Diáspora. Capítulo II: Espacio, tiempo y dinero

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Ya nadie habla de la belleza. Creo que lo más cerca que he estado de oír algo relacionado con ella se lo escuchéa Federico Soriano en una corrección de proyectos de cuarto pero utilizóla expresión “un dibujo bonito”.  Ahora que vivo aquí, rodeado de su ausencia, me cuesta creer que en el resto del mundo le demos tan poca importancia.

Siempre me parecióuna suerte vivir en Madrid o en cualquier lugar de España. Vivir en Madrid es que te toque la lotería en esta vida o eso al menos pienso yo, seguramente influido por el hecho de vivir en un lugar con infinitos paisajes de escombros amontonados, obras inacabadas o en marcha, una extensa ciudad a la americana donde el espacio público es casi inexistente y el paisaje urbano un concepto aún por descubrir.

El emigrante ofrece una cierta resistencia a asumir una nueva realidad con la que no está conforme y trata de mantener lazos que le substraigan de este nuevo status con el que no se identifica y le conecten con su situación anterior. El comisariado, quizá el eslabón más bajo de la cadena productiva en la mayoría de las actividades culturales y artísticas, como en la parábola del pobre anciano que recogía las hierbas que otro anciano despreciaba, ofrece una ventana a nuestro mundo anterior.

Interesa hablar del compromiso del arquitecto con la sociedad (?), da igual que te llames Zuloark o seas un señor mayor alemán de sesenta años y nunca se te haya pasado por la cabeza hasta ayer. Acabamos de comprobarlo en Berlín hace pocas semanas. Los alemanes inventaron el movimiento moderno (Adolf Behne y Gustav Adolf Platz, sobre todo) y quizá por eso pueden aún subirse al carro. Todos queremos ser jóvenes y abrazamos la posibilidad de reciclarnos y salir de nuestra zona de confort; ese sitio donde uno estaba porque era para lo que se había preparado durante años a conciencia, pero resulta que, de seguir frecuentándolo, uno es acusado de perezoso y falto de estímulo.

Si ahora hay que hablar de espacio público y empoderamiento, háblese; pero que no por ello deje de existir todo un mundo de placeres y sensaciones que nada tienen que ver con estas nuevas obsesiones.

Las semanas pasan muy rápido y sólo quieres que pasen aún más rápido los meses. No obstante, esas palabras de Luís Moreno Mansilla en Barcelona, hace apenas unos años y muy poco antes de dejarnos, resuenan constantemente en tu interior. Quieres que el tiempo sea leve, ligero y veloz pero al mismo tiempo sientes cómo se te escapa entre los dedos y cómo este tiempo aquí detenido, perdido, alejado, por mucho que desees que pase, eres consciente de que no volverá.

Te aferras a la idea de un tiempo detenido y de un eterno retorno cómodo y agradable en el que siempre hay un premio en forma de viaje a la vuelta de la esquina. Sin embargo, te atormenta que ese tiempo se deslice y sea arena, un pequeño montón de ella, dispersa, fugaz, insignificante.

El dinero aparece cada cuatro semanas dibujando una sonrisa en tu cara y convirtiéndote en una persona más burguesa y preocupada por el ahorro y las divisas, tema de una conversación que es más o menos siempre la misma y gira en torno a la posibilidad de ahorrar lo suficiente para poder volver a España y aguantar el tipo durante un tiempo mientras te la juegas de nuevo en la montaña rusa de los autónomos y la arquitectura.

Por:
Beatriz Villanueva es Doctora en Proyectos Arquitectónicos Avanzados, MArch y MPAA (ETSAM). Francisco J. Casas es Doctor en Comunicación Arquitectónica, MArch y Master en Análisis, Teoría e Historia de la Arquitectura (ETSAM). Fueron comisarios de “Menáge a Trois”, “F. A. Q.”, “Portfolio Speed Dating”, “Al Borde de la Crítica” y de la exposición "Couples & Co.: 22 Mirror Stories of Spanish Architecture" en Berlín, Hamburgo, Sevilla y Granada.  Han sido profesores en IED, UEM, UCJC, ETSA Zaragoza, Summer School AA (Londres) y ahora en Riad desde 2014.

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