12 viviendas en Jaén de bRijUNi architects. Foto de (c) Jesús Granada
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Se ha dicho y las gentes que se dedican a ello lo aplauden, que el comisariado es la nueva crítica (curating is the new criticism)1. No podemos estar más en desacuerdo, son dos actividades radicalmente diferentes. La crítica, en su versión real y creíble, sin manipulación ni miedo, puede ser negativa o positiva, siempre y cuando no se abrace el absurdo criterio de bambificarla2 para sólo regalar los oídos de la audiencia con bonitas palabras sobre algo o alguien, pero debería mostrar un compromiso claro con la sociedad, dependiente únicamente del criterio del crítico y del crítico solo. El comisario, por su parte, no goza de tanta libertad. Aunque en principio su labor podría entenderse como mucho más agradable, centrada simplemente en seleccionar lo interesante sin tener que lidiar con la parte desagradable de la crítica negativa, no hay que olvidar que se debe mucho más a su público y a la institución que le contrata, por lo que debe tener en cuenta muchos más intereses, tanto al comisariar exposiciones, debates, eventos de cualquier índole como al elaborar un texto o una publicación sobre los mismos.
Aunque la crítica en las revistas de arquitectura, como ya se ha hablado tantas veces, hace tiempo que abandonó cualquier atisbo de posicionarse críticamente (más allá de esa mera selección sólo de lo bueno que se justifica débilmente con la necesidad de no perder el tiempo con lo errado o lo insustancial) queremos señalar aquí el hecho de que ni la crítica de cine ni la de literatura hayan optado por caminos tan poco comprometidos. Así, cuando como en el caso de la literatura, el número de libros publicados desborda la capacidad de reseñarlos críticamente en el espacio de un periódico -nos contaba recientemente un amigo que trabaja en la sección de cultura de uno de estos diarios nacionales-, la selección tienen a incluir las mejores obras de los noveles y todas -sean mejores o peores- las de los consagrados, que es lo que espera cualquier lector en relación a los autores que ya gozan de prestigio. En el ámbito del cine, al ser la producción mucho más reducida, todo es susceptible de ser comentado al menos en unas líneas y sufrir o ser bendecido por el crítico de turno.
Por desgracia, no ocurre lo mismo con la arquitectura, donde las críticas en muchos casos son inexistentes y en otros se toman como algo personal. Cobra gran importancia, por tanto, en este contexto, la labor del comisario que sólo tendrá que estar atento para seleccionar y celebrar lo mejor de lo mejor.
¿Es imposible entonces que el comisario se equivoque y reciba una crítica por su trabajo del mismo modo que el crítico la recibe cuando expresa públicamente una opinión negativa? Lógicamente, pues la labor de selección y edición, como ya se ha dicho, es también una crítica o criba donde se deja fuera o de lado aquello que, aún interesando, lo hace menos que aquello seleccionado. El comisario, así, también está sometido a juicio y no sólo recibirá aplausos de aquellos que ha seleccionado sino que puede ser criticado por el criterio y el resultado de la selección o proceso.
A veces, ocurre que los comisarios padecemos lo que llamaremos efecto Narciso y que no es otra cosa que la tendencia natural de aquel que ha de juzgar o valorar el trabajo de otros a interesarse sobre aquello que le es más próximo y conocido, y, por tanto, ver la belleza del propio trabajo reflejado en el de otros similares o en otras personas que por amistad o admiración forma parte de alguna manera de nuestro entorno más o menos inmediato.
El efecto Narciso aparece incluso sin que nos demos cuenta en jurados y premios, en crítica y comisariado, indistintamente. Evitar su contagio es difícil pero no imposible. Quizá sirva como ayuda entender que el concepto de strong misreading puede aplicarse también a la inversa, es decir, haciendo jurados y comisarios lecturas equivocadas del trabajo propio, en direcciones y hacia lugares alejados de su propia práctica y superando así los inevitables primeros amores que Harold Bloom señalaba en los weak poets en relación a los referentes y precursores que los poetas jóvenes inevitablemente emulan antes de encontrar una voz propia y convertirse enstrong poets. De lo contrario, sucederá que los laureados de una u otra forma se parecen tanto a los que los seleccionan o juzgan como Narciso a su imagen en el lago.
Hola Paco y Bea,
Gracias por el texto y al reflexión, y por compartir ese dibujo precioso de vuestra hija Cloe. Tengo una pregunta para vosotros, me intriga la relación entre las imágenes y el texto, no consigo atar cabos, me echais una mano?
Gracias,
Paula
Hola, Paula, muchas gracias por tu comentario, se lo trasladaremos a Cloe! Con respecto a lo que preguntas, la relación no es nada clara y se entiende muy bien el que plantees la cuestión. Las imágenes son una dulcificación y simplificación del Efecto Narciso del que hablamos en el texto, en este caso, un dibujo de Cloe intentando imitar las viviendas que hemos terminado en Jaén y que ella justo acababa de ver por primera vez. La inocencia de este dibujo podría estar también en el trabajo de los comisarios que, debido a este Efecto Narciso nos hace ver como bueno (y por tanto seleccionar o premiar) aquello que conocemos o que se parece a lo que hacemos, si bien las consecuencias son muy perjudiciales ya que al contrario que en el dibujo, lo que estaríamos haciendo sería valorar a los «iguales o semejantes» (incluyendo a veces y como consecuencia de lo anterior a «amigos y conocidos») en detrimento de trabajos o equipos desconocidos ya sea en lo personal (no son de nuestro círculo, no hemos oído hablar antes de ellos) o en lo profesional si habitan campos en los que no compartimos intereses, por ejemplo. Creemos que pasa a menudo y algunas veces de una manera tan evidente que nos parecía oportuno reflexionar sobre ello por si alguien puede darse por enterado y rectificar en el futuro y así hacer un trabajo mejor desde el comisariado que es otra forma de crítica como decimos en el texto, no exenta de dificultad y responsabilidad desde luego.
Hola Paco,
Muchas gracias por la respuesta, todo aclarado!
La cuestión de las afinidades/afectos que planteais me parece un tema fundamental en la era del «me gusta»… Yo no puedo evitar relacionarlo con las redes sociales, y en particular con google y facebook, cuyo sistema de algoritmos basados enla recolección de datos personales construye esferas confortables alrededor de los individuos partiendo de sus afinidades, (su propio reflejo en la red) para que la comunicación fluya (y para que pasemos el máximo tiempo en ellas).
Los algoritmos crean divisiones invisibles en el espacio supuestamente libre, abierto y democrático de las redes, para generar entornos de valor «seguro», en el sentido de confortable, en medio de la violencia del imperativo de la auto-exposición constante. Esto genera un tipo de sensibilidad que nos afecta más allá de las redes sociales: los valores se construyen colectivamente (que no cultural o socialmente) alrededor de esferas de proximidad y autoreflexivas (no sé si narcisistas). Al margen de esta reflexión, personalmente pienso que lo afectivo y lo racional son inseparables, pero estoy con vosotros en que la gestión de los afectos como forma de discriminación ante un mar de información indiferenciada produce distorsiones de la realidad y de lo valioso muy difíciles de percibir. En este sentido, ¿no creeis que el vinclulo entre lo valioso y lo próximo puede ser un problema transversal a otros desempeños que requieren un juicio de valor, desde los jurados de concurso, a los editores de revistas, tribunales de tesis, etc.? ¿Pensais qué en el comisariado se acentúa en particular..?
P.S. La imposibilidad de la crítica en era de las redes… ¡otro gran tema!
Paula, qué bien poder comentar contigo todo este asunto dado que tú te dedicas con éxito a la labor editorial y de difusión de la cultura y la investigación en arquitectura que es parte del problema y de la solución del tema que abordamos.
El asunto del «me gusta» que comentas es, en mi opinión, muy peligroso y algunos gurís han querido ver en ello un futuro de arquitectura susceptible de adaptarse a los gustos de la masa que no puede ser más estéril. Yo he leído y escuchado auténticas barbaridades de personajes (por suerte cuya falta de criterio es conocida ya por todo el mundo) que atribuyen un valor que no tiene al conjunto de las redes sociales y los «me gusta». Estoy muy de acuerdo con lo que defines como «esferas confortables» y el resto del desarrollo que haces sobre lo afectivo y lo racional y la distorsión de la realidad que, llevado a esos «desempeños que requieren un juicio de valor», efectivamente no pueden ser otra cosa más que una visión parcial o subjetiva de un conjunto mucho más complejo que merecería más atención y de forma más profesional. Hablo, claro está, y respondiendo a tus preguntas directamente, de jurados y comisarios que no se interesan por conocer mucho más allá de su estricto ámbito de interés (alumnos afines, propuestas reconocibles porque se mueven en campos de interés similares, amigos, conocidos,…)
Creo que el verdadero ejercicio de jurado o comisariado exige un conocimiento más amplio de, al menos, lo que podría llamarse escena o contexto. De otra manera, ocurre que una cierta empatía con otros (algo humano sin duda) se traduce en premios o selecciones sesgadas, poco originales o directamente injustas.
P. D. Sí, la imposibilidad de la crítica en las redes o en papel, como ya dijo aquel. ¿Para qué? ¿Para que luego me critique a mí? Quizá en las redes aún sea posible por su carácter más efímero. En papel el miedo a lo que permanece para siempre hace que todo el mundo sea mucho más prudente.
Creo que la construcción que hacéis es, como bien desarrolla Paula, muy clara. La aproximación a las afinidades en los momentos de comisariado o selección creo que no hace otra cosa que intentar consolidar nuestras identidades de por si débiles e inseguras. Weak poets.
Hay que tener mucho callo para decir, como le escuché a un catedrático de proyectos de nuestra escuela al que admiro muchísimo:
Desde entonces trato de hacer un poco mía esa máxima, admirando y redifundiendo el trabajo de calidad desde nuestra pequeña bocina.
Pero por otro lado, y en aras de ciertas afinidades, también me permito ciertas licencias con amigos, a los que además de admirar quiero: si veo que en su trabajo se deslizan lo más mínimo, los critico con cariño pero de manera inmisericorde. Siempre tratando de ayudarlos, pero desde la más sana enDivia cochina.