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El problema de la alta ocupación turística en algunas ciudades está movilizando a los vecinos, que perciben esta actividad como algo molesto. Es tarea de todos integrar la creciente afluencia de visitantes, estableciendo las sinergias adecuadas, aprovechando las oportunidades que ofrece y minimizando su impacto en la relación de los vecinos con la ciudad.
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Siguiendo los pasos de otras comunidades, en Galicia acaba de entrar en vigor la regulación de viviendas de “uso turístico”. Con ella se pretende visibilizar el gran número de viviendas particulares que se utilizan para este uso, acogiendo buena parte de los visitantes y provocando un fuerte impacto en las ciudades.
Es una forma de alojamiento muy cómoda y suele ser más económica que un hotel. Además, el rendimiento económico de un apartamento alquilado a turistas por días es mucho más alto que el que se consigue alquilándolo por temporadas más largas.
Por estas y otras cuestiones, cada vez hay más viviendas turísticas en el centro de las ciudades y, como consecuencia, el tejido terciario se va adaptando a las necesidades de consumo de los nuevos ocupantes.
Los establecimientos que cubrían las necesidades de los residentes habituales (comercios de proximidad y servicios primarios) van siendo sustituidos por otros (de comida preparada, recuerdos turísticos…) contribuyendo a desalojarlos a otras zonas de la ciudad.
Este fenómeno está muy avanzado en ciudades como Barcelona, Valencia o Madrid, en las que se busca solución desde hace tiempo. El primer paso suele ser prohibir el “uso turístico” en las zonas más saturadas, mientras se busca la forma de regularlo. En general, se plantean las siguientes medidas:
1_ Limitar el número de alojamientos destinados exclusivamente al alquiler turístico
2_ Establecer un límite de días de alquiler para que una vivienda particular pase ser una actividad económica
3_ Implantar una tasa para la inspección y sanción de los alojamientos ilegales
Numerosos expertos analizan la cuestión en diversos foros internacionales, pues el problema es global, pero no es tarea fácil.
Debemos tener en cuenta que el turismo es una importante actividad económica por lo que debemos encontrar el equilibrio para que conviva con el resto de actividades de nuestras poblaciones, integrándose y enriqueciéndolas.
Si el consumo de apartamentos turísticos sigue creciendo la solución no puede ser prohibirlo sin más. Debemos entender los motivos de esta demanda e intentar responder, aprovechando la oportunidad de establecer sinergias en beneficio de la ciudad.
Saldremos ganando si ponemos en valor para el turismo no sólo el espacio físico de la ciudad, sus parques y sus monumentos; sino las características culturales, económicas y sociales que nos diferencian, incluso la industria propia de cada lugar.
En las zonas costeras, además de las playas y restaurantes, la actividad pesquera y artesanal puede suponer un aliciente para los turistas y una inversión de capital para estas actividades.
En pequeñas poblaciones en las que no tiene sentido una instalación hotelera, el uso turístico de apartamentos puede contribuir a la rehabilitación de edificaciones antiguas beneficiándose de ello todos los vecinos. Además, el aumento de población que supone el turismo en algunos lugares, permite implantar servicios que no serían posibles de otra forma.
Afortunadamente, el turismo no se limita ya a capitales o a ciudades importantes. Podemos visitar cualquier pequeña población si hay alguien dispuesto a ofrecernos alojamiento. Con una tienda de cabaña algunos nos apañamos; pero de esta forma es más fácil, más cómodo, más accesible y más inclusivo.
La necesidad de conocer lugares y culturas siempre ha existido y es bueno que cada vez esté al alcance de más personas; porque viajar es vivir, abre la mente y nos hace mejores personas.
La convivencia con el turismo es un tema complejo, pero sin duda, con el tiempo y las decisiones adecuadas, la ciudad evolucionará integrando esta actividad en la vida urbana.
* Imagen Niza, Francia. Autor Paul Rysz
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