Arquitectura que no entra por los ojos
Desde El País, Del tirador a la ciudad
“La letra pequeña de los supermercados es el oráculo de nuestros días. A pesar de impulsar lo que necesitan vender o lo que más provecho genera –son un negocio, no una ONG- está en su naturaleza escuchar al usuario, no sólo ilusionarlo. Por eso una cadena de supermercados que funciona tiene una ideología de quita y pon. Cuando decide prescindir de las bolsas de plástico, incluso cobrarlas, no vender productos con aceite de palma, no ofrecer cosméticos que contengan parabenos, retirar las bandejas de porexpán y dejar que los clientes compren las frutas, el pollo o el queso a granel está invirtiendo en publicidad. Está transmitiendo que está escuchando al público y, en realidad, está dejando constancia de las pequeñas batallas que desea zanjar. Son pequeñas porque de la misma manera que ahora retira el porexpán atendiendo a nuestra demanda, comenzó a utilizarlo para que pudiéramos comprar más rápido, sin necesidad de hacer cola para que nos atendiera un encargado de la frutería. Aquellas prisas también eran nuestra demanda.
Así las pequeñas batallas tienen poca memoria y sirven para defender una cosa y su contrario no porque rectificar sea de sabios sino porque, eso lo sabemos, el cliente siempre tiene razón. Sin embargo, también sabemos que la guerra contra nuestro estilo de vida no se libra tanto en los supermercados como en las granjas ganaderas y en los campos de cultivo. La industrialización de la agricultura no sólo ha afectado al paisaje, también ha descontrolado nuestra alimentación (…)”
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