La muerte os sienta tan bien

Portada de la edición española de 1948 (No es verdad que sea la muerte) de la extraordinaria novela de Giovanni Mosca Non è ver che sia la morte, 1941.

 

Sí, soy un poco morboso. Pero es que me gusta tanto enterarme de detalles y anécdotas de la gente que admiro que hasta sus muertes me interesan. Creo que, en muchos casos, la muerte es la clave de una vida, su resolución, y nos da una nueva perspectiva para entender las obras que más queremos. Pero a casi todo el mundo le da mucha vergüenza contar detalles de la muerte de los demás. Parece algo de muy mal gusto, algo muy grosero y maleducado. Y me quedo con las ganas.

Eso me pasó con Carlo Scarpa. En el libro de bolsillo que tenía desde la época de la escuela pone que murió “de un banal accidente”. Imaginaos qué curiosidad. Busqué por todas partes y nada, ninguna noticia.

Incluso me puse en contacto con el Centro Carlo Scarpa, pero ni se dignaron responderme. Busqué en internet y encontré tres versiones diferentes de su muerte.

¡Qué rabia! ¿Por qué no se dedicaba nadie a escribir sobre estas cosas?

Así que me puse a hacerlo yo.

 

Ya digo que hay algo de morbo, de cotilleo insano en todo eso. Pero también os digo que necesito saber si los grandes arquitectos que tanto admiro murieron heroicamente, o tontamente, o de una manera solitaria y triste, o borrachos, o gozando de la amistad y el cariño de quienes les rodeaban. Necesito saberlo para hacerme una imagen más precisa de la persona y aprender a valorar su obra de otra manera, de una manera más trascendental o tal vez lo contrario: más intrascendente y banal.

Me puse a escribir sobre Scarpa y no me salía. No tenía datos suficientes y lo poco que había conseguido averiguar se me escapaba. Entonces hice una tontería que resultó útil: Uno de los escritores que había leído para ambientarme y documentarme sobre Japón era Lafcadio Hearn, que tenía muchos cuentos un tanto raros sobre la cultura y la espiritualidad japonesas. Empecé a escribir sobre Scarpa un cuento espiritista con el tono de Hearn y me salió algo aceptable.

Entonces me puse a escribir otros relatos, cada uno en un estilo literario diferente, sobre las muertes de otros arquitectos, y quedó una curiosa colección (toda ella dedicada a Raymond Queneau y a sus Ejercicios de Estilo).

 

A mi hermana le gustó mucho el juego y le dio por ilustrar cada relato con un estilo gráfico distinto, y salió así una especie de maraña triple en la que cada cuento homenajeaba a un arquitecto, a un escritor (o estilo literario) y a un pintor (o estilo pictórico), y los cruzaba de una manera sorprendente y a menudo inconsciente.

Ediciones Asimétricas entró en el juego con entusiasmo (acceder al libro). Propusieron ideas nuevas, sugirieron algunos cambios, se cayeron un par de arquitectos y se sumaron otros cuatro o cinco, y cada reunión era un nuevo descubrimiento. Hicieron un trabajo apasionado e intenso y dieron a la luz y a la imprenta una colección de veintitrés necrológicas arquitectónicas (Necrotectónicas) que siempre les agradeceré.

Por:
Soy arquitecto desde 1985, y desde entonces vengo ejerciendo la profesión liberal. Arquitecto “con los pies en el suelo” y con mucha obra “normal” y “sensata” a sus espaldas. Además de la arquitectura me entusiasma la literatura. Acabo de publicar un libro, Necrotectónicas, que consta de veintitrés relatos sobre las muertes de veintitrés arquitectos ilustres.

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