CAMBIO DE FASE

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Por Victor Navarro

Miembro del Jurado

V Edición 2014-2015

#Arquia/Próxima

Comparte sus reflexiones sobre las propuestas presentadas a la última edición.

CAMBIO DE FASE

Ante la perspectiva apocada de lo que nos rodea, todo aquello que huela a inédito produce una excitación sistémica y contagiosa. Esa fascinación que nos mantiene alerta para detectar lo nunca visto es la que nos ha convocado entorno a Arquia/Próxima. En parte, estamos aquí para observar si los trabajos presentados en esta plataforma nos dan pistas sobre quién va a pensar y proyectar el futuro.

Lo nuevo empieza a ser una exigencia. Los cambios culturales y tecnológicos han provocado una fractura viva y en dilatación constante con los tiempos precedentes. Intentar cerrarla, como si nada hubiera ocurrido, se revela como una tarea imposible. Y por el contrario, la necesidad de reconstruirnos bajo los nuevos paradigmas no deja de producir una vertiginosa incertidumbre. Nos cuesta encontrar un nuevo marco crítico con el que afrontar los cambios y, ante la ansiedad por la acción disolvente del presente, nos afanamos en buscar referentes con los que rediseñarlos. Lo interesante es que frente a otras épocas en las que la experiencia y el saber atesorado se convertían en únicas autoridades reconocidas hoy en día la esperanza de lo precoz ha tomado en buena parte esa posición. Esa es la razón por la que la atención se centra con empeño en lo joven. No estamos dispuestos ni podemos permitirnos desperdiciar talento o dejar pasar la oportunidad de descubrirlo. Hay que estar al tanto, “al loro”, a la última. Hoy lo joven se equipara y confunde como lo nuevo. Son contadas las épocas precedentes en arquitectura donde lo joven ha estado tan expuesto a escrutinio, ¿habrá habido alguna vez una juventud tan observada? Lo que vivimos no es una atención tierna, sino un interés ávido. Los jóvenes son juzgados y azuzados, aplaudidos y evaluados. Se espera de ellos que sean capaces de darnos pistas sobre como habitar el mundo.

Este estado de alerta explica el oportunismo, dicho en el buen sentido, con el que la Fundación Arquia decidió poner en marcha un programa ambicioso para detectar y cartografiar la irrupción de los recién titulados en la práctica arquitectónica española. Se propuso un constelación de formatos capaz de convocar –plataforma web-, analizar- un catálogo-, discutir –foro- y valorar –premio- las realizaciones de una generación arquitectónica en construcción. El proyecto se ha mostrado de máxima utilidad. Ha servido para construir una red contactos y aportar un sentido de pertenencia que va más allá de vínculos geográficos o universitarios. Son muchos los que, a través de esta plataforma, han identificado actitudes hermanas, pensamientos compartidos o afinidades electivas. Los participantes han reconocido estrategias y modos proyectuales que resonaban en su propio trabajo. Es sin duda ese uno de sus mayores logros, haber sido punto de encuentro para una generación de arquitectos.

La tarea de Arquia/Próxima es ambiciosa, quiere ser registro de un periodo excitante en la trayectoria de un arquitecto, el inicio. El objetivo es relevante: tomar el pulso al lapso que inaugura un plan y un pensamiento arquitectónico. Ya sea meditado o no, se presupone que ese periodo es fértil y determinante en la construcción de un texto propio. Si la obtención de un título, desde un punto de vista legal o burocrático, marca un antes y después en la capacidad de obrar, parece que la década es una extensión más próxima al tiempo necesario que requiere construir una actitud o una intención arquitectónica. El intervalo, los diez años, es el tiempo elegido para analizar un proceso complejo y difícil de escudriñar: el inicio de las prácticas arquitectónicas en la geografía española.

Diez años han pasado también desde que Arquia/Próxima iniciara su andadura. Esta V edición nos puede servir para hacer un análisis de los resultados con una visión panorámica y retroactiva. El objetivo no es tanto establecer comparaciones entre las diferentes ediciones, sino interpretar como ha afectado el paso de los años a este sensor específico y que factores merecen ser analizados por este programa de cara al futuro. Es un buen momento para preguntarnos si las evidencias que refleja son coyunturales o marcan un cambio sistémico.

Hagamos un breve repaso a la participación en las diferentes ediciones. Las fechas delatan una trascendente diferencia de contexto entre la primera y la última convocatoria. La transformación ha sido acusada y ha tenido su reflejo en la evolución del programa. La primera edición, ajena aún a las turbulencias que habrían de venir, contó con 800 realizaciones recopiladas en el periodo 2006-2007. El hecho de su novedad seguramente penalizó el número de entradas, pero para una primera edición fue todo un éxito. Lo demuestra el devenir de las siguientes convocatorias: los bienios 2008-2009 y 2010-2011, batieron records con 1.200 y 1.400 registros. La cantidad de trabajo mostraba un estado de ánimo y una tensión productiva voluntarista y apasionada. Lo que seguramente la inercia y la ilusión había mantenido en los años turbulentos de la crisis, no se sostuvo en la siguiente convocatoria. Para el periodo 2012-2013 se alcanzaron menos de la mitad, apenas 600 entradas. En esta última convocatoria, 2014-2015, la cifra no ha alcanzado las 300 realizaciones nuevas. Muy por debajo de la primera convocatoria.[1]

La menor cantidad no afecta a la calidad de los trabajos. En esta convocatoria otra vez se percibe una tensión productiva y una riqueza sorprendente en las formas de practicar la arquitectura. La diversidad de objetivos y la consistencia de las propuestas entre los seleccionados es equiparable a la de anteriores convocatorias. Pero, por otra parte, la progresión decreciente entre los registros invita a reflexionar sobre algunos aspectos internos y periféricos. Sin duda los acontecimientos económicos han afectado con crudeza a la práctica arquitectónica y han de ser valorados con atención. Sin embargo, justificar la caída de registros con los mismos parámetros con los que se han valorado la crisis en otros campos de la arquitectura sería perder la oportunidad de realizar un análisis diferencial y más profundo. Este análisis concreto podrá aportar causas que van de lo coyuntural a lo simbólico y de lo geográfico a lo generacional.

A Arquia/Próxima tradicionalmente se presentan arquitectos que está empezando a construir un texto propio y que han decidido registrarlo con la intención de ponerlo a prueba. No andaríamos desencaminados si pensáramos que comparten la ambición generosa de medir su trabajo con otros, para evaluar su repercusión y, al mismo tiempo, tantear el alcance de sus capacidades. Es evidente que si ha bajado la cantidad de registros es porque muchos han renunciado a ocupar un territorio que les pertenece. Una reticencia que contrasta con aquellos, que una vez superado el temor a participar, decide presentar prácticamente toda su producción, lo que demuestra que han entendido la plataforma no como un concurso en el que apostar por un mejor trabajo, sino como un inventario de su producción en conjunto. Es especialmente interesante comprobar como la multiplicidad de trabajos presentados por algunos participantes, en sucesivas convocatorias, permite establecer un itinerario que se va afinando y haciendo más consistente con el paso del tiempo. La reiteración en las convocatorias demuestra una fidelidad al proyecto de la fundación, que se sostiene entre los que llevan más años participando.

Sin embargo, lo que es preocupante para el objetivo de registro de Arquia/Próxima es la desconexión con los que deberían haberse presentado y no lo han hecho. Las causas, sin duda, han de ser variadas. Evidenciar solo las externas, como la crisis económica, quizá solo este ocultando otras internas más sensibles. Cuando hablamos de la crisis como causa, nos referimos a una situación inevitable, acaecida con arbitrariedad y sin justicia. Esa justificación exógena podría resumirse en tres vectores. El primero apunta a la caída de los encargos y al estado de inseguridad que ha dificultado la realización de proyectos propios. Los encargos siguen siendo bajos y la posibilidad de financiar o promover proyectos personales es difícil. El segundo, tendría una dimensión geográfica. La falta de oportunidades en nuestro país ha obligado a muchos a emigrar y buscar alternativas fuera. Gran parte de ese colectivo lo formaba un tejido creativo y ambicioso que era el caldo de cultivo habitual de Arquia/Próxima. Aunque es cierto que en esta convocatoria hay varios trabajos que se han producido desde el extranjero, y por lo tanto evidencian que Arquia/Próxima sigue siendo un referente más allá de nuestras fronteras, es fácil entender que muchos se han ido fuera a trabajar en oficinas ya establecidas o en proyectos no personales. El tercer vector apuntaría a una cuestión temporal. Las personas o colectivos con voluntad de establecer un proyecto propio ya no lo hacen o no lo pueden hacer en el intervalo de los primeros diez años al finalizar la carrera. Esa fractura podría revelar que el decenio tras la obtención del título ya no es un periodo suficiente para estudiar las prácticas emergentes en este país.

Estas causas, posibles y reales en muchos casos, no deberían alejarnos de otras más perturbadoras para la supervivencia de esta plataforma. La primera explicación que viene a la cabeza es la posibilidad de que Arquia/Próxima haya dejado de ser un referente en el que mostrar los primeros trabajos. Quizá la plataforma no represente un espacio atractivo de visibilidad, ni las recompensas que ofrecen un atractivo suficiente. ¿Demasiado institucional? La velocidad con la que las tendencias se suceden y la volatilidad de las preferencias invitarían a tomar esa posibilidad en serio. Se echan en falta propuestas y manifestaciones que, a través de otros canales más alternativos, sí se han visto desfilar por redes y a través del boca a boca. Sin embargo, un tanteo poco preciso, aunque revelador, como el de preguntar a conocidos en la edad de presentarse y que no han aparecido entre los registrados, no manifiesta un distanciamiento con la plataforma. Por el contrario, demuestran un cierto respeto y una autoexclusión por motivos en muchos casos parecidos. La renuncia quedaba justificada en una despreocupada dejadez: Se había pasado el plazo o no se habían acordado. Detrás de esas coartadas se dilucidaba que algunos habían descartado presentar sus proyectos por una valoración severa de su trabajo. En otros, el olvido era probablemente sincero y tenía que ver con que no reaccionaron a tiempo o que no transitan por los canales de información que les podían haber avisado.

Estas razones también pondrían a prueba que el reclamo principal, incluso en un tiempo de escasez, han de dejado de ser un atractivo eficaz. Los premios no son solo reconocimientos puntuales, sino que también construyen un pensamiento simbólico colectivo en el que se determinan campos de prestigio y, por lo tanto, de exclusión. En este ecosistema frágil las distinciones pueden también invertir su función de señuelo para acabar siendo lo contrario. Quizá la consistencia del trabajo de los que lo ganaron anteriormente ha desanimado a los que debían empezar a presentarse a esta convocatoria por primera vez. Por eso ha de verse la selección en este catálogo y la participación en el foro como un logro igual de valioso que el premio. A la larga, entre los que han participado existe la unanimidad de que las relaciones construidas y las complicidades desplegadas en torno a estas convocatorias han resultado tremendamente fructíferas y gratificantes. Es en esos espacios de fricción, sin categorías, donde se construye un espacio diverso y rico en afinidades, debates y polémicas. Un territorio realmente útil para alimentar el marco crítico y el texto arquitectónico de los que participan y un reflejo más preciso de la heterogeneidad en la que habita la joven arquitectura hoy. Por eso no debería confundirse Próxima con una bienal o con un premio de arquitectura. Arquia/Próxima es una plataforma de encuentro, un espacio para explorar la arquitectura que está por venir. Y para que así siga siéndolo es también responsabilidad de los que participan, tanto del jurado como de los que han contribuido con trabajo, que este programa alcance a todos los que faltan. Ocupar y mantener este espacio frágil, que se ha construido para registrar arquitectura, es algo que deberíamos considerar un responsabilidad compartida.

[1] En http://fundacion.arquia.es/es/concursos/proxima. Consultada en julio de 2016.

Por:
es arquitecto por la ETSAM y profesor de proyectos en la Universidad Europea de Madrid y en Harvard Graduate School of Design. Desde el 2005 colabora, junto con María Langarita, en la oficina de arquitectura Langarita Navarro. Su trabajo ha sido reconocido con la mención especial Premio Mies van der Rohe 2013, el premio de la XII Bienal Española de Arquitectura y Urbanismo en 2013, el premio FAD 2012, el AR+D Award for Emerging Architecture en 2012 o el Premio COAM 2013. Entre sus obras construidas destacan la sede para Medialab-Prado en Madrid, la Red Bull Music Academy Madrid, la Casa Baladrar o la Infraestructura para Eventos y Comidas Lolita. Su trayectoria también ha sido distinguida con los premios Young Architect of the Year 2014 y el premio AD Nuevos Valores 2013. Su obra y pensamiento ha aparecido en diversas publicaciones y ha sido recogida recientemente en un número monográfico de la revista 2G.

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