El mundo como casa
Como idea balbuceante en relación a la arquitectura, me vino la imagen de cuando nuestros antepasados abandonaron las cuevas para levantar sus propias construcciones, quizás con ramas y troncos de árboles. Seguían buscando el mismo refugio frente la intemperie que se obtenía en las cuevas naturales, pero con una mobilidad territorial muy superior. Ahora somos nosotros los que, una vez conquistado todo el mundo como habitable, estamos modificando tanto nuestro entorno natural, que hay riegos que resulte inhabitable para nuestra descendencia. Empezamos con un refugio frente a los otros animales y a las inclemencias meteorológicas, para convertirnos en la peor amenaza de nuestro entorno y de nosotros mismos.
La escena de noche con una mujer solitaria en medio de una luz muy tenue sugiere más la intemperie que la misma escena realizada de día. Una mujer dibuja sobre el muro de una construcción anodina la sombra de un árbol (como una versión del antiguo mito griego sobre la invención del dibujo, donde la joven Kora contornea la sombra del perfil de su amado que se ve forzado a ausentarse por una guerra). No dibuja un plano, si no el árbol como símbolo de la naturaleza encima del muro, casi como si realizara un graffiti de protesta anunciando que la naturaleza tiene que seguir siendo nuestra casa, o no tendremos futuro. Nada es explícito, sólo está sugerido.
Que la poca luz sea artificial junto con los otros elementos artificiales, contrastan con los elementos naturales, el cielo nocturno, las hierbas del suelo y el ligero movimiento de las ramas del árbol. Otros elementos más formales y rítmicos, como los ángulos del tejado, parecidos a los ángulos de las ramas y sus sombras, que se refuerzan con el estampado poliédrico del abrigo dando una unidad compositiva de ecos formales al conjunto de los elementos dispares.