La cara oculta de la arquitectura
El 7 de octubre 1959 la nave espacial soviética Luna 3 transmitió a la Tierra las primeras imágenes del lado oscuro de la Luna. Los científicos la denominaban así, no porque la luz del sol no bañase esa cara, sino por el mero hecho de ¡no conocerla!
Extrapolemos esta pequeña historia al momento actual que la arquitectura está viviendo, para ello qué mejor manera que preguntando a los usuarios finales.
Aunque no es estudio científico sí que podemos hacernos una composición de lugar, más o menos real. En primer lugar, casi todos concuerdan en que “la arquitectura es construir (viviendas o cuales quiera otra edificación)” y, en segundo, algunos lo complementan con la palabra “arte”. Nada nuevo ya que ambos “tópicos” están recogidos y refrendados en la RAE, aunque la realidad es mucho más compleja.
A poco que uno indague en esta cuestión se encontrará con un sinfín de estudios e investigaciones, pero quién mejor que Walter Benjamin en su Tesis de la filosofía de la historia, para recordarnos que,
“nada de lo que una vez haya sucedido ha de darse por perdido para la historia.”
Ese rastreo nos lleva al tratado más antiguo que se conserva sobre la materia, De Architectura, de Vitruvio, siglo I a. C., en que afirma que los cimientos de la arquitectura descansan en tres principios: la belleza (venustas), la firmeza (firmitas) y la utilidad (utilitas). Por tanto, este primer acercamiento sería el equilibrio entre este triunvirato. Con dos de los tres pilares, a priori, estaríamos de acuerdo casi todos, pero y en la ¿belleza?
(Ahora en un ejercicio introspectivo pensemos en ello pero recordemos que este concepto ha ido cambiando a lo largo de la historia.).
Otro término peliagudo y controvertido… De la belleza se ocupa la estética, rama filosófica huidiza, mientras que del gusto se ocupa cada uno; así, sin tapujos. Y ambas son susceptibles de educación.
La historia, incluso la más reciente, nos muestra como algunas obras arquitectónicas, hoy asentadas en nuestro imaginario colectivo, tuvieron que luchar en su concepción para sobrevivir al rechazo frontal planteado por la sociedad (escritores, pintores, escultores, arquitectos, apasionados aficionados por la belleza…). Uno de esos casos paradójicos es el de Torre Eiffel en París…
¿Se podría uno imaginar hoy París sin ella?
Esta puerta abierta por la belleza da lugar a que cada arquitecto, y sociedad en definitiva, entienda la arquitectura de una forma particular y trate de imprimirle su propio carácter. Pero entonces,
¿por qué nadie quiere a los filósofos si nos tenemos que apoyar en ellos?
Desde la cabaña primitiva hasta la tumba, pasando por el templo, la casa, la fábrica o el museo, las distintas funciones o usos que la arquitectura ha recorrido tiene un factor común, inciden en los ámbitos donde se desarrolla la vida humana para mejorarlos. Bien es cierto que, no todas han disfrutado de la misma fortuna, pero la gran mayoría intentan dar “liebre por gato” o eso esperamos…
Cuando esta conjunción de hechos ocurre, hasta los “ladrillos quieren ser algo más”, como explicaba Louis I. Kahn a sus alumnos durante alguna de sus famosas clases magistrales en la Escuela de Diseño en la Universidad de Pensilvania.
Desterremos ese lapidario cliché y desvelemos la cara oculta…