La ciudad es una construcción colectiva, cultural y social, que ha originado reflexiones desde disciplinas muy diversas a lo largo de la Historia. Autores como Lewis Mumford[1], fotógrafos como Nigel Henderson[2], profesoras como Olga Adams[3] y arquitectos de referencia como Aldo Van Eyck se ocuparon tras la segunda Guerra Mundial de un tema hasta entonces apenas considerado: el niño en el entorno urbano. Años más tarde Colin Ward escribiría una de las obras de referencia en este tema, The Child in the City (1978), donde analizaría cómo los niños usan el espacio urbano y cómo la ciudad puede mejorar o empeorar las condiciones de vida de la infancia. No obstante, cuando en 1996 el pedagogo y profesor Francesco Tonucci publica su obra La ciudad de los niños, algo ha cambiado: el niño ya no sale solo a la calle. Por primera vez en la infancia del ser humano se ha perdido la primacía del juego libre, la libertad del disfrute lúdico sin vigilancia, y la pedagogía mide las consecuencias en el desarrollo.[4]
A pesar de los 20 años transcurridos, el análisis urbano planteado en el texto sigue vigente: la especialización y sectorización como principio de marginación de la vida urbana de los ciudadanos más “débiles” (ancianos, niños, personas con discapacidad…), la gentrificación y vaciado de los centros urbanos, la falta de seguridad, la hegemonía del coche frente al peatón y el espacio público como objeto de consumo. De hecho, gran parte de estos temas aparecen en El derecho a la ciudad de Lefaivre: el ser humano tiene necesidades específicas que no satisfacen los equipamientos comerciales y culturales y que los urbanistas no tienen en especial consideración. Nos referimos a las necesidades creadoras, de obra),[…] de imaginación y de actividades lúdicas. […] ¿No serían éstas unas necesidades urbanas específicas de lugares cualificados, lugares de simultaneidad y encuentros, lugares en los que el intercambio suplantaría al valor de cambio, al comercio y al beneficio?[5]
Como medida de mejora urbana, Tonucci propone incluir al niño tanto en las decisiones urbanas como en la realización de propuestas, de modo que exista una visión independiente sobre los espacios que garantice que lo económico no prime sobre otros valores. También considera adecuado que el niño sea el nuevo parámetro urbano ya que “una ciudad adecuada para la infancia es una ciudad adecuada para todos”.
La propuesta planteada en su libro, eminentemente práctica, ha tenido una enorme difusión en Italia, España y Latinoamérica, destacando en este continente Argentina.[6] Su implantación, advierte Tonucci, es más sencilla en ciudades de pequeño tamaño (hasta 150.000 habitantes).[7]
En nuestra península Pontevedra (82.549 hab.) representa el buque insignia de este proyecto. Su éxito se debe en gran medida a la valentía de abordar con decisión uno de los aspectos más complejos de la propuesta: un plan de movilidad urbana que entiende la función social y recreativa de la calle más allá del tráfico. Estrategias como el traffic calming o dissapearing traffic y estudios como Livable Streets [8] determinaron gran parte de las decisiones tomadas: reducir lo máximo posible el tráfico eliminando la circulación de paso, limitar la velocidad a 30 km/h mediante el propio diseño urbano, regular el estacionamiento con medidas de control horario, ampliar las aceras y recuperar plazas y calles para el peatón haciéndolas además plenamente accesibles.[9] Es este entorno amable el que ha permitido el regreso de la ciudad a los niños, que jueguen en las plazas, que vayan solos a la escuela. Además existe un Consejo infantil desde el que opinan de su ciudad y hacen propuestas, garantizando así el punto de vista de la infancia, pero cuando terminan regresan a unas calles habitables que les han devuelto un regalo que nunca debería perderse: el de poder jugar libremente.[10]
[1] “La planificación para las diversas fases de la vida”, Urbanistica, 1,1945, pp. 7-11.
[2] Streets, 1949-53. Estas fotografías de la vida cotidiana en la calle, siempre frecuentada por niños, tuvieron una gran influencia en la actitud creativa y pensamiento urbano de Alison y Peter Smithson.
[3] Children and the city, 1952. En 1950 Adams inició un proyecto llamado “Our City” en el Laboratory School de Chicago para estimular el conocimiento de sus alumnos acerca de cómo funciona una ciudad, seguido de un extensa reflexión sobre cómo los niños interactúan con ella y la interpretan.
[4] Ver artículo sobre la libertad de movimiento y el conocimiento del medio urbano en los niños entre 8-11 años en: http://www.lacittadeibambini.org/spagnolo/pubblicazioni/articoli.htm
[5] Lefaivre, H. El derecho a la ciudad. Capitán Swing libros, S.L. Madrid, 2017, pp. 125-126.
[6] Para profundizar en las ciudades adheridas a la red “La ciudad de los niños”: http://www.lacittadeibambini.org/spagnolo/rete/rete.htm
[7] En ciudades grandes como Roma y Palermo las actuaciones empezaron proyectando caminos escolares en barriadas concretas. En 2001 se inauguró el laboratorio “Roma la ciudad de los niños” formado por 42 consejeros de las escuelas primarias que representaban los 19 ayuntamientos que forman la ciudad.
[8] Appleyard,D. Livable Streets, 1981.
[9] Mosquera Lorenzo, X.C. et allí, Pontevedra. Outra mobilidade, outra cidade. Pons Seguridad Vial S.L. Madrid, 2015.
[10] Pontevedra ha sido premiada en numerosas ocasiones por la eficacia de sus políticas urbanas.