Lo neutro. Arquitectura por defecto.
Existe una tendencia en arquitectura que señala que la máxima de Bartleby el escribiente, «preferiría no hacerlo», es aplicable a los modos de proyectar. En el caso de lo arquitectónico esta intervención quedaría completada en el punto en el que se hubieran establecido las bases que permitan habitar el espacio de una forma libre, sin condicionantes más allá de los estrictamente necesarios para su definición. Una configuración base que habilitaría el uso del edificio y a partir de la cual se podrían realizar las adaptaciones funcionales necesarias que usaran la arquitectura como soporte, pero sin alterar su naturaleza. En una época en la que la rehabilitación tiene una gran importancia, encontrar el punto exacto de intervención para aprovechar con la mayor eficacia las cualidades de un edificio es uno de los objetivos prioritarios de los proyectos de reutilización.
Silvia Colmenares Vilata analiza en este libro los modos de encontrar ese estado del espacio en el que se han equilibrado las acciones que lo configuran. Con menos intervención no sería posible su ocupación válida, y con un mayor grado de actuación se estarían limitando las múltiples situaciones que ofrece. Se persigue “un anonimato tal que no es el que de lo vernáculo que llega a ser sin ayuda del arquitecto, sino un hacer de marca blanca en el cual el protagonismo se le ha cedido el habitante gracias a un conocimiento específico que hace de cada espacio un mero soporte marco o campo neutro para la vida”.
Frente a aproximaciones que se pueden quedar en lo superficial, admirando en cierto modo una estética de la escasez propia de unos tiempos de crisis, Colmenares trata de establecer los orígenes de un modo de proyectar que buscan fijar el marco adecuado a partir del cual operar arquitectónicamente. Entiende que la arquitectura no puede ser neutra, por las relaciones que establece con el poder que la promueve, y por las posibilidades de transformación desde las que se proyecta. Pero podría encontrarse un punto de equilibrio que permita “un desarrollo desprejuiciado y sin etiquetas de la arquitectura por venir”. Proyectar un espacio neutro en el que se puedan describir las múltiples posibilidades que ofrece.
Se fija así en los grados cero de la arquitectura, que en el período moderno se pueden establecer en dos puntos: la planta tipo del edificio de oficinas y en la planta única de las naves industriales de grandes luces. La constante transformación de estos usos mostraba que la función era algo volátil y pasaba a ser necesario “definir una arquitectura resistente a este cambio”. Las grandes salas diáfanas pueden ser adecuadas como arquitecturas neutras, pero son difícilmente escalables más allá de un tamaño y al ser colonizadas pierden su condición de espacio incontaminado, lo que confiere a su uso una sensación de temporalidad. La retícula de soportes se ofrece en cambio como una estructura geométrica estable y estática desde la que poder trabajar, cuya presencia desaparece al ser habitada. Son así, en definición de Herman Hertzberger, más polivalentes, entendido como aquello que puede cambiar eficazmente de uso sin alterar su forma, frente a lo flexible, que alcanza una solución neutra pero no del todo válida.
Esta es una mirada lúcida al origen de las arquitecturas que han tomado la herencia de la modernidad para ofrecerse como contenedores capaces de alojar múltiples funciones desde lo neutro, tanto desde la configuración de su estructura básica como desde la materialización de los acabados de su interior. De este modo se ha trabajado sobre edificios que repiten una retícula ordenada de soportes y o una concatenación articulada de espacios neutros pintados en blanco que pueden ser destinados a cualquier uso. El libro ofrece un interesante visión retrospectiva, un estudio sobre la importancia de las decisiones que se toman al proyectar buscando lo neutro. Una vez analizadas estas cuestiones, y entendida la genealogía de estas estructuras funcionales y formales se podrá afrontar la intervención sobre ellas alejados de modas y recurriendo a lo sustancial de la arquitectura. Al comprender las potencialidades que ofrece lo neutro se podrán articular soluciones que amplíen el abanico de posibilidades. Pero el entendimiento de la naturaleza de este marco neutro también debería impedir aplicarlo como una receta universal que impida definir con rigor los programas que no pueden partir de una indefinición. Existen situaciones que requieren una articulación de los espacios ajustada a unos usos concretos que exigen que el proyectista dé un paso al frente y ofrezca un diseño eficaz. Tras una supuesta flexibilidad pueden encontrarse un cliente con medios para hacer frente al gasto de adaptar constantemente el espacio y una falta de compromiso del arquitecto con los futuros usuarios.