Es 10 de Noviembre de 2020 y acabamos de presentar “PECA!” (Propuestas sobre el Entorno Construido y la Arquitectura) en el Palacio de Zurbano tras cinco meses intensivos de trabajo.
PECA Composición. Composición final de los 8 temas de la ley representados topológicamente en una única infografía. CONTRA
En la escalera principal se encuentran diseminados, en diferentes escalones, varios (al menos once) ladrillos de termoarcilla y, sobre ellos, Aurora Adalid, Helena Gallego y Javier Peña.
Han pasado veintisiete meses de aquello y las ocho axonométricas que dibujamos en el apartado principal de la web, ahora son los ocho temas de la ya Ley de Arquitectura. Ocho temas que no han dejado de tener vigencia después de este tiempo. Las preguntas que aparecen y desaparecen debajo de cada infografía lanzan cuestiones sobre el futuro de nuestra profesión: sobre cómo difundir la arquitectura o proyectar con perspectiva de género y climática, sólo son algunas de ellas.
Es 5 de Febrero de 2023 y, escuchando el último programa de Deforme Semanal (Premio Ondas 2021), tengo una serendipia. Lucía Lijtmaer e Isa Calderon revisitan a Andrés Rubio en su “España Fea” y hablan de la arquitectura desde su condición cultural; cuando el concepto “paisaje”, sobre el que llevan discutiendo diez minutos, se fija en mi hemisferio izquierdo. Por un momento, he vuelto casi diez años atrás y estoy charlando con Conchita Lapayese.
El paisaje como sublimación del territorio, como ámbito de lo posible, como compendio de ese entorno construido que no es sólo urbano o rural. El paisaje como terreno fértil (valga la redundancia) para aunar la heterogeneidad de prácticas que cabalgan, aún sin un marco claro, en nuestra disciplina cada día más cambiante. El paisaje como área de trabajo para La Ley de Arquitectura o como síntesis de ella.
Por tanto, reclamar el paisaje, no solo físico sino también emocional, que se esconde en los territorios del entorno construido, es labor de lo arquitectónico. Una arquitectura que se redibuja incluyendo nuevas figuras (como las de comisariado o mediación) y nuevos perfiles profesionales (artistas, directoras de arte, etc.). Unos nuevos roles que articulan todo un nuevo cosmos laboral y que tenemos que digerir y comprender. Solo así podremos dar respuestas más diversas a las problemáticas contemporáneas de los entornos que habitamos. De alguna manera, reclamar el paisaje supone reclamar una arquitectura plural: feminista, interseccional y transdisciplinar .
Reclamar el paisaje pasa por aceptar cuándo lo perdimos, o dejamos de preocuparnos por él. Entiendo que nos pesa el paso de la historia. Que somos la herencia de una arquitectura impositiva que no preguntó (o lo hizo poco) a los diferentes agentes urbanos que participaban de ella: humanos, plantas, animales, tecnología, etc.
Como disciplina dejamos Programas de Actuaciones Urbanísticas (PAUs) desatendidos, una vez que se firmaba el certificado fin de obra, con bambú seco en las fachadas y secciones de boulevard con proporciones a medio camino entre el París de Haussmann y Chandigarh.
Aceptar este escenario contemporáneo articulado por la herencia arquitectónica del siglo XX y sus implicaciones (en el párrafo anterior, fruto de mi incontinencia verbal, he dejado tres), así como por la proliferación de nuevas prácticas profesionales en nuestra disciplina, que nos hacen entender la arquitectura desde un espectro más amplio (y, probablemente, más cercano a la realidad y a lo cotidiano) se vuelve fundamental para la construcción del futuro.
Recoger este legado y comunicar a la población de un país que nuestra disciplina tiene mucho que aportar es una tarea, no solo compleja, sino también emocionante. Quizá es precisamente por esto que la Ley de la Arquitectura se vuelve fundamental. A ella le viene dada la necesidad imperiosa y urgente de definir las reglas de juego de todo lo que está en ciernes.
Es 26 de Febrero de 2023, último día de la semana. Dice una canción de Standstill que la vida es domingo. Me pregunto si la arquitectura también lo es. Al menos los domingos procuran de tener tiempos de cuidados, de no producir y de mirar a los ojos aquello que está por venir.