PRÓXIMA, APRENDIZAJE COLECTIVO (II)
Por Eva Morales
Miembro del Jurado
V Edición 2014-2015
#Arquia/Próxima
Reflexiones sobre las propuestas presentadas a la última edición.
¿Dónde, cuándo, cómo, con cuánto y para qué?
Llegados a este punto, vamos sintiendo ya la necesidad de retomar la disciplina arquitectónica de nuevo, deseándonos despertar de este mal sueño. Pero, ¿qué ha pasado en este tiempo?, ¿hemos sabido entender el momento que nos ha tocado vivir?
Es aquí donde se vislumbra una pugna entre la Arquitectura, con mayúsculas, y las supuestas “nuevas tendencias”, como si cada uno de nosotros nos tuviéramos que ubicar en uno u otro lado y no existiera, entre ambos, diversidad de estados intermedios. A mi parecer, creo innecesario alimentar el debate de lo que es válido o no en la arquitectura de forma genérica. Así, todo dependerá de dónde, cuándo, cómo, con cuánto y para qué, y el debate dejaría de ser arbitrario. Pero, lo que sí me parece claro es la necesidad de pasar a la acción y dejar de esperar, tanto a tiempos mejores, como al enunciado o concurso perfecto.
En cualquier caso, tenemos la responsabilidad de trabajar para mejorar el entorno en el que vivimos: el territorio, las ciudades, el espacio público y las viviendas en las que habitamos. Y para ello habrá que ver qué estrategia o herramienta arquitectónica es la más adecuada para cada caso, manteniéndonos abiertos a aprender, recordar y/o reafirmar aquellas que ya sabíamos. Creo, por ello, que es momento de dejar de situarnos en “nuestro paradigma”, cualquiera que sea, para lanzar puentes entre lo nuevo y lo viejo, lo disciplinario y no disciplinario, lo tradicionalmente arquitectónico y lo que esté por venir… Es decir, no se trata tanto de enrocarnos en las diferencias, sino de establecer puentes entre las arquitecturas que, según el contexto y el caso, serán necesarias.
Cuando nos empeñamos en marcar los límites con el otro, dejamos de tener la mirada receptiva a propuestas nuevas y, en definitiva, a aprender. Y, si nos mantenemos así, seguiremos gastando energía innecesaria y nos olvidaremos de lo importante: caminar hacia una ciudad más humana, bella, asequible y equitativa posible; mejorando la vida de las personas que la habitan. En este sentido, en esta edición de Arquia/Próxima hemos encontrado proyectos que nos descubren posibilidades urbanas para vivir mejor: como las que, por ejemplo, diseñan nuevos espacios con la construcción del nuevo acceso al centro histórico de una ciudad; las que reforman espacios existentes, sacándole luz a un sótano en mal estado para convertirlo en vivienda o transforman el local de un edificio cualquiera, en un espacio multifuncional para deportistas con discapacidad; las que apuestan por propuestas prácticas y teóricas de mejora del espacio público con bajos recursos, materiales ecológicos y de producción local; o las que establecen bases teóricas para actuar con recursos limitados en la reutilización de espacios y arquitecturas; las que apuestan por cultivar la difusión e impulso de la arquitectura, desde plataformas de diversa índole; o las que establecen una estrategia colectiva de mejora de barrio con bajos recursos a través del autoempleo de los vecinos; etc. Éstas y otras muchas apuestas que, entre otras cosas, nos están enseñando el amplio espectro que la arquitectura puede afrontar, compartiendo equipo cada vez más con otras disciplinas ligadas al ámbito de la construcción o a ámbitos de la ecología, de lo social, de la economía, la política o el derecho, etc.
… De procesos
Bajo mi punto de vista, es importante entender a nivel metodológico y conceptual que el quehacer urbano genera y se compone, más que de objetos, de procesos con estados intermedios –como puede ser la construcción de un edificio, que no termina ahí—. La ciudad sigue, se habita, interacciona, se transforma, incorpora o rechaza los elementos que en ella aterrizan. Desde esta perspectiva, aparecen nuevos elementos a tener en cuenta: como el tiempo de los procesos, los actores que en éstos intervienen, las personas que lo habitan, el espacio que transforman más allá de sus fachadas, así como los recursos utilizados, entre otros. Si entendemos que la ciudad es un proceso, la arquitectura y el urbanismo tendrían que entenderse dentro del mismo. Pero, ¿cómo podemos valorar las propuestas que hacemos dentro del proceso de hacer ciudad, más allá de objetos concluidos y cerrados en sí mismos?
Llegados aquí, me atrevo a lanzar una serie de preguntas que quizás nos podrían ayudar a incorporar nuevos formatos que nos permitan entender y valorar lo que cada una de las propuestas realizadas generan, más allá de sus límites, más allá de su espacio, más allá de su tiempo:
¿Cómo valorar el uso de los espacios y no solo su forma?
La economía: ¿cómo valorar el gasto energético y monetario que tienen las obras e intervenciones en la ciudad?
¿Qué capacidad de transformación social tienen los espacios que construimos? ¿Y de generación colectiva de hacer ciudad?
Y la capacidad de transferencia a otros contextos, ¿cómo se gestiona? ¿Cómo hacer el abordaje integral y complejo de la transformación urbana desde la perspectiva transdisciplinar?
Pues bien, ¿se podrían valorar estos criterios de alguna manera? ¿Cómo podríamos visibilizarlos en una plataforma abierta como Arquia/Próxima?