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En las últimas décadas hemos asistido a importantes cambios en nuestros escenarios de vida y de intercambio. El desarrollo de la computación, los sistemas de comunicación y las nuevas tecnologías procesales (materiales y digitales), no sólo han contribuido a favorecer un salto de escala exponencial en la manifestación entrópica de nuestros entornos relacionales, sino también el reconocimiento, explicito, de sus condiciones abiertas , dinámicas e irregulares.
Una condición definitivamente compleja (plural, diversa, evolutiva), que requiere nuevas claves de lectura y orientación.
Somos conscientes, en este sentido, de un cambio fundamental en el pensamiento contemporáneo, abierto a la posibilidad de combinar datos, programas, mensajes y solicitaciones en nuevos escenarios de interacción y síntesis.
Desde una nueva lógica, informacional (interactiva), que impulsa, hoy, una de las revoluciones sociales, espaciales y culturales más importantes de nuestro tiempo.
En este momento de exploraciones compartidas, la investigación arquitectónica vuelve a constituir, en efecto, una aventura colectiva, intelectual y cultural, y las tesis de investigación doctoral deben afrontar dichos retos fundacionales combinándolos con la valoración y consolidación crítica de todo el patrimonio cultural adquirido, así como con la profundización en aspectos de desarrollo procesal y tecnológico.
Las tradicionales dicotomías entre investigación fundamental e investigación aplicada se afirman –o se diluyen— hoy en formulaciones diversas, teóricas y/o prácticas, más o menos explícitas o más o menos híbridas.
Desde este punto de vista, es evidente que existen múltiples formatos –y géneros– de investigación disciplinar y todos merecen respeto, interés y consideración.
Son tesis que apuestan más por la exploración intencional y la prospección conceptual que por la consolidación del bagaje disciplinar o la referencia histórica y su reevaluación intelectual.
Tesis que se sustentan en la reflexión y la argumentación teórico-proyectiva más que en la descripción, la documentación o la reinterpretación críticas.
Más allá de formatos (y tipologías) una tesis doctoral tiende a construirse, generalmente, entre lo ya demostrado y argumentado (estado del arte, bibliografía, referencia documental, etc.) y lo todavía demostrable por, precisamente, argumentable (originalidad, aportación teórica, conceptualización, etc.); de modo más o menos equilibrado, más o menos escorado o más o menos intencionado.
Es cierto que más allá del rigor metodológico y de la capacidad analítica que toda tesis comporta –más allá de su propia base científica– subyace, en el ámbito arquitectónico, un sustrato cultural y creativo, expresivo –y, porqué no, narrativo– (mostrativo más que puramente demostrativo) que resulta particularmente importante, al poder afirmarse como plusvalía eminentemente disciplinar.
Y es evidente, asimismo, que más allá de la calidad metodológica y/o expositiva, algunas tesis resultan mas tranquilizantes(confirman o refuerzan nuestro conocimiento); otras más cautivantes (nos abrazan con los sentidos); otras mas estimulantes (dan alas a la imaginación… o a la contemplación).
Y otras, más emocionantes (juegan con el riesgo de lo desconocido, de lo aventurado); y, en escenarios emergentes –o todavía inexplorados– nos guían con posibles líneas de fuga, y orientación.
Son tesis, éstas, que afirman la voluntad de abalizar nuevos territorios de búsqueda, capaces de “abrir el campo” y “proyectar la mirada”, a la vez.
Componen virtuales atlas de (re)conocimiento, sobre nuestro presente.
Y posibles mapas de acción de cara al futuro.