Eugeni Bach

Proyectar es comprimir el tiempo

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Los mejores libros son aquellos que, una vez leídos, retumban en la cabeza durante años y no paran de hacerte cuestionar la manera que tenías de entender el mundo.

Uno de estos libros es el famoso “Architecture without architects” que Bernard Rudofsky escribió en 1964. Leerlo, siendo todavía estudiante, te hacía plantear muchas cosas, pero esencialmente una muy concreta: Si era posible una arquitectura tan bien ubicada en su contexto, tan funcional, tan respetuosa con el medio ambiente, tan adaptable y tan bella,… ¿qué papel teníamos los arquitectos si no éramos necesarios?

La respuesta estaba en el tiempo.

Para hacer todas esas obras, había sido necesaria la experiencia acumulada en siglos. La mayoría de ellas eran edificios construidos durante generaciones, donde cada una había ido ampliando, reparando, modificando y adecuando lo anterior, a través de la experiencia, lentamente, hasta llegar a un nivel de perfección difícilmente superable. 

Y en ese tiempo, necesario como si de un proceso de selección natural se tratara, es donde reside la respuesta a la necesidad de proyectar. Nosotros no tenemos tiempo. No podemos esperar a que los proyectos se realicen durante cientos de años.

Pro-yectar significa lanzar hacia delante, lanzar hacia el futuro. De alguna manera, al proyectar, estamos adelantándonos en el tiempo, imaginando las necesidades y los requisitos de quien utilizará o habitará esos espacios para dar una respuesta antes de que suceda. Proyectar es viajar al futuro y traerlo hacia el presente; comprimir todo ese tiempo del que no disponemos y suplantarlo con nuestra imaginación.

Todas esas acciones de ensayo y error que se realizaban durante generaciones, ahora, deben hacerse en la mente del proyectista. Cada duda, cada prueba, cada boceto y cada línea, cada hoja lanzada a la papelera o cada estrategia desechada equivale al trabajo de una generación, a una construcción fracasada o a una solución adecuada, a un muro mal dispuesto, o a un tejado bien solucionado. Por eso, proyectar implica duda, implica inseguridad y también una cierta lentitud. En este proceso, las prisas no son buenas compañeras. Proyectando estamos comprimiendo en unos pocos días la historia futura de las próximas décadas, y, eso, conlleva una gran responsabilidad.

Tendemos a pensar que la herramienta principal al proyectar es el espacio, pero puede que éste no sea el elemento decisivo y que, en realidad, nuestra mayor herramienta sea el tiempo. Pensar en el tiempo antes que en el espacio significa priorizar el “qué pasará” antes del “cómo será”. Si somos capaces de imaginar qué queremos que pase en los proyectos que concebimos (y eso es lo que realmente debería importarnos) entonces encontrar qué espacios lo van a permitir se convierte en una tarea secundaria, y puede que incluso más sencilla.

Por:
(Barcelona, 1974) Socio en Anna & Eugeni Bach / Bach arquitectes y profesor de proyectos en la ETSAB UPC y La Salle URL. Entre sus reconocimientos, destacan la Nominación a los Premios Mies van der Rohe 2015, la Nominación al Premio Iakov Chernikhov 2015, el Premio FAD Internacional 2014, Premios FAD de la Opinión en Interiorismo e Internacional 2014, Finalista Premios FAD 2013, Finalista Arquia-Próxima 2010, Premio FAD de la Opinión 2008, Finalista en la X Bienal Española de Arquitectura y Urbanismo 2009, Seleccionado en la VII Bienal Iberoamericana de Arquitectura y Urbanismo 2009 o el Premio AJAC para jóvenes arquitectos 2004, entre otros.

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