Tesis Doctoral – un camino largo y sinuoso
Justo estos días se cumplen 16 años desde mi defensa de la Tesis Doctoral. Desde entonces han ido cambiando las normativas y maneras de desarrollar la investigación, los ritmos y las exigencias -tanto para el doctorando como para la dirección- para definir un margen de trabajo operativo y asumible para todos los implicados en el proceso. Escribir la Tesis Doctoral tiene esa connotación un tanto romántica de desarrollar y explicar una investigación única e irrepetible que a menudo induce a un enorme esfuerzo mental (y económico) y a un trabajo que se eterniza fácilmente. El actual límite de prorrogas de la fecha de defensa, aunque quizás afecte negativamente a las investigaciones más ambiciosas, impide estos largos y complicados matrimonios entre los doctorandos y sus tesis.
En mi caso, la tesis doctoral fue consecuencia de una serie de decisiones personales y profesionales que me llevaron desde Belgrado a Barcelona, inicialmente por un tiempo limitado a dos años. Me interesó el programa de doctorado de la ETSAB titulado entonces “Arquitectura: texto y contexto” que era homologable con los masters que hacían en Belgrado, así que, tras una década muy complicada en los Balcanes, decidí cambiar de perspectiva. A medida que mi tiempo en Barcelona se alargaba por razones diversas, maduraba la decisión de realmente llevar a cabo la investigación y escribirla en un texto tan exigente como una tesis y en una lengua que no era la mía. Tuve la suerte de poder solicitar una beca y al menos durante una parte del proceso, podía dedicarme a tiempo completo a la investigación que me llevó de vuelta a Belgrado y a diferentes universidades europeas donde tuve la oportunidad de explicarla.
Por tanto, la decisión de hacer la tesis fue un proceso relativamente largo y casi llegó más como producto de la negación de poner fin a una serie de lecturas, discusiones y escrituras que me interesaban, que en forma de una idea fija, una meta o un título a perseguir. En todo aquel tiempo mi perspectiva académica era borrosa o inexistente: ayudaba en alguna publicación del Departamento de Proyectos y no era muy claro si algún día podría optar a una plaza. Parecía, aunque no de manera explícita, que mi origen extracomunitario o quizás el académico, me cerraba las opciones. En consecuencia, mis expectativas de formar parte de un grupo de investigación vinculado más o menos a la academia se iban diluyendo a medida que la práctica profesional me iba alejando de la universidad. Desde mi experiencia, la tesis doctoral en el campo de teoría e historia tenía poca utilidad en el ejercicio práctico y a corto plazo incluso era frustrante: a veces valía más omitir este dato del curriculum.
Actualmente el doctorado es la condición necesaria para formar parte del cuerpo docente: al menos 50% del profesorado tendría que ser doctor. El campo de arquitectura justamente es donde menos se cumple esta condición por la dificultad de compaginar el funcionamiento de un estudio de arquitectura con la investigación teórica. Un gran número de profesores de proyectos no son doctores, aunque dirijan estudios de enorme calidad. A la inversa, la situación generalmente precaria de la universidad exige a todos los profesores asociados -preferentemente doctores- independientemente del departamento, una similar afiliación profesional.
Sin embargo y desde una perspectiva más lejana, realizar la tesis fue un esfuerzo sobre todo personal que valoro muy positivamente. Una buena parte de esta experiencia se debe a mi director quien me dirigió, pero nunca condicionó. La gran mayoría de mis trabajos posteriores, siguieron la base teórica formulada en la tesis y, en general, la manera de entender el proyecto arquitectónico. A lo largo de la década posterior de la defensa, y a través de proyectos muy variados he ido encontrando maneras de reemplazar la práctica proyectual con la actividad cultural, educativa, de investigación y difusión de la arquitectura, generando colaboraciones con diferentes personalidades, instituciones o colectivos de arquitectos y no arquitectos.
Barcelona, Octubre de 2022.