ana asensio

El mundo becario

Hoy traigo un tema peliagudo. Se han escrito ríos de tinta sobre los becarios, practicantes, estudiantes con pasantías, etc. El caso es que, lejos de cambiar la situación, cada vez las maneras de maquillarlo son más originales, y afectan tanto a alumnos como a titulados.

Ha habido, por ejemplo, mucha polémica por los emails filtrados de megafirmas de arquitectura (como Sanaa) que, viralizados, han levantado ampollas, además de causar algún derramamiento de bilis en las RRSS. Pero por favor, no nos engañemos: el más pequeño e indefenso estudio de arquitectura utiliza el recurso ‘becario’.

Pero, ¿qué es un becario? Por lógica, es alguien que recibe una beca. Pues no. La situación se ha descontrolado de tal modo que el becario-practicante-pasante, es simplemente aquél que trabaja gratis en pro de la ‘experiencia’. Y no la experiencia en un sitio de renombre: en cualquier sitio.

Hace poco, en una discusión con uno de esos estudios ‘con nombre’, se justificaban diciéndome: el aprendizaje que aquí hacen es más productivo y económico que en un postgrado. Y después de ello, no son practicantes nunca más, ya que los estudios los contratan en seguida tras pasar por nosotros’. Me parece una realidad que, si bien es verdadera en ciertos países, donde las diferencias de clases existen y afectan a las oportunidades de los estudiantes, no es una solución ni una excusa.

Hablándolo con arquitectos españoles, me contaban con risa-ira cómo se habían topado con ‘compañeros de profesión’ que pretendían darse de alta como academia para cobrar a los becarios por trabajar, dándoles después un diplomita muy útil para usar como empapador. La situación es disparatada y, ante esto, sólo puedo hablar de dos situaciones: las legales y las ilegales.

Erasmus Prácticas, Faro, Becas propias… cubren ampliamente el espectro de las PYME: hay estudiantes y pequeños estudios suficientes para hacer simbiosis avalada por la universidad. El resto de situaciones son ilegales, ruines, antiéticas, especulativas y, por qué no, corruptas.

¿Y qué ocurre con los grandes? El problema con los estudios de ‘renombre’ es que los ‘practicantes’, en su desesperación, aceptan gustosamente. Los que tienen una familia con presupuesto pueden permitírselo, los demás no. Ambas, son situaciones tristes.
Situémonos en esa laguna que es el recién titulado, sin experiencia y sin presupuesto para hacer un postgrado: la presa fácil.

¿Qué ocurriría si esas macrofirmas, efectivamente, tuvieran un ‘departamento de aprendizaje‘ donde aceptaran alumnos que no pueden pagarse un postgrado, consideraran pago del mismo su tiempo y trabajo realizado, pero todo ello con un proceso de selección controlado, un programa de aprendizaje establecido, un tutor y plazos lógicos (1-2 años)? ¿Y si esas prácticas, igual que las becas, te obligaran a una incompatibilidad que no te permitiera ser practicante nunca más? ¿Y si finalmente obtuvieran un título oficial, de postgrado, fruto de la colaboración universidad-empresa, y con un compromiso de colocación en diferentes estudios de arquitectura?
Visto que las vías que va tomando la profesión de arquitecto son cada vez más ramificadas y difusas, ¿se ha hecho necesaria la formación oficial en ‘Estudios de Arquitectura’? ¿Puede ser la ‘legalización’ y control de estas prácticas habituales la solución a la explotación de jóvenes titulados?

Por:
(Almería, 1986) Arquitecta formada entre Granada, Venecia, Londres, Santiago de Chile y Madrid. Especializada en memoria y arquitectura popular (tesina de investigación, UGR), Asentamientos Humanos Precarios y Habitabilidad básica (postgrado UPM), realiza un activismo por investigación, documentalismo, divulgación y acción cultural, especialmente centrada en la experimentación arquitectónica, la cultura contemporánea y el medio rural.

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