Mi propia razón
Creo que para hacer buena fotografía de arquitectura se necesita un conocimiento profundo de la materia. En este respecto, hay un par de frases que me marcaron. Una fue de Néstor Almendros, director de fotografía de cine, que decía en una entrevista que para iluminar bien una cara necesitaba amarla (creo que en este contexto amar y conocer podemos darlos como sinónimos). La otra fue de Duccio Malagamba, fotógrafo de arquitectura, que en una conferencia relataba que una cosa era fotografía con arquitectura y otra fotografía de arquitectura. Él se refería por fotografía con arquitectura a aquellas imágenes, generalmente muy plásticas, donde la arquitectura es la materia prima y la excusa para construir una imagen. La fotografía de arquitectura no es tan solo una imagen bonita donde aparece arquitectura, sino que tiene como misión contar un proyecto que se ha pensado de manera concienzuda. Hay que elegir qué fotos son necesarias, y a ello sumar un buen momento de luz. Hace falta mucha observación y paciencia. De ahí la importancia de la serie fotográfica para contar bien un proyecto. Es más complejo obtener una serie donde todas las fotos sean buenas y estén alineadas con contar el proyecto, que hacer una foto bonita donde aparece arquitectura. Y no obstante, todo este proceso no puede escapar de la subjetividad de la autoría fotográfica, porque incluso la propia intención de ser objetiva, es en sí un tipo de subjetividad. El relato arquitectónico a través de las fotografías es al final un maridaje entre el proyecto arquitectónico y la manera de ver y hacer de la fotógrafa o fotógrafo.
Empecé a estudiar arquitectura en un momento de expansión económica que parecía no tener fin, y finalicé mis estudios. Cuando más ahondaba la crisis económica, a lo mejor con mucha suerte te cogían gratis en un estudio. Sentí que todo lo que me habían contado era mentira, gracias a lo cual me liberé de muchas cosas, y me prometí escoger caminos con mi propia ‘razón’ y no con la de otros. Y así empecé mis estudios fotográficos en la escuela de arte y diseño de Valencia, y entre unas cosas y otras me inicié en la fotografía de arquitectura. Tuve una premisa clara desde el principio (quizás como consecuencia de mi decepción): la arquitectura es para las personas, y quería reflejar eso en mi trabajo, y a la vez que fuese capaz de contar el proyecto arquitectónico, fundirse con él. No voy a mentir, al principio fui muy perdida, pero forma parte del proceso de encontrar algo. Desarrollar un estilo y una técnica ha llevado años. Cierto es que los conocimientos de la carrera me han ayudado a ser capaz de entender lo que voy a retratar rápidamente, y la experiencia de estos años a reconocer sus diferentes capas (me parece interesante que algunas de ellas se puedan leer en los reportajes). También trabajar como fotógrafa me ha hecho conocer mejor la profesión de la arquitectura y entender de qué va todo esto (ojalá te lo pudiesen contar en la carrera).
Que aparezcan personas es importante para mí porque la fotografía tiene un papel ejemplificador que no se puede obviar. Por eso tampoco me gusta que sean modelos. Hay que ser conscientes de que todo lo que aparece o no en las fotografías cuenta. Una chica rubia en minifalda en una casa lujosa da un mensaje, y es que la chica va con la casa. Por si no ha quedado claro, sí, es machista. Pero este es otro tema que no desarrollaré en estas líneas. Pero sí querría usarlo como contraejemplo de que por eso quiero que en las fotos salgan personas normales, como madres o padres cuidando de sus hijas e hijos. Hoy por hoy me llaman para trabajar de esta manera, así es que, aunque a veces me da un poco de apuro decirlo, me siento feliz y plena de hacer lo que hago, y de haber seguido ‘mi propia razón’. La foto que os presento junto con estas líneas es de un proyecto de viviendas sociales del Instituto Balear de la Vivienda, el IBAVI, encabezado por Carles Oliver. En la imagen aparecen dos de las personas que habitan una de las casas de la promoción.