Imagen: MADC.
Sobre lo urbano1
Cuando un mural aparece sobre una medianera o una fachada nos encontramos, casi siempre, ante el síntoma de algo: nunca es casual. Hace tiempo reflexionamos sobre esta lectura del mural como marcador preciso, como señal de fragilidad, como identificador de un asunto pendiente en un lugar.2 ¿Qué fisuras o expectativas puede presentar este particular entorno? La obra de Fisac et al se encuentra situada en un polígono segregado de la ciudad en el que se concentran varios equipamientos entre autovías, presentando difícil acceso peatonal, ausencia de vida urbana y sensación de inseguridad.3 Para un edificio -más aún si se trata de patrimonio moderno- la posibilidad de recibir un mural es creciente y directamente proporcional a la peor planificación, menor vida de barrio, crítica calidad del espacio público e insuficiencia en el mantenimiento. Indicadores de riesgo.
Sobre la función del arte
Digámoslo pronto: la iniciativa municipal ha sido un éxito. Se ensaya aquí, como en otros lugares, el maquillaje de una zona gris y desestructurada de la forma más rápida y económica que se conoce: la cosmética. El encargo no convoca una obra integral o volumétrica sobre el edificio. En realidad, la intervención artística aquí es lo de menos, de hecho el mural solo afecta a las fachadas Noreste y Sureste, las más visibles, permaneciendo intactas las otras dos.4 Frente al popular espíritu partisano y transgresor del arte ante lo establecido, encontramos aquí una práctica dirigida y conveniente para la administración local. Sobre los almohadillados de hormigón leemos la palabra empatía, según la RAE, “sentimiento de identificación con algo o alguien”. Tal vez, la verdadera empatía comience aquí -en Getafe- desde la reivindicación de mejoras urbanas, la creación de zonas verdes o el impulso de la vivienda asequible.5
Sobre la gestión del patrimonio moderno
El colectivo de los arquitectos y urbanistas debemos hacer una reflexión crítica sobre los mecanismos disponibles para prevenir este tipo de intervenciones de promoción pública.6 En primer lugar, se debe comunicar mejor y a tiempo el esfuerzo técnico e intelectual, el valor público y privado que aporta una obra de arquitectura para la ciudad y la ciudadanía; en este caso, se añade la variable genealógica en la obra de Miguel Fisac, al formar este polideportivo parte de una extraordinaria familia de piezas de hormigón flexible.7
En segundo lugar, si en verdad existe un inmueble, una plaza o un jardín cuyo valor merece su catalogación patrimonial, se deben activar a tiempo mecanismos concisos, consistentes y consensuados que hagan posible esa protección. En el caso del patrimonio moderno, ¿están funcionando figuras como los BIC, las comisiones de patrimonio municipales o los catálogos de edificios protegidos y conjuntos urbanos? En caso afirmativo, no se explica aquí lo sucedido. En tercer lugar, se debe incentivar cuanto antes, desde las escuelas de arquitectura y urbanismo, una mayor atención desde la arquitectura hacia el espacio público y viceversa.8 Digámoslo con claridad: las murallas de hormigón no generan empatía.
Sobre la empatía
En contra de la intención original del ayuntamiento de Getafe, el mural ha cumplido aquí, paradójicamente, otra misión, dando a conocer a los vecinos la figura y la obra de Miguel Fisac y señalando un problema urbano anterior y de fondo. Devolvamos la piel original al edificio, recuperemos el carácter integral y unitario de la obra, generemos una propuesta urbana que conecte, revitalice y ponga en valor esta zona para, con y desde la ciudadanía. En ocasiones, la empatía implica ciertos grados de restitución; casi nunca es compatible con la falta de estima. Responsables municipales: gestionen su patrimonio moderno desde el conocimiento, el cariño y el respeto que se merece.9 La ciudad es un organismo complejo y multidimensional, nos incluye a todos e integra y conecta por definición las partes diversas que la componen. Todo es ciudad: incluso la arquitectura.10 Necesitamos abordar acciones de verdadera regeneración urbana. No nos conformamos con la periferia de la empatía.