La creciente demanda de teletrabajo surgida con la pandemia ha provocado que muchas oficinas de los centros administrativos de grandes ciudades como Londres hayan disminuido su ocupación. Distintos colectivos, tanto públicos como privados, han visto en ello una nueva oportunidad para aliviar la crisis de la vivienda. De hecho, City of London Corporation ha anunciado un plan en el que propone la construcción de 1500 nuevas viviendas para 2030 a partir de la rehabilitación de oficinas (lo cual constituye un cambio sustancial si consideramos que entre 2017 y 2018 las nuevas viviendas construidas en la Square Mile fueron únicamente siete). Sin embargo, esto no supone una novedad para la capital británica. En municipios como Trafford, Crawley, Harlow, Walsall o Luton, las nuevas viviendas construidas provenientes de la conversión de oficinas oscilan entre el 56,6% y el 36,7% del total.
La principal problemática de estas rehabilitaciones es que se realizan al margen de los habituales trámites de aprobación, siguiendo los denominados PDRs (“Permitted Development Rights”), que garantizan su ejecución sin tener que conseguir licencia (“Planning Permission”). Por ello, el renovado interés de los inversores en este tipo de desarrollos ha desatado la alarma de muchos Ayuntamientos (“Councils”) que temen una posible reducción en los estándares de vivienda. En este sentido, la gran profundidad de las plantas de los edificios de oficinas representa uno de los mayores desafíos, ya que el cambio de programa resulta, en muchos casos, en la construcción de estudios muy pequeños (algunos incluso sin ventanas), o en otros tantos, en un aprovechamiento del suelo tan bajo que se diseñan como viviendas de lujo. Existen también algunos casos paradigmáticos, como es el nuevo hotel de lujo recientemente premiado por el RIBA en King’s Cross, The Standard, que ocupa el anexo brutalista a las oficinas del Ayuntamiento de Camden, en el que podemos encontrar cuatro habitaciones sin ventana en cada planta.
Es como si finalmente se viniese a confirmar lo que el inversor Charles Munger declaró a raíz de su polémica propuesta para una residencia de estudiantes en California (EEUU). Y es que existe en nuestras ciudades “una escasez de ventanas” para la que la única solución posible sería, según el magnate, la adoptada en los cruceros, es decir, una pantalla.
A pesar de que desde el pasado Abril se implementaron nuevas restricciones que requieren introducir luz natural en estas rehabilitaciones, la mayor parte de las nuevas soluciones no han sido capaces de dar respuesta al nuevo habitar contemporáneo en el que la casa ya no es entendida solamente como un “paraíso”, sino también como un lugar de producción 1 – algo que con la pandemia se ha acentuado considerablemente. Para el nuevo trabajador, nacido en la era de internet y que es capaz de estar conectado 24/7, la separación entre trabajo y vida es ya prácticamente inexistente. En este sentido, las oficinas vacías suponen una nueva oportunidad para repensar cómo vivimos juntos y cómo dar respuesta a las necesidades de estos trabajadores; sin embargo, ante una nueva tipología del habitar, cabría preguntarse si verdaderamente deberíamos renunciar a entender la casa como refugio y aceptar el constante producir de la vida contemporánea.