Ordeno mi biblioteca. Coloco dos libros en la misma estantería, uno junto a otro. De pronto, comienzan a dialogar.
Esta es una conversación, de las infinitas posibles, sobre el viaje, el tiempo y la escritura, entre estos dos libros editados por la Fundación Arquia: “Apuntes de viaje al interior del tiempo”, de Luis M. Mansilla y “Enric Miralles 1972-2000”, VV. AA.
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Luis M. Mansilla comienza el diálogo en la página 171:
“No es casual que Montaigne, uno de los primeros viajeros que nos relata su aventura en 1580, sea el primero en dar forma al ensayo, porque el viaje da forma al pensamiento, más aún, el viajar y el pensar se convierten en una misma cosa”.
Enric Miralles le contesta desde su página 135:
“La herramienta sería la mirada distraída…Aquella que sigue el giro del cuello para conversar con alguien a tu lado, o que busca un lugar donde detenerse. Parecido al zig-zag de una mosca volando en el centro de la habitación”.
Volviendo a la página 13, Luis M. Mansilla apunta:
“El viaje es el encuentro de algo que andamos buscando, sin saber qué es con exactitud (…) alrededor del gran invento humano, el tiempo”.
Entonces Enric Miralles le pregunta desde la página 23:
“¿De qué tiempo es ese lugar?”.
Continúa, en la página anterior:
“Desarrollas el pensamiento de trabajar continuamente sobre unas trazas, (…)
… casi como si el tiempo ―a mí me gusta pensarlo así―, en vez de tenerlo a la espalda, lo tuvieras delante de ti…”
Y enlaza con otra conversación, una que mantuvieron los dos, junto con Emilio Tuñón, hace ya 20 años, ahora citada en esta página, y dice:
“Moverte a través del tiempo e ir descubriendo cosas”.
Luis M. Mansilla puntualiza entonces desde el prólogo:
“Son necesarias, con todo, algunas precisiones, que limitan el alcance de las palabras: la primera, que escribir es, de alguna forma, mentir. (Ya decía Joyce que las peores poesías son las más sinceras.) Pero al mentir, el hombre imagina, y la palabra, al tratar de explicar, es capaz de dar una nueva forma a lo pensado. De algún modo, la realidad necesita a veces de la ficción para ser verosímil”.
Enric Miralles vuelve a 1987, a la primera página de su propia tesis doctoral, también ahora la página 67 de este libro, y escribe:
… “estas páginas cuentan que este modo de anotar casi es una escritura. Que nace de la escritura, que se mezcla con el escribir. Que tiene su origen en aquella escritura que se mezcla con el escribir. Que tiene su origen en aquella escritura rota que permite lecturas simultáneas de la página. Esa simultaneidad de mirada en toda la página, aquella escritura que nace de sustituir la lectura ordinaria, donde es necesario ir de una punta a otra por el espectáculo de la palabra simultánea”.
Entonces Roland Barthes irrumpe en la conversación, desde una cita, en la página 123 del libro de Enric Miralles:
“Texto quiere decir tejido; pero hasta ahora siempre se ha pensado en ese tejido como en un producto, un velo ya hecho detrás del cual, más o menos oculto, se halla el sentido (la verdad); ahora, en el tejido, destacamos la idea generativa por la cual el texto se hace, se trabaja a través de una trama perpetua”.
En ese momento cojo el libro de la estantería. Lo abro por la página 89. Enric Miralles se dirige a mí:
“Cuando tú estás trabajando en cosas, al final produces un lío importante: todo un enredo de cosas”.
“Un proyecto es un juego de variaciones…, consiste en saber atar múltiples líneas, múltiples ramificaciones que se abren en distintas direcciones”.
Miro de nuevo mi biblioteca. El vacío que ha dejado el libro de Enric Miralles lo ha ocupado “Lo Posthumano” de Rosi Braidotti. Ahora es ella la que inicia una nueva conversación con Luis M. Mansilla:
“Un texto es una entidad móvil, velocidad absoluta (…)
El origen de la inspiración intelectual reside en el flujo sin fin de las conexiones entre los textos y sus múltiples fuera”.
…