El aprendizaje dual.
No resulta fácil establecer un marco regulatorio adecuado a las necesidades urgentes y realidades diversas de la Universidad en España, si bien urge revisar en profundidad los fines y los medios de esta venerable institución. La evolución de la sociedad en su conjunto -los retos compartidos- plantea la necesidad de nuevos perfiles y profesionales interdependientes que puedan atender el complejo escenario de la empleabilidad, una de las razones de ser del constructo educativo aunque no la única, tal vez tampoco la más importante. En el presente curso 2016-17, el sistema universitario español perdió cerca de 140.000 alumnos, fruto, por un lado, de la tendencia demográfica en pirámide invertida, la contumaz reiteración en políticas de recorte y recursos insuficientes o en el propio sistema interno excesivamente endogámico, aunque también -y conviene no olvidarlo- ante la progresiva pérdida de sentido del ciclo universitario como antesala de un empleo remunerado. ¿Se entiende desde la mecánica académica la escala y dimensión del problema, la trascendencia del momento actual?
Hace apenas semanas, la Comunidad de Madrid presentaba el borrador del Anteproyecto de Ley del Espacio Madrileño de Educación Superior (EMES) (1). Mucho se ha escrito tanto en prensa como en medios de comunicación sobre las nuevas fórmulas de financiación propuestas para la universidad pública: una de las novedades que se propone medir -entre otras- será la inserción laboral de los egresados, identificando directamente el empleo con la financiación recibida o la adscripción de recursos públicos: ¿qué pasará con las Escuelas o Facultades con menor empleabilidad a corto plazo? En lo relativo a la investigación, los criterios “mensurables y objetivos” insisten en el número de publicaciones y su índice de impacto, así como la capacidad de los proyectos para obtener fondos (o ingresos al margen del número de matrículas), insistiendo una vez más en un modelo auto-referenciado, competitivo y voraz ocupado en su propia estructura gris e híper-acumulativa. El resto de buenas intenciones chocan en muchos casos con las memorias verificadas de cada titulación o las reglas internas de cada facultad y/o departamento (nuevas metodologías docentes, planes de estudio bilingües, etc.). La inercia es tan grande como los retos que desde otros ámbitos se plantean.
Resulta urgente clarificar en qué medida la demanda real de empleo puede determinar de manera taxativa el futuro de algunas titulaciones, escuelas o facultades. Es evidente que la Universidad entendida como una fábrica de parados resulta un instrumento tan ineficaz como insostenible, poco higiénico a nivel social, decadente y prescindible a corto y medio plazo (2). Sin embargo, no es menos cierto que la Universidad debe también promover la inteligencia colectiva capaz de interpretar la realidad en forma crítica con el sistema, desde la actitud reflexiva y regeneradora que habilita el conocimiento en aras del verdadero interés general y progreso común, civil y panhumano. Integrar agentes de la sociedad civil, instituciones, colectivos, administración o empresa; dialogar y escuchar, proponer y prototipar, colaborar y compartir; hacer pedagogía desde el aprendizaje, trabajar en equipo, salir a la calle, observar el planeta: la universidad debe mostrar el compromiso necesario para mejorar -sin excepciones- el Mundo, incluido un mercado laboral al que no debe simplemente servir o abastecer, sino más bien vigilar desde la cooperación generosa, el aprendizaje mutuo y la fidelidad a sus propios objetivos y principios fundacionales (3). De la formación académica al aprendizaje dual.
NOTAS
(1) Ver Anteproyecto de Ley aquí:
(2) No es casualidad que muchos licenciados y jóvenes con estudios superiores se incorporen a la FP Dual -vinculada con el aprendizaje productivo- como vía para conseguir un empleo: http://www.elmundo.es/madrid/2017/01/04/586bdb9c468aebe1338b45d9.html
(3) Vigilar: velar sobre alguien o algo, o atender exacta y cuidadosamente a él o a ello. RAE.