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Juan de Herrera está considerado el primer arquitecto español por la Academia.

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Las tres ecologías es un libro publicado en 1989 por Felix Guattari. Se puede encontrar en traducido en una edición de Pre-Textos.

Entrevista a José María Echarte

¿Cómo nos percibimos los arquitectos españoles?

Existe una percepción muy implantada de un profesional liberal con una fuerte vertiente mítica, una especie de demiurgo que sirva para todo. Proviene en parte de esta cuestión gremial del hombre formado a sí mismo en compañía de otros, descrita Richard Sennett en El artesano.

Esta percepción se mantiene en España hasta muy avanzados los años 80-90, incluso te iría que 2000, y es problemática para la profesión, porque deja poco lugar a otras circunstancias. Esta narrativa del arquitecto liberal, trabajador, en solitario, autor idealizado, sigue muy presente en cómo los arquitectos se perciben a sí mismos. Lleva implantada con fuerza desde que empieza la Escuela Arquitectura, y más potentemente desde que empieza la reconstrucción después de la guerra civil, y es muy difícil de combatir. Afortunadamente creo que hay una tendencia al cambio.

 

¿Cuándo empieza la escuela arquitectura?

La escuela empieza en 1857. Hasta ese momento ha estado ligada a la Academia. Es divertido, porque los arquitectos debemos nuestra formación técnica a un ingeniero, Agustín de Betancourt, que escribió Noticia del estado actual de los caminos y canales en España, que entonces eran competencia de los arquitectos, sin límites, la obra pública incluso. Betancourt es absolutamente brutal con los arquitectos, sobre los que dice que no saben ni replantear ni hacer un cálculo. Su interés es montar la Escuela de Caminos, de tipo francés, para formar funcionarios, porque los Ingenieros de Caminos son en origen un cuerpo de estado. Todos son funcionarios. Aquí es cuando hay un número de cabezas que dicen que el modelo académico no puede seguir, y que hay que tecnificarse. Ese es el momento en que la escuela empieza a separarse de la Academia hasta convertirse, finalmente, en la Escuela de Arquitectura.

 

¿Hay mucha instancia entre cómo nos percibimos y cómo somos los arquitectos?

Hay un informe por ahí del CSCAE, que en realidad es un informe de 2007 del Sindicato de Arquitectos, en el que sale la cifra de que un 60 a 75% de la profesión está en condiciones precarias. Lo más peligroso es que eso ya lo habían detectado veladamente los informes del Consejo, donde ya se empieza a hablar del ciclo de explotación del talento y de la existencia de una cosa que llama jóvenes neotrabajadores, que son en realidad falsos autónomos. Vayamos a lo económico: si tus gastos superan a tus ingresos y llegas a fin de mes justo, estás en precario o incluso en el paro. El problema que teníamos era que los arquitectos nunca se habían percibido como parados. Estaban haciendo algo, preparando un concurso, lo que sea, pero la realidad pura y dura que tuvieran dicho no en sectores de profesionales liberales, pero sí en otros sectores, es que estaban en paro. Y, sin embargo, eso no se percibía. Esa relación con nuestra propia realidad económica es muy compleja. Probablemente viene de nuestro proceso formativo, porque se te enseñan cómo ser esta heroína sufriente. Hay una percepción de nuestra labor, que está además en los estatutos los colegios, que tiene que ver con el servicio, con la arquitectura como un bien social, que es lo que permite que los colegios sean entidades de derecho público. Ahí creo que nos percibimos más o menos adecuadamente. Sin embargo, hay otras percepciones, como la de nuestra propia percepción económica o como integrantes de un ecosistema en el que el arquitecto ya no es un dios absoluto, en que hay una cierta distancia que hay que empezar a salvar.

 

Comentas en tu tesis que nuestra protección queda regularizada y fijada como tal por la academia. ¿Qué significa para la profesión esta regularización? ¿Cómo se recicla la estructura gremial previa en la academia?

Esto es una parte muy interesante que me gustó mucho investigar en la tesis. Es cierto que los arquitectos no lo eran hasta un cierto punto. En realidad, éramos maestros de obra, maestros mayores. Había una serie de profesionales, muchos de ellos itinerantes, muchos de ellos convertidos ya en puros empresarios. Creo que la transformación en arquitectos académicos proviene de la necesidad de abstracción, es decir, de la necesidad de producir algo que no es ya tangible, sino que es un ente abstracto, que es el proyecto. Lo que decían de Juan de Herrera1 es que prefería mancharse los dedos de tinta a manchárselos de polvo. Hay un componente de comodidad que me parece maravilloso: voy a estar en el estudio, calentito, con unos delineantes que, claramente, eran otros arquitectos en aprendizaje.

Hay un cambio de negocio fundamental para la profesión, y es este cambio del objeto producido. Ya no se produce una cosa tangible, real. El arquitecto proviene en parte de los pintores, que saben dibujar, de los escultores, que saben ver el volumen, y de los carpinteros, que tienen cierta habilidad manual. Esta traslación a lo abstracto, que ya implica el conocimiento de la geometría, las matemáticas, la perspectiva, etcétera, es un cambio fundamental.

La Academia de Herrera es real, la Academia de Matemática, o sea, que hay una potencia de un conocimiento muy amplio ahí. Es el arquitecto vitruviano, en realidad, el que sabe un poco de todo. Esta es la versión bonita de la historia. La academia está siempre en una situación peculiar, porque forma muy pocos arquitectos. Sólo hay dos, la de San Fernando en Madrid, y la de San Carlos en Valencia. Los gremios, los maestros, siguen dominando el sistema, porque en Madrid era fácil encontrar un arquitecto, pero en provincias, donde se construía mucho, era realmente complicado. Hay una batalla voraz entre arquitectos y maestros de obra. Se llega a prohibir el título de maestro de obra. Aparecen los aparejadores, pero luego vuelven a desaparecer y vuelven a aparecer, porque tras las guerras con los franceses hay que reconstruir el país y con los arquitectos que hay no nos llega, no da, no somos suficientes. Hay una cosa bonita, un poco perversa, y es que los arquitectos, a pesar de instaurar la Academia y a pesar de creer en un sistema de formación ordenado, en realidad, a la chita callando, heredan el sistema gremial, porque les es más fácil, y porque, para competir con los gremios, que tenían una mano de obra muy accesible y barata, que eran los aprendices y los oficiales, tienen que montar el mismo sistema. Entonces cambia la denominación: ya no son maestros, oficiales y aprendices. Son maestros y arquitectos académicos y discípulos, que son un poco más elevados, pero el sistema productivo el mismo. De hecho, una de las quejas de Betancour es que los arquitectos en formación en la Academia en realidad se formaban con sus maestros, con los vicios que pudieran heredar.

Juan de Herrera, «el primer arquitecto».

¿Cuál ha sido el rol de la opinión publicada en la formación de la percepción de la arquitecto?

Es muy importante. El criterio de lo que se publica desde la profesión en este largo periodo de 1940 hasta la crisis de 1970, que es lo que se llama la edad de oro, que es un huevo envenenado, porque en realidad contiene toda la semilla de la de la de la crisis posterior, tiene un nivel de autocrítica muy bajo, exceptuando escritos como No son genios lo que necesitamos ahora y cosas así, que hablan claramente de una formación distinta.

Podríamos hablar quizá de António Fernández Alba, que en su libro Ideología y enseñanza de la arquitectura en la España contemporánea sí hace un intento de modificar esta percepción de los arquitectos y de analizarla de otra manera. Creo que la posición de Fernández Alba en la escuela, su descripción como taciturno, tiene que ver con esta sensación de que no había conseguido superar el modelo Carvajal, por decirlo alguna manera. Las publicaciones, cuando se circunscriben a este tipo de profesional y cuando elevan este tipo de profesión, son una pata más que contribuye a la opinión publicada.

Pier Vittorio Aureli dice que incluiría en la historia de la arquitectura una parte económica, o sea, decir que todo esto muy bien, pero que aquí hay un contexto, etcétera. Hemos estado carentes de ese contexto. Vuelvo a lo que te decía antes de Herrera, de este proyecto abstracto idealizado, perfecto, montado y formado por una sola persona, porque es algo de lo que es sencillo enamorarse. Esta imagen es tan potente y tan… ojo también, tan profundamente masculinizada, y lo digo a mal, ha estado muy presente en la opinión publicada sin cuestionamiento. Creo que ahora es algo que empieza a cambiar, y eso es de agradecer. No estoy destruyendo todo lo que se publica. La opinión publicada ha sido, y en muchos casos es, muy relevante, muy buena, pero es una parte evidente de este ecosistema.

 

¿La arquitectura es para privilegiados?

Creo que esa es la cuestión. Te comentaba antes lo de Pierre Vittorio Aureli y esta cuestión económica. Es difícil porque hay pocos datos, pero si analizamos, como diría Vasari, Las vidas de los grandes arquitectos y artistas, hay unas posiciones de privilegio brutales. En parte, porque durante mucho tiempo era imposible formarse como arquitecto si no provenías de determinados sectores de la población, si no tenías la capacidad de transformar capital cultural, en capital económico y social. Sólo las clases altas pueden hacer este trasvase. Siempre ha habido arquitectos provenientes de clases medias y bajas, por supuesto, pero es cierto que es una profesión que, partiendo de la base de que se tardaba una media de tres a cinco años en conseguir ingresos, prescindir del sueldo de un hijo, digo hijo porque no entraban mujeres en la escuela, era una locura, o sea, era imposible.

Trasladado la actualidad, creo que hay una trampa tan absurda que me parece raro que no se hayan dado cuenta, o si se han dado cuenta no lo dicen, y es el ingreso, que era una cosa que gustaba los arquitectos, porque controlaba el número de profesionales. El ingreso estaba al principio de la carrera, con lo cual la frustración, de producirse, se producía en ese momento. Era un selector de clase, claramente. Sin embargo ahora ese selector de clase se ha trasladado al final de la carrera, cuando se empiezan a exigir pasantías no pagadas, estar seis meses en el estudio de SANAA con tu propio ordenador, echando 12 horas al día. Esto lo aguanta alguien que tiene una posibilidad previa, o que sacrifica toda su vida por esto.

El selector de clase se ha trasladado al final del proceso, cuando eres un titulado, y me parece que es la cosa más triste y más dolorosa del mundo cuando alguien que está movido por esta vocación cae en el abismo de descubrir que eso que le han contado no era del todo verdad, o era una verdad a medias, o directamente mentira.

 

¿Cómo es la estructura empresarial de los estudios de nuestro país?

Va cambiando. El problema es que los arquitectos han recibido esta visión del artista liberal que ha producido que se perciban a sí mismos como estudio, atelier, Think Tank, todos estos nombres que hemos usado y que hemos visto repetidos hasta la saciedad, cuando hay algo de lo que no estamos hablando, y es de empresas. Los arquitectos, tú solo como autónomo o una empresa bien organizada, somos empresas de servicios y así debemos de funcionar. Hay muchísimas cosas del sistema de las empresas de servicios que pueden no gustar, pero lo que sí entiendo es que somos una empresa. Si queremos sentarnos en determinadas mesas donde se toman las grandes decisiones económicas, debemos sentarnos con los deberes hechos, porque si no, no nos estamos sentando en igualdad de condiciones. Es decir, hay grandísimos estudios de ingeniería que tienen una cierta capacidad de maniobra en esas mesas a las que nosotros no estamos invitados.

La estructura empresarial de los estudios es excesivamente dependiente de esta idealización del trabajador liberal y de un tipo concreto de proyecto, que es el proyecto público, la obra publicable. Esto está cambiando. Hay profesionales, especialmente te diría mujeres, que han descubierto que hay muchas cosas que un arquitecto puede hacer, y que puede hacer muy bien. Esta idea tan antigua de no me des un plano, dame un plan. Nosotros sabemos hacer ese plan.

En la universidad soy supervisor de proyectos. Estoy muy orgulloso cuando estos proyectos son fantásticos y maravillosos, pero lo que quiero es que aprendan a pensar de una manera concreta y a estructurar un problema que tiene múltiples inputs complejos en una solución equilibrada, bien pensada, no sencilla porque responde a todo lo que decíamos. Se trata de enseñarles a pensar que la precarización laboral va en nuestra contra. En muchos casos es un modelo de economía sumergida, aunque nos moleste decirlo. Un estudio con 20 estudiantes, algunos de ellos pagando por trabajar, otros sin cobrar, es un sweatshop donde se están cosiendo camisas en el sótano de un edificio, es eso con mejor mobiliario y ordenadores en vez de máquinas de coser. Y afecta al sector, claro.

 

¿Cuánto se ha diversificado la profesión?

Bastante. La imagen que yo tengo en la Universidad Rey Juan Carlos, que es donde damos clase, quizá porque está en el cinturón sur de Madrid… No quiero ser clasista a la baja, pero el cinturón sur de Madrid es una zona tradicionalmente obrera. Tenemos porcentajes altísimos de alumnas trabajan compatibilizando como pueden, pidiendo apuntes, con muchísimo esfuerzo. Muchas de ellas son la primera generación de universitarias de sus familias. Un proyecto es probablemente lo que llevas en tu idea de arquitectura origen, y esto es una cosa que no podemos negar. Creo que ellos están abiertos a dedicarse a un montón de cosas. Tenemos gente que está haciendo Revit, o inmobiliaria, gente que está hecho el Master de Videojuegos y está trabajando en ese mundo, etcétera. La profesión se va abriendo, y creo que es bueno que se haya abierto, porque es una posición diversificada. Mezclar genéticas siempre es bueno. Produce una profesión más diversificada y más sana, mucho más interesante. Esto va más con reticencias, con idealizaciones que yo creo que hay que romper, con tonterías. Soy de familia ingenieros. Los ingenieros siempre son ingenieros, hagan lo que hagan. Un ingeniero es un ingeniero porque su formación es la de un ingeniero, tiene el título de ingeniero, puede trabajar como ingeniero. Nosotros hemos tenido eso que eras arquitecto solamente si te dedicabas a un sector, a un nicho muy pequeño, y lo demás era estar en la calle. Se decía como de una forma despectiva. Esto está cambiando.

 

¿Hasta qué distancia de la construcción eres arquitecto?

Siempre eres arquitecto. Es un título que has obtenido con un esfuerzo. No existe para mí esta cosa tan absurda de la validación profesional que dice que si no has probado tus armas de caballero en la batalla en realidad no eres arquitecto. Creo que no eres más ni menos arquitecto por dedicarte a una parte u otra de la disciplina porque, en realidad, te vas a enfrentar a todas ellas con tu formación. En general, las formaciones de los arquitectos y arquitectas en España son buenas. Tu cabeza está mueblada para un tipo de pensamiento muy concreto.

David García-Asenjo me recomendó My Gothic Dissertation. Es una tesis sobre literatura gótica en podcast. El último capítulo es su lectura de tesis. Y tiene un epilogo en el que ella intenta perseguir una carrera en la academia, y se encuentra con todas estas dificultades: horas de trabajo mal pagado, escribir artículos no pagados, etc. Ella lo deja, y en realidad es un momento del episodio bonito, porque te está contando algo que la sociedad percibiría como un fracaso. Sin embargo, dice que ha aprendido cosas que son súper útiles. Es capaz de seguir una investigación como un perro de presa, hasta el final. Es capaz de pensar lateralmente para relacionar conceptos que probablemente otra persona no es capaz de relacionar. Todas esas cosas que las arquitectas y los arquitectos hacemos las hacemos porque somos arquitectos y somos arquitectas. Alguien es arquitecto cuando piensa como un arquitecto, cuando aplica el conocimiento que tiene, y creo que no se deja de ser arquitecto porque no hagas esta buena obra.

Si me preguntas que empresa montaría yo, lo que no voy a hacer mi vida, porque me da a pudor, pensaría en esa serie de abogados norteamericanos, Ally McBeal. Me acuerdo de que había uno era divorcista, otro era el de penal, otro era de no sé qué, otro era de delitos económicos. Entonces aparece esta idea de que cuando entre alguien por la puerta tengamos uno que le sirva, ¿no? Creo que en las empresas españolas las especializaciones también son buenas. Esta cosa de tener divisiones, aquí esta gente haciendo tasaciones, y resulta que con lo de las tasaciones podemos permitirnos hacer un Europan porque tenemos ahí un remanente y lo hacemos pro-bono, para tener un poco de gimnasia del estudio.

No me preocuparía jamás de esta frase que yo he oído alguna vez en la escuela de Madrid, yo soy más arquitecto que tú. Todos somos arquitectos. Habrá buenos y malos profesionales, que eso me parece que sí existe en todas las profesiones, pero todos estamos dentro del sector y todos somos arquitectos, hagamos lo que hagamos.

 

¿A quién representan los colegios arquitectos?

Este es el problema gordo. Los colegios de arquitectos son, en origen, un mecanismo de autodefensa. Los ingenieros son un cuerpo de estado, tienen un contacto estrechísimo con el poder, y los arquitectos no lo tienen. Suelo recomendar a mis alumnos que se lean Nacidos bajo el signo de Saturno, el libro de los Wittkower. Los artistas tienen mentes saturnales, que son un poco de donde viene el arquitecto, originalmente un arquitecto académico, un señor que quiere liberarse de una superestructura que es el gremio, que le atosiga, que le controla. Y, en un momento determinado, por puro interés, y porque hay otros señores que han conseguido una posición de poder mayor que la nuestra y están amenazando nuestro modo de vida, los arquitectos deciden regremializarse y crean los colegios, una estructura muy parecida a un gremio a los que hay que pertenecer para poder trabajar, que fijan honorarios. En esto no estoy en desacuerdo, porque establece un cierto modelo de control. Los colegios se estructuran para acoger, defender y representar a estos profesionales liberales, incluso desde su propio modelo económico. El colegio depende en gran medida del visado y de los ingresos por trabajos inmobiliarios.

En un momento determinado, cuando los arquitectos ya no son todos profesionales liberales y se empiezan a ver empresarios, asalariados, colaboradores, funcionarios, gente que trabaja en otras cosas, y sobre todo, cuando se juntan en el mismo sitio empleados y empleadores, tiene todos los visos de ser un sindicato vertical. Me voy más allá del franquismo, porque en realidad el origen de los colegios viene de la dictadura de Primo de Rivera. El punto de unión en los colegios no es tanto la lucha económica normal, es decir, la que se produce entre un sindicato y una patronal, si no que el punto de unión es la profesión, el trabajo, la dedicación. En ese sentido los colegios han tardado mucho en adaptarse, y les cuesta. Aunque creo que lo están intentando. Hay claros intentos en Barcelona. El COAG, en Galicia, sí intenta diversificarse bastante. El de Madrid también lo está intentando para un lado o para otro según la Junta de Gobierno que haya. Sí está intentando dar una mayor amplitud, acoger a los estudiantes, convertirse en una especie de hub de formación. No sé dónde acabarán los colegios, si convertidos en especie de lobby profesional. No sé si perderemos el visado. El futuro, por un lado, es apasionante, pero por otro también es complicado.

Mi ideal de colegio es un servicio a todos los profesionales. Y, a través de ese servicio, un servicio a la sociedad, porque no olvidemos que el fin último de los colegios es servir a la sociedad, porque son entidades de derecho público. Lo harán mejor cuanto más inclusivos.

 

¿Qué crees que les espera a los estudiantes que entren ahora a las facultades de arquitectura?

Muchos retos, que precisamente que lo que hace que sea muy interesante. Hoy es Halloween, que es cuando dicen que el velo entre entre el otro mundo y este se hace más fino. Es bonito, y a la vez, da un poco de pavor, pavor del bueno, es como pensar que estamos en un momento en el que viejos modelos se están revelando obsoletos y los nuevos modelos todavía no están del todo implantados. Es un momento de creación. Hay una cuestión de sostenibilidad que parece evidente, y que debe estar, pero ya no te hablo solo de la sostenibilidad ambiental.

Si hablamos de las tres ecologías2, la socioeconómica, la política y la ambiental, hace que estemos replanteándonos nuevas formas de habitar en nuestras viviendas, en las ciudades, en los colegios, en los sitios donde trabajamos. Este es el momento en que nos estamos dando cuenta de una serie de cosas. El feminismo y la perspectiva de género nos han ayudado a ver un montón de cosas que ni se nos pasaban por la cabeza, y eso me parece interesantísimo. El futuro está sin escribir. Las estudiantes pueden hacer lo que ellos quieran. Su formación es sólida, y les enseña a pensar de una forma muy estructurada y muy inteligente. Les va a dar unas habilidades buenísimas que pueden desarrollar, si es lo que les gusta, haciendo proyectos magníficos y en muchos otros campos, y pueden sentirse perfectamente realizados trabajando en un estudio, sintiendo que se respeta su trabajo, exigiendo que se respete su trabajo, exigiendo tener unos derechos laborales. Creo que les espera es un futuro muy abierto, no escrito, con muchos retos que nos atañen como profesionales. No hablo solo de construir edificios, hablo de gestionar, de ordenar la ciudad. Hablo de urbanismo, hablo de política. Hay muy pocos arquitectos en política. Tenemos un futuro diputado, que estuvo el otro día en nuestra universidad en una jornada sobre la Nueva Bauhaus Europea, pero hay pocos y debería haber más. Hay muy poca gente en el mundo del lobby. Hay gente que, si son abiertos y abiertas de mente, no se obsesionan con esta idea del arquitecto ideal, liberal, héroe, perfecto, que lo hace todo solo, el genio. Creo que el futuro les va a permitir sentirse realizados haciendo una cosa que es muy bonita.

 

¿Te queda algo más que decir?

Si nos lee alguna estudiante, que se cuide, que es importante. Que las cosas no son mejores por no dormir. Que la salud mental es importante. Y que van a ser arquitectos y arquitectas. Que se pueden realizar y ser felices, hagan lo que hagan

 

Muchas gracias.

Notas de página
1

Juan de Herrera está considerado el primer arquitecto español por la Academia.

2

Las tres ecologías es un libro publicado en 1989 por Felix Guattari. Se puede encontrar en traducido en una edición de Pre-Textos.

Por:
(Barcelona, 1975) Arquitecto por la ETSAB, compagina la escritura en su blog 'Arquitectura, entre otras soluciones' con la práctica profesional en el estudio mmjarquitectes. Conferenciante y profesor ocasional, es también coeditor de la colección de eBooks de Scalae, donde también es autor de uno de los volúmenes de la colección.

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