Conjugar los tiempos

En el área de refinado de macrodatos de la empresa Lumon, situada en la planta subterránea de una anodina arquitectura corporativa de algún polígono empresarial de una indeterminada ciudad del este de Estados Unidos, un ritual se repite. Suenan las puertas del ascensor a las 9:00 de la mañana, a las 9:05, 9:10… Va escupiendo trabajadores trajeados que se dirigen a su despacho. Los personajes recorren, una y otra vez, el laberíntico camino de falsos techos, luces frías y paredes blancas que nos trasladan a una suerte de backroom burocrático. Su creador, el director de arte Jeremy Hindle, tomó como referencia principal la sede central de John Deere, diseñada por Saarinen y Roche, adornada con multitud de otras referencias mid-century en la búsqueda de representar un modernismo inquietante que haga preguntarse por qué alguien querría trabajar allí y, a la vez, expresar cierto confort. Esa sensación de habitar un espacio inquietante ya conocido, por más que sea la primera vez que nos adentramos en él, es algo que todos y todas hemos experimentado alguna vez. Tal vez lo hayamos sentido yendo a rellenar un trámite a la administración local, en la sala de espera de nuestro centro de salud, recorriendo los pasillos infinitos de despachos de una facultad o, en muchas ocasiones, al igual que los trabajadores del departamento de refinado de macrodatos de Lumon, al ir a nuestro puesto de trabajo entre moquetas y cubículos móviles mientras suena música ligera. 

Lejos de la previsible nostalgia de encontrarnos ante un lugar conocido, ese sentimiento tan capitalizado por infinidad de productos de la cultura popular en el que la arquitectura nórdica, el mid-century y hasta el gotelé juegan a ser una magdalena de Proust, el sentimiento que nos provocan es el de una inquietante extrañeza. Al igual que en los backrooms que pueblan los rincones más profundos de Internet, en estos lugares el paso del tiempo queda en suspenso, paralizado ante la falta de referencias externas con las que poder orientarse dentro de un espacio recursivo, caótico y extrañamente conocido. ¿Tal vez hayamos estado ya aquí o sea tan sólo un déjà vu? Un glitch temporal dentro de nuestro cerebro que identifica como ya conocido algo que aparece como nuevo. Es decir, que difumina la barrera entre pasado, presente y futuro. 

Dice Armen Avanessian en Miamificación que esta fusión sináptica entre memoria y percepción es una interferencia entre el futuro y el presente, y que en sociedades como la nuestra cada vez es más difícil distinguir el futuro y el presente, bien por efecto de la aceleración o que el paso del presente al futuro sucede cada vez más rápido. Podríamos pensar, al ver las imágenes de un villano multimillonario sacado de algún multiverso de Marvel haciendo el saludo nazi, que las interferencias se producen entre pasado y presente, o que vivimos en un presente profundamente alterado, sacado de quicio, donde los tiempos futuros se entrelazan con pasados oscuros y esto provoca que decanos de escuelas de arquitectura cristianas saquen sus antorchas y capuchas blancas para perseguir el siempre presente fantasma de lo woke disfrazado de ecología y cambio climático. 

Tal vez todas estas imágenes sean solo glitches de las horas de la noche a las que se está redactando este texto o corrupciones del código del feed de alguna red social. Pero, sin duda alguna, cada vez es más difícil distinguir los tiempos pasados, futuros y presentes. Y, al igual que en la planta de refinado de macrodatos de Lumon, el espacio y la arquitectura no son un telón de fondo neutro sino un vector fundamental que agudizan esta situación fuera de quicio. Perdidos y perdidas, al igual que los protagonistas de Separación en esa planta de pasillos infinitos y extrañas estancias en el interior más profundo de Lumon, necesitamos establecer elementos de referencia, instrumentos de orientación no ya para movernos por el espacio como las tuercas de Stalker, sino para anclarnos en los tiempos superpuestos que transitamos. Pues, como también indica Avanessian, si hemos de asumir ese intercambio constante de pasados, presentes y futuros, una memoria activa hará que recordar no sea un simple déjà vu, sino una evocación de presentes alternativos en el aquí y el ahora. 

Así pues, con este bloque, nos interesa conjugar los tiempos para aprender a orientarnos en ellos. Nos interesa mirar al solapamiento y alteración de los pasados, presentes y futuros que día a día vemos ante nuestros ojos, que moldean nuestro espacio y condicionan nuestras acciones a pesar de no tener una materialidad propia, sino un discurrir acelerado. Tiempos cronológicos, instantáneos, eternos, efímeros, pretéritos, subjuntivos o imperfectos, tiempos emergentes, tiempos tasados, estáticos o acelerados, atmosféricos o locales. Aprender a conjugarlos nos permitirá navegar mejor nuestro presente. 

 

Por:
Bartlebooth es una plataforma de edición e investigación que examina la práctica espacial contemporánea, fundada en 2013 y desarrollada en la actualidad por Antonio Giráldez López y Pablo Ibáñez Ferrera. Bartlebooth ha sido expuesto y reconocido en diferentes espacios y contextos. Ha sido premiado en la Bienal Iberoamericana de Arquitectura y Urbanismo BIAU (2019, 2022), en la Muestra de Investigación de la XIV Bienal Española de Arquitectura y Urbanismo (2018), el Foro Arquia/Próxima “Prácticas Relevantes” (2018), con el Premio Arquia/Innova, y seleccionado en los Premis FAD de Pensamiento y Crítica (2016, 2019). Ha sido expuesto en espacios y contextos como el Pabellón Español en la 16ª Bienal de Venecia (2018), el Pabellón Portugués en la 17ª Bienal de Venecia (2021), el Het Nieuwe Instituut de Rotterdam y el Netherlands Institute for Sound and Vision de Hilversum (Países Bajos), la Porto Design Biennale (Portugal), la Bienal de Pensamiento de Barcelona, el Museo de Arquitectura y Diseño MAO de Ljubljana (Eslovenia), Museo Reina Sofía, Matadero (Madrid), la Architectural Association (Reino Unido) o The Berlage (Países Bajos), entre otros.

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