Me parecía horrible. Te hablo de una experiencia estética muy personal que no sabía el por qué hasta hace muy poco tiempo y tiene mucho que ver en cómo evaluamos los edificios.
Dónde vivo hay unos cuantos colegios y una universidad en la cual estudié arquitectura. Resulta que uno de esos colegios, en concreto el liceo francés, antes de estudiar arquitectura me parecía muy feo y raro. Pero se obró el milagro unos años más tarde, estudiando en la universidad, ya no me parecía tan feo. Ahora, no es que sea el edificio que más me gusta, pero considero que es un edificio bonito.
¿Qué me sucedió? La respuesta es bien sencilla estudié arquitectura y mis gustos cambiaron. Durante unos años me conformé con esta respuesta, aunque cada vez que pasaba por delante del liceo me acordaba del cambio que había sufrido y me desconcertaba.
Ahora sé que la respuesta era de una gran simpleza, aunque no por ello deja de ser cierta. Pero el fundamento de ese cambio de gusto es más profundo y tienen que ver con las emociones.
Las emociones no son solo fenómenos irracionales que padecemos los seres humanos por nuestro origen animal. Este pensamiento cartesiano ha tenido mucho peso en nuestro conocimiento de las emociones y durante muchos años todas las teorías de las emociones se han basado en mayor o menor medida en él.
Estudios e investigaciones recientes tienen otra visión de las emociones. Una visión que nos muestra las emociones como intencionales. Y siendo más específicos muestran las emociones como creencias, racionales, evaluativas, capaces de juzgar, conductuales y cognoscitivas. Psicólogos y pedagogos como Dewey, Schachter y Singer, y filósofos como Brentano, Scheler, Sartre, de Sousa, Hansberg, Solomon o Calhoun mantienen estas ideas sobre las emociones.
Aquí es cuando empieza lo interesante. Resulta que las emociones no son solo un mecanismo de autoprotección o conducta ligadas a nuestra parte animal, sino que crean el marco para los juicios, creencias y deseos. Les influyen nuestras creencias, la cultura y la sociedad en la que vivimos, entre otros factores. Pero la influencia no es solo lineal, sino circular. Estos factores también influyen en las emociones. Según Sartre vemos el mundo a través de las emociones, valoramos el mundo a partir de las emociones. No podemos ver el mundo solo desde nuestra mente racional porque nos llevaría a no apreciar la belleza o el peligro, es decir a no valorar el mundo. Emitimos juicios de valor y morales basándonos en las emociones.
La experiencia estética, básica para la condición humana, se sostiene gracias a las emociones y éstas, lejos de mantenerse iguales durante toda nuestra vida, se van modificando con nuestras vivencias, experiencias y relaciones sociales. Si quieres saber ¿Por qué la belleza afecta a tus emociones?
Por tanto, ese cambio de gusto es en realidad un cambio de marco emocional, o más que un cambio es una transformación. Y digo esto porque no desaparece por completo el marco anterior, de algún modo se fusiona o transforma.
Entendiéndolo así, este cambio o transformación es más profundo que adquirir un conocimiento o estar influido por una sociedad, en este caso arquitectónica.
Evaluamos los edificios basándonos en un imaginario que afecta al marco emocional, no somos autónomos en este aspecto y conviene fijar o ser conscientes de cuál es el marco emocional desde el cual evaluamos, en este caso los edificios.
Te animo a hacer un ejercicio observa los edificios nominados al premio Mies van der Rohe de este año que podrás encontrar en este post del Blog Arquia y reflexiona sobre los que más te gusten y responde a estas preguntas ¿Te han emocionado? ¿Te recuerdan a algún edificio de tu infancia? ¿Y a alguno de tu formación?