente restos de modernidades o clasicismos amanerados se aplicaban.
La crisis económica de principios de siglo, y la amplia conciencia colectiva frente a la devastación producida por esta actitud han hecho que esta línea de argumentación, digamos cosmopolita y globalizadora, haya perdido su prestigio intelectual. Frente a ella, recientemente, hay muchos datos que anuncian la proposición de un nuevo mito con amplio consenso colectivo y mediático.
Frente al ilustrado cosmopolita anterior, nos encontramos ahora en presencia del, utilizando la nomenclatura Rousseauniana1 , Buen Salvaje 2 . Rousseau, en abierta polémica contra la Ilustración de los enciclopedistas volterianos, defendía como esencia de verdad y de pureza al “buen salvaje”, al Emilio incontaminado en el mundo “natural”.
En nuestro campo los mitos presentes colectivamente activos parecen anunciar procesos semejantes.
Frente a la globalización, defensa de lo local. Frente a lo cosmopolita, ruralismo. El artista ahora vive en el pueblo, preferentemente en lugares poco accesibles: las montañas. Sean éstas los Alpes o los Pirineos.
El buen salvaje tiene a gala desdeñar la tecnología, y en su aparente retiro de anacoreta, por supuesto, no tiene web, secretaria ni ninguno de los medios de comunicación y organización habituales.
Este personaje habla poco, pero cuando lo hace no siempre utiliza argumentos racionales, se encuentra cómodo en una cierta metafísica cuasi religiosa. Temas queridos de su santoral son: la arquitectura como transmisora de emociones, el espacio como atmósfera, la naturaleza como referencia primigenia, acultural, esencial.
Emoción, atmósfera, naturaleza, temas propios de esta actitud.
Aquí le añadiría material. La visión corta que esta actitud exhibe orgullosamente, se encuentra con el mundo físico del proyecto y hace de él, frecuentemente, argumento central. El objeto acentúa sus cualidades matéricas, su presencia 3 próxima, táctil, sensible, protagonista.
La aparición de esta figura, entendible históricamente como alternativa a las proposiciones anteriores ya claramente no pertinentes, no esconde – a mi juicio – su debilidad.
Si fuera cierto su rural alejamiento de la escena urbana y global dejaría a esta proposición sin capacidad de intervención fuera de su entorno, del pueblo. Significaría encontrarnos frente a una experiencia atractiva por lo arcaico y entrañable, sin posibilidades de desarrollo a mayores horizontes.
En una historia como la nuestra en donde el cambio pese a todo es siempre protagonista, probablemente se estén ya anunciando nuevas figuras en donde la globalización no suponga oposición a lo local, la inteligencia y la razón sean valores compartidos y sirvan para construir lenguajes y análisis globalmente comprensibles, la forma tenga sentido y no solo valor metafísico, y la obertura cosmopolita sea un instrumento eficaz de construcción de lo nuevo.