Lucien Hervé. Fotógrafo a su pesar (arquia/documental 32). Ver tráiler en la web de Fundación Arquia.
Observar a través de una lente
Etimológicamente la palabra “observar” viene del latín observare: “mirar con atención”, compuesta por el prefijo ob- (delante) y servare (tener, guardar, conservar). Y, al reflexionar sobre esta acción en nuestra profesión, es inevitable no asociarla casi de inmediato con la fotografía de arquitectura, tema que se transformó, sin querer, en el alma de este artículo.
Podríamos afirmar que la fotografía de arquitectura se practica para documentar obras construidas o, por qué no, en proceso constructivo; para documentar las ideas hechas realidad. Pero hay muchas maneras de documentar nuestra realidad porque, justamente, hay infinitas maneras de observarla.
Siguiendo con el hilo conductor, Italo Calvino, alrededor de 1953 escribió un cuento llamado “La aventura de un fotógrafo”, que es parte de su conocido libro “Los amores difíciles”. El cuento se centra en la historia de un curioso personaje llamado Antonino Paraggi, un hombre común y corriente que habitaba en una época en la que la fotografía comenzó a ponerse en auge y observaba cómo todos sus amigos disfrutaban del verano fotografiando cada cosa que hacían. Él, a diferencia, no le encontraba la gracia a este “arte” que se había vuelto cotidiano para sus allegados, pero, por azar o por destino, termina transformándose en un fotógrafo aficionado, o más bien profesional.
El caso de Antonino Paraggi no es único, otro “fotógrafo a su pesar”, y uno que con su trabajo dejó una importante huella en la historia de la arquitectura, es el caso de László Elkán, más conocido como Lucien Hervé. Su historia es tan interesante como cautivante, un húngaro que emigró a París con la idea original de dedicarse a la pintura pero que, como Antonino, por azar o por destino, terminó observando y fotografiando, en su caso grandes obras de arquitectura alrededor del mundo. Su historia y su trabajo se pueden ver en el documental número 32 de la colección arquia/documental de la Fundación Arquia, “Lucien Hervé. Fotógrafo a su pesar”1. Esta frase viene de su esposa Judith, quien le decía: “tu es photographe malgré toi”.
Quizás el punctum en la historia de Hervé, aquello que lo llevó a dirigir su lente hacia obras arquitectónicas, fue su viaje a Marsella que realizó también un poco azarosamente alrededor de 1949. Mientras se encontraba en París, realizando un reportaje sobre Matisse, quien trabajaba en ese entonces en una capilla, un cura le recomendó que realizara el viaje. Así, fue tan solo un día por motivos de presupuesto y en ese corto lapso de tiempo alcanzó a tomar seiscientas cincuenta fotografías de L’Unité d’Habitation – emblemático edificio de viviendas de Le Corbusier que se encontraba en construcción -, que cambiaron el curso de su vida.
Al poco tiempo de su viaje, Le Corbusier, le envía una carta en la que sostenía que Hervé sabía ver la arquitectura y tenía alma de arquitecto, y le hizo una serie de encargos, los primeros de muchos. Sería más oportuno decir que Hervé sabía observar la arquitectura. Sus fotos, testimonios de verdades, en donde la luz y la sombra actúan como altavoces, intentan comprender el “fenómeno de la arquitectura”, intentan expresar con poco lo máximo posible. Como alega el documental, el fotógrafo de arquitectura es un intermediario que puede compararse con un director de orquesta: selecciona la sonoridad de los instrumentos y los tonos para recrear a su gusto armonías más plenas, pero siempre respetando la intención del compositor, en este caso el arquitecto.
Sobre el acto de tomar una foto hay ciertas cosas que están asumidas: una es que se elige conscientemente una porción de la realidad, que se coloca en el rectángulo del visor y se captura; y otra es que no solo se captura esa porción de realidad, sino también una porción de tiempo. Así un segundo o varios, según el tiempo de exposición, quedan inmortalizamos para siempre o al menos por el tiempo que dure la fotografía en este mundo. Los fragmentos de tiempo inmortalizados por Hervé fueron cuidadosamente elegidos y recortados, a veces utilizando tijeras, literalmente. Por otro lado, el uso de la figura humana en muchas de sus fotos despierta una explosión de realidades que se salen de los límites de las mismas, y en su mayoría son encuentros azarosos, nunca premeditados, sin teatralidad, lo que les da un carácter casi mágico.
Julio Cortázar, escritor argentino, en alguno de sus escritos, comparó al fotógrafo con un cuentista: ambos se ven precisados a escoger y limitar una imagen o un acaecimiento que sean significativos, que no solamente valgan por sí mismos, sino que sean capaces de actuar en el espectador o lector como una especie de apertura, de fermento que proyecta la inteligencia y la sensibilidad hacia algo que va mucho más allá de la anécdota visual o literaria contenidas en la foto o en el cuento.
Para concluir, afirmaremos que Lucien Hervé fue un vivo ejemplo de esta comparativa: un gran fotógrafo de arquitectura, un gran cuentista.
Lucien Hervé. Fotógrafo a su pesar (arquia/documental 32). Ver tráiler en la web de Fundación Arquia.