“Organizamos el espacio para que el hombre viva. Si se ignora al hombre, la Arquitectura es innecesaria”, dice Álvaro Siza1, a lo que Alberto Campo Baeza añade que: “la Arquitectura es belleza con razón de necesidad”.2 Entre ambos queda claro cuál es el sentido primero y último de la Arquitectura. Sigue habiendo, sin embargo, desnortados que se sienten “artistas” por encima de cualquier otra consideración y que, como Howard Roark en el Manantial3, reclaman libertad e independencia total para diseñar y construir al margen de las necesidades de sus clientes y de los futuros habitantes de sus espacios. Consideran estos que les debería asistir el derecho a dinamitar sus proyectos si alguien los altera sin su permiso como hiciera el nocivo héroe arquitectónico de Ayn Rand. Norman Foster4 tiene un mensaje para estos: “Sospecho de los arquitectos que se definen como artistas… Los artistas son libres, a los arquitectos nos constriñen muchas reglas”. La primera regla es que todo oficio es un servicio y por tanto ha de entender su condición de “servidor” frente a lo “servido”.
Otros inquietantes despistados (y no son pocos) claman por el fin de la “arquitectura antropocéntrica”, quizás no hayan considerado que el único animal que necesita transformar la naturaleza para poder vivir en ella es el ser humano, sin que ello sea óbice para ofrecer el debido respeto al entorno natural recibido.
Estas y otras centralidades arquitectónicas erráticas inconfesables, así como los cambios inevitables en nuestro tiempo, obligan a pararse y reconsiderar cuál es el sentido verdadero e inmutable de la arquitectura. Lo que la sociedad espera de ella y lo que debe aportar como valor añadido, pero nunca sustitutivo de necesario e irrenunciable sentido fundacional.
Una vez realizada esa primera reflexión profunda, conviene hacer una segunda para verificar si la formación universitaria de la Arquitectura está educando conforme a lo que hoy se necesita de la profesión, o si tiene algo de canto de cisne de nostálgico inadaptado. Por ello, se impone un debate abierto sobre:
ARQUITECTURA: ¿Qué es, y qué se espera de ella hoy? ¿Cuáles son sus valores inmutables e irrenunciables?
MAESTRO. ¿Qué debe ser, saber, y aportar un verdadero maestro? ¿Vale cualquier buen arquitecto como profesor o se necesita algo más? Ser maestro no solo como forma de ganarse el pan sino aceptando el reto, honor y responsabilidad de formar a las siguientes generaciones que transformarán nuestro mundo.
ESTUDIANTE: ¿Los conocemos suficientemente bien? ¿Necesitamos y sabemos conectar con ellos y entenderlos para formarlos y transformarlos significativamente?
COMUNIDAD: ¿De qué manera el buen trabajo en equipo, además de ser necesario e inexcusable, mejora el resultado? La inteligencia colectiva supera siempre la individual, y la verdad se descubre con más facilidad en comunidad que en soledad. ¿Cómo preparamos y educamos para esto?
CAMBIO: ¿Cómo reconocer el signo de los tiempos y formar en la incertidumbre? Enseñar a leer lo que hay y lo que está por venir para saber acogerlo y acomodar nuestra vida a ese cambio previsible.
SERVICIO: ¿Qué servicio deben proveer la docencia y la Arquitectura?
¿Quién puede iluminar esto sino nuestros grandes maestros y aquellos que aportan una visión poliédrica sobre el tema? Referentes internacionales, arquitectos, maestros, humanistas, comunicadores. La única forma de evitar el “balleno endogámico” que habitualmente hablamos los arquitectos.
Autor del post: Felipe Samarán.
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Felipe Samarán. Estudió arquitectura en la T.U. Darmstadt, (Alemania) y ETSAM (Madrid). Trabajó en cooperación, en Nicaragua del ’95 al ’97, y con Alberto Campo Baeza del ’97 al ’02 con quien fue coautor de la Caja General Ahorros de Granada. Participó en el plan estratégico de la Ciudad de las Telecomunicaciones de Telefónica en Madrid, entre otros proyectos. En ‘02 monta su estudio ARTEctura con obras tan variadas como el Edifico Minerva (c. del Amparo 103 junto a la Casa Encendida de Madrid), el Colegio Highlands los Fresnos (Boadilla del Monte), el plan de rehabilitación integral de la Ciudad de Aguarda (Pontevedra) “Cintura del Tecla”, o el Restaurante SOPA de Madrid entre otras. Formado en Coaching dialógico por el IDDI desde 2008 con especialización en desarrollo directivo y docente. Docente en proyectos en A.I. de la ETSAM, desde ’02 y desde 2006 es profesor y director de la Escuela de Arquitectura de la UFV (Universidad Francisco de Vitoria).