Fotografía de la autora Jelena Prokopljevic
Pronto hará cinco años desde que se aprobó la remodelación del mercado de Abacería Central de la Vila de Gracia de Barcelona, un largo proyecto que todavía espera su desenlace final. Todos los mercados históricos de Barcelona han sido remodelados para incluir una amplia funcionalidad que en muchas ocasiones los ha alejado de la idea tradicional del mercado, muchos han sido proyectos de éxito que indudablemente han cambiado su entorno inmediato. Éste no será menos: se reducirán las paradas a favor del autoservicio, habrá espacio público cubierto y tres niveles subterráneos con diferentes usos incluidos los almacenes para las asociaciones de vecinos. Los accesos para carga-descarga y aparcamiento alterarán las calles circundantes, hace tiempo pacificadas y convertidas en el dominio de los peatones.
La obra, que voy observando día tras día como una vecina más, ha ido revelando las diferentes fases del derribo hasta dejar el mercado en forma de sutil esqueleto de hierro con toda su planta libre de construcción. Una plaza abierta, origen de todos los mercados. No es difícil imaginarlo abierto al público y convertido en una plaza verde. Sería todo un hito en un barrio dominado por las plazas duras de los años 80, ciertamente con algunos ejemplos míticos del diseño del espacio público barcelonés. Más de un vecino –arquitecto o no- suspira ante esta idea que posiblemente habría disminuido el cierre de un tercio de los comercios de los alrededores, especialmente durante este año económicamente tan complicado.
La ejecución de una obra empieza por el cierre del espacio público y prosigue con el espectáculo del derribo, para pasar a los cimientos del nuevo edificio. En estas primeras fases el mercado de Abacería llegó a rendir homenaje al desaparecido artista Christo, envuelto completamente en una tela gris-plata durante los días del desmontaje de la cubierta de placas de uralita. La conmemoración del 8 de Marzo aprovechó la reja de la obra como soporte para la creatividad vecinal. Ahora mismo la vegetación está tomando poco a poco el solar vacío donde alguna pelota perdida recuerda la falta de espacios de juego en el barrio, a tiempo que la aparición de residuos indica el abandono de una obra que se prevé larga.
Durante el último año el urbanismo táctico ha marcado el rediseño de los espacios públicos de Barcelona basándose en transformaciones temporales pensadas para mejorar el uso y marcar tendencias del diseño a una escala más grande. Este planteamiento permite imaginar las fases de las obras –especialmente las que afectan los equipamientos públicos- en términos de fases permeables sin un desarrollo necesariamente lineal. Aunque suene utópico o genere dificultades administrativas, sería interesante pensar las acciones y procesos que podrían tener lugar en unas fases intermedias, normalmente no definidas. En otra ocasión hablamos de los espacios intermedios; ahora se trataría de re pensar la obra de construcción como proceso donde diferentes usos o acciones se podrían suceder en los tiempos intermedios, más favorables a la continuidad de los tejidos afectivos locales.