Participación Ciudadana I. ¿Qué?
El necesario camino hacia la transversalidad ideológica.
El respeto de los Derechos Humanos es considerado un objetivo transversal a cualquier régimen democrático. El respeto y vigilancia de sus preceptos es algo que se presupone en los programas de cualquier partido político decente sin importar si se consideran a sí mismos de “derechas” o de “izquierdas”. Su redacción y paulatina implantación después de la segunda guerra mundial fue un éxito global sin precedentes y a pesar de que no siempre se cumplen, su existencia ha traído más bienestar, seguridad y progreso social a la humanidad.
Desgraciadamente esta transversalidad ideológica es una excepción.
Elanor Roosvelt
Subir de nivel en participación ciudadana. Decálogo abierto.
Hasta ahora, la toma de decisiones y el otorgado de los ‘okeys‘ necesarios para transformar el espacio público o construir una infraestructura se realizaba en despachos cerrados, entendemos que más por evitarse problemas que por otra cosa, el resultado era que proyectos de gran calado pasaban desapercibidos hasta que las máquinas comenzaban a excavar, que es siempre el momento preciso en que el ciudadano toma conciencia de lo que va a ocurrir. Comenzada la obra protestar, y no digamos ya participar, era muy complicado. Con los Planes Generales de Ordenación ocurre parecido. Los trámites para opinar o alegar resultan tortuoso y poco apetecible, la “participación”, que por ley se requiere, se reduce a exponer unos tristes paneles en una sala municipal donde indescifrables planos explican lo que iba a ocurrir en tu barrio.
Por otro lado, debemos reconocer que muchas veces el mismo hecho de pedir opinión bloqueará la propia iniciativa de participación. Es muy fácil que un bienintencionado ejercicio de participación en el espacio público sea interpretado como una imposición desde el equipo gobernante, quedando todo paralizado y los ánimos del barrio caldeados. Es la ‘paradoja de la participación’, que está teniendo múltiples ejemplos en ayuntamientos de toda España, sobre todo en consistorios formados por partidos políticos de reciente creación.
Si queremos que la Participación Ciudadana salga de su estado primigenio o naif para convertirse en una verdadera herramienta para ciudadanos y políticos proponemos abordar los dos puntos expuestos ‘Transversalidad ideológica’ y ‘La paradoja de la participación’, a través de este decálogo abierto que brevemente enumeramos:
- Diseñarla en todas sus fases temporales. Es necesario un proyecto global de comunicación previa, ejecución y sobre todo gestión una vez implementada. Una quedada de vecinos para dibujar dónde irán los árboles en una plaza no es participación.
- Gestión del disenso. Asumir que la ciudad se hace de negociaciones. El consenso en la ciudad no existe, buscarlo solo garantiza la frustración.
- Otras formas de representación. Para comunicar y garantizar que cualquiera pueda entender la ciudad propuesta es necesario adaptar las formas de contarlo y sus lenguajes más allá de las que ya conocemos.
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Las soluciones ya están ahí. En las formas de vida, inteligencias colectivas y la red de humanos que lo habitan residen todas las respuestas para un territorio, sólo hace falta extraerlas.
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Aprendizaje de ida y vuelta. Ciudadanos y planeadores: la experticia de unos es el aprendizaje de otros.
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Más incomodidades. Las prácticas participadas multiplicarán el gasto, los esfuerzos y las complejidades. No nos engañemos.
Mientras asuntos cruciales que tengan que ver con la preservación de los ecosistemas, el desarrollo económico equilibrado o la mejora de la vida democrática sean identificadas como temas que pertenecen a una sola ideología política nunca jamás podrán ser una realidad efectiva. La identificación concepto-ideología provoca por parte de la ciudadanía una inmediata y acrítica adhesión o por el contrario un furibundo rechazo.
De la misma manera, en lo que concierne al desarrollo contemporáneo del espacio público y la ordenación del territorio se hace imprescindible desligar sus políticas emergentes de una interesada carga ideológica para que puedan ser apreciadas sin prejuicios y explicadas con claridad como lo que son: una necesidad para el progreso (e incluso la subsistencia) de nuestra sociedad.