La traición de las tesis
Dentro de los estudios ligados a la Arquitectura, la realización de una tesis doctoral es el más difuso y peor organizado de todos ellos. Considero que tiene la culpa, en parte, lo poco claro que tenemos los arquitectos para qué sirve una investigación y la mística que se ha asociado a las tesis doctorales en arquitectura.
Es verdad que en los últimos veinte años muchos de los programas de doctorado han mejorado notablemente, aunque todavía se mantiene en “el ambiente” la idea absolutamente romántica de que una tesis se hace por profundizar en el conocimiento. Por supuesto que una investigación doctoral profundiza en el conocimiento, pero fundamentalmente, es un medio para continuar una carrera docente o investigadora, no un fin en sí misma y eso es algo que los arquitectos no tenemos nada claro.
Para tener una carrera docente estable en la Universidad es prácticamente necesario contar con un doctorado. La figura del profesor asociado, aquel arquitecto que tiene un recorrido profesional importante fuera de la Universidad que le sirve de sustento y que viene a las aulas a compartir su conocimiento y experiencia, está cada vez más pervertida (eso es otro tema y me iría por las ramas), aunque al renovar las plazas no vienen mal esos puntos extras que proporciona el contar con un doctorado.
Pero si se quiere optar a una plaza de ayudante doctor, el escalafón más bajo en la carrera universitaria, (de los profesores colaboradores y visitantes no voy a hablar porque son absolutamente irregulares), el doctorado no es sino un comienzo. ¿Y por qué un comienzo? Porque antiguamente, unos veinte años más o menos, se podía optar a una oposición de titular con tan solo un doctorado, pero ahora no. Tenemos una agencia de acreditación que, además del doctorado, exige una experiencia investigadora, una serie de publicaciones de investigación, haber participado en grupos y proyectos de investigación, unas obras artísticas, (aquí entran obras profesionales que por sus premios y publicaciones se reconozcan como investigación); una experiencia docente, proyectos de innovación docente, cursos y seminarios, elaboración de material docente; una formación académica y una experiencia profesional, con menor valor. Aquí el doctorado es una línea más, importante y necesaria, que mejora si es europeo o tiene mención internacional, pero al fin y al cabo una línea más.
Y si es “una línea más”, ¿esto supone que tiene que ser un trabajo solitario, ímprobo y sin más apoyo que unas correcciones del director de tesis? No tiene por qué ser así. Pero de momento los programas de doctorado no ofrecen mucho más de lo que se ofrecía hace veinte años y la mística no ha cambiado nada.
Uno de los grandes inconvenientes a la hora de replantear el trabajo de realizar una tesis doctoral consiste en que muchos de los docentes de arquitectura, titulares y catedráticos, no reconocerán jamás que necesitaron trabajar como docentes universitarios, que por ese motivo escribieron sus tesis. Por eso, tienen que reforzar la idea de que la tesis no se realiza para ser docente sino para ampliar conocimiento. El hecho de que sean profesores se muestra así casi como un favor que le hacen a la sociedad, aunque sean funcionarios y tengan dedicación exclusiva. Son arquitectos, porque arquitectas y docentes hay muy pocas, y esa duplicidad en su quehacer conlleva que no fomenten la investigación. No son catedráticos con proyectos de investigación financiados por la Unión Europea ni con un regimiento de FPU a los que buscar financiación ni con responsabilidad sobre las publicaciones de sus doctorandos ni con un listado de Universidades extranjeras en las que realizar estancias productivas,… en fin, un despropósito para las enseñanzas de Arquitectura que de esta manera, cuando se comparan relativamente en función de su calidad con otras titulaciones quedan en un lugar bastante bajo.
En cuanto a la carrera investigadora en España, no existen prácticamente organismos ni empresas privadas o públicas que se dediquen a la investigación arquitectónica. Entre las instituciones que operan al respecto, tan solo existen algunas ligadas a los aspectos más técnicos, urbanos o patrimoniales. Las más estables son las estatales que, a pesar de las dificultades y penurias que padecen, posibilitan desarrollar una carrera profesional prolongada. Además, existen varios organismos autonómicos y locales, alguno interestatal, sin plantillas estables y muchos ligados a la Universidad. Otra vez la Universidad…