¿Quién diseñará la ciudad del futuro?
A finales de s.XX y en plena psicosis del “efecto 2000” muchos intelectuales opinaban sobre los efectos de una vida dominada por algoritmos. Estos en cambio se han convertido a día de hoy en la “minería” que alimenta la sociedad. Los datos que recabamos hoy en un par de días equivalen ha toda la información producida desde los albores de la humanidad hasta el 2003. Los algoritmos están tras la ciencia, la cultura, la tecnología, la economía, etc. gracias a su capacidad para procesar esta ingente cantidad de datos.
En el ámbito de la gestión y planificación urbanas, las grandes compañías (BBVA, Telefónica, IBM, Cisco, Siemens, etc) están apostando fuertemente por incluir en su cartera de servicios a grandes ciudades a través de las Smart Cities. Los datos recogidos por sensores montados sobre placas Raspberry Pi, la geolocalización ofrecida por smartphones o el tracking semántico de la actividad en las redes sociales (por ejemplo el proyecto Hedometer se propuso mapear la felicidad en las ciudades de EEUU a partir de los datos de twitter) se han convertido en objeto de interés por parte de muchas corporaciones locales y empresas.
Paralelamente, nuevas formas de visualización utilizan estos datos para ofrecer innovadoras lecturas en tiempo real o 3D de una ciudad, país o incluso todo el planeta. Empresas como Autodesk están trabajando con los ayuntamientos de Vancouver, San Francisco o Bamberg para construir visualizaciones en 3D a los que estas entidades locales puedan superponerle paquetes de datos.
La idea de tener el control absoluto de una ciudad basado en gráficos y tablas de excel “vende” entre nuestros regidores, y, parece que, las grandes empresas disponen, en la actualidad, de la capacidad de computación suficiente para modelar y gestionar toda una ciudad. No en vano ya en 2012 tuve la ocasión de asistir a las jornadas “Vivir en un mar de datos” organizadas por la Fundación Telefónica en la que licenciados en ciencias exactas, programadores y físicos ya deslizaban esta idea.
En aquellas jornadas, empezaba a contemplar con preocupación que no hubiera ningún arquitecto entre los ponentes y apenas dos compañeros entre el público. Una situación que tampoco ha variado sustancialmente con el tiempo, siendo escasos los arquitectos/urbanistas invitados a estos foros o a cargo de los centros de innovación urbana de las grandes empresas que están trabajando sobre las Smart Cities.
¿Qué pasaría si diéramos por válida la supremacía de los algoritmos para gestionar la ciudad?, ¿quién diseñaría las ciudades en el futuro?, ¿podrán los algoritmos sustituir a arquitectos y urbanistas?
Afortunadamente, la crisis financiera nos ha mostrado la prudencia con la que debemos dejar en manos de los algoritmos los procesos de decisión. Wall Street, donde los algoritmos procesan información y detectan tendencias y ejecutan órdenes en los mercados, vivió en 2007 y 2010 sonoros desajustes debido a las acciones que ejecutaban automáticamente estos programas.
Los principales hedge funds aprendieron entonces que, aunque los algoritmos son capaces de manejar información mejor que los seres humanos, no tienen la capacidad de ser creativos y, por tanto, de enfrentarse a situaciones imprevisibles. Tampoco podemos olvidar que, aunque los márgenes de error puedan ser pequeños, el programa perfecto no existe. Las consecuencias de un error ejecutado de manera sistemática podrían ser inexplicables si no se cuenta con la supervisión adecuada de un entender el conjunto del problema.
En mi opinión, resulta evidente que, el cambio tecnológico ha impulsado de manera definitiva la incorporación de los avances tecnológicos en informática, minería de datos, gestión estadística, etc. al diseño y gestión de la ciudad. Sin embargo, la innovación en la planificación y gestión urbana no puede venir únicamente desde el campo de la tecnología, sino que debe ser el fruto de la combinación de experiencias previas, mentalidades e ideas de muchas disciplinas trabajan sobre la ciudad.